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Mostrando entradas de 2011

Encontrar a Jesús, a María y a José en el año nuevo

Lucas 2,16-21 Año nuevo, vida nueva, solemos decir. Hoy ponemos el acento en el año nuevo, pero mejor habría que ponerlo en lo de vida nueva. Porque no se trata sin más de estrenar agenda o calendario, ni de iniciar otra vez la cuenta regresiva de 366 hacia atrás. Se trata de creer en verdad que en Jesús, Palabra de Dios hecha carne,  el Señor nos ofrece vida nueva, vida verdadera, la oportunidad, una vez más, de darle vida a los días de nuestra historia. La Iglesia celebra en este día el recuerdo de María como Madre de Dios. No es el privilegio de una mujer que vivió hace dos milenios en algún lugar de nuestro planeta. Se trata de celebrar que es el ser humano es capaz de engendrar vida, y vida divina. Porque María es símbolo e imagen de esta gran comunidad de hermanos que somos la Iglesia. Celebramos la vida y nuestra capacidad de dar vida y vida divina a la historia. Ésta es la vida nueva que debemos buscar en el año que comienza. El evangelio ilumina esta fiesta y esta f

Palabra hecha carne

Juan 1,1-18 Es el inicio del Evangelio del Discípulo Amado. Es un poema bellísimo que canta el origen de Jesús en Dios, su existencia desde toda la eternidad, su existencia como Palabra creadora de vida. Nos dice que Jesús es la Palabra de Dios. El Niño que nació en Belén es Palabra que nos habla de Dios. Decimos "Dios" cuando decimos "Jesús", pero también, y desde Jesús, decimos "Dios" cuando decimos "vida", "fiesta", "perdón", "amor", "hombre". En Jesús, Dios nos ha hablado, y lo ha hecho con lenguaje de hombre, para que lo entendamos. En Jesús, Dios nos ha hablado desde la indigencia y la humildad de Belén, y desde el fracaso y la soledad de la cruz. Nos habla desde la fragilidad del Niño en los brazos de María y de José, nos habla en la pequeñez de cada niño. Nos habla desde los sueños y las ilusiones de María y de José. Porque María y José pasaron noches enteras soñando el futuro de felicidad

La noche de Navidad

Lucas 2,1-20 Ésta es la noche para la cual nos hemos preparado todo el Adviento. La noche hermosa para la cual mi tía Martha decreta un adviento mayor que el de la Iglesia, y que comienza con los primeros adornos que decoran las paredes de su casa apenas pasa el día de muertos. La noche que Lola Beltrán celebraba poniendo el nacimiento en julio y que quitaba hasta abril. Ésta es la noche santa de la Navidad, la noche en que el cielo y la tierra se abrazan entre las pajas de un pesebre de Belén. La noche en que Dios hecho hombre se acurruca en los brazos y las caricias de una muchachita. La noche en que por vez primera Dios duerme protegido por un hombre. La noche en que María y José sonríen y lloran de emoción y no se cansan de mirar al recién nacido que se les ha confiado. Ésta la noche en que la oscuridad retrocede ante la luz que llega, pequeñita y débil como la luz de una vela, pero cálida y brillante. Nunca más se apagará. Ésta es la noche del silencio rasgado por la Pala

La ¿imposible? alegría

Lucas 1,26-38 La conocida escena de la anunciación del ángel Gabriel a María, y no se puede leer ni disfrutar sin tener en cuenta algunas otras escenas bíblicas del Antiguo Testamento, e incluso la escena de la anunciación de Juan por parte del ángel a Zacarías.  La primera escena explícitamente citada en el texto de Lucas está en el libro del Génesis, y  se refiere al anuncio que hicieron los tres misteriosos hombres que visitaron un día a Abraham. Abraham y su esposa, Sara, ya eran viejos y no habían podido tener hijos. Los misteriosos visitantes fueron tan bien recibidos, que le prometieron a Abraham que al siguiente año lo visitarían nuevamente y que para entonces su mujer ya tendría un hijo. Sara, que estaba escuchando a escondidas detrás de la puerta, echó a reír en cuanto oyó el anuncio, pues pensó que era imposible ser madre siendo ya anciana. Pero el Señor, porque dice el relato que fue el Señor, dijo a Abraham que por qué se había reído Sara, y Sara lo negó, como los ni

La Virgen Morena

Algunas ideas quiero compartir en este 12 de diciembre, no hay que olvidar que para el mexicano, ser guadalupano es algo esencial. Lo primero que quiero recordar es el contexto narrativo de las apariciones de la Virgen de Guadalupe a Juan Diego en el Tepeyac. El Nican Mopohua habla del año 1531, diez años después de la caída de Tenochtitlán ante los españoles comandados por Hernán Cortés. El relato habla de cuando la flecha y el escudo estaban en reposo, cuando ya era época de paz. La Virgen de Guadalupe sin duda el gran eslabón que une la fe y la historia del pueblo azteca con la fe y la historia del pueblo cristiano. La fe guadalupana es expresión del surgimiento de un pueblo nuevo, luego de retirar las cenizas de la guerra. Huitzolopochtli, el dios azteca de la guerra, había sido vencido por el Dios de la Cruz. Y con Huitzilopochtli había sido vencido el pueblo azteca, ¿de dónde podía venir la paz, sólo del reposo de la flecha y del escudo? La presencia de Tonantzin en el Te

Testigos de la luz, testigos de la vida

Juan 1,6-8;19-28 Estamos ante dos fragmentos del inicio del Evangelio de Juan. El primero forma parte del prólogo del evangelio, una gran obertura que da las claves de lectura para toda la narración, de principio a fin. A mí me parece que no podemos perder de vista que el Evangelio comienza diciendo que en el Principio existía la Palabra, que la Palabra era Dios, que en ella estaba la vida, que la vida era la luz de los hombres, que la luz resplandece en la oscuridad y que ésta no puede sofocarla. Después nos dirá que Juan no era la luz, sino testigo de la luz (versículos 6 a 8); es decir, queda en relación con Jesús, del que sabemos que es la Palabra y la Luz. Y también la vida. La siguiente parte (versículos 19-28) nos muestra en escena a aquel que ha sido definido como testigo de la luz. Pero nos lo muestra rodeado por sacerdotes, levitas y fariseos, es decir, por la élite religiosa de Jerusalén. Ellos le piden que confiese si es o no el mesías; le preguntan quién es. Y él s

El libro de Marcos

Marcos 1,1-8 Los libros, como las personas, tienen su nombre. No non inocentes ni casuales los títulos de los libros. Hay títulos que seducen, son como el amor a primera vista. Pienso en libros que leí, e inclusive hasta incluso (diría el Güiri Güiri) compré sólo por el título: Mañana en la batalla piensa en mí, de Javier Marías, ¿cuál batalla, en quién hay qué pensar?;  Una historia del mundo en diez capítulos y medio, de Jualian Barnes (que en todas las librerías está junto a Alessandro Baricco, uno de mis autores preferidos), ¿por qué diez y medio y no diez u once?; El daño no es de ayer , que aún no leo, y ya quiero saber cuál daño, y desde cuándo viene; Mañana no será lo que Dios quiera (¡ándale!), de Luis García Montero, la novela que siempre quiso cantar Joaquín Sabina, cuando Sabina todavía me caía bien y yo le creía. Qué tal El cuerpo en que nací, título tan cercano al de la más reciente película de Almodóvar, La piel que habito.   O   la serie narrativa Canción de hielo

Cuidar la casa

Marcos 13,33-37 Nos situamos hacia el final de la vida pública de Jesús. Ha entrado ya a Jerusalén, y ha desafiado al poder religioso judío, que se ha aliado con los representantes del poder político de Roma. Durante esa última semana de su vida terrena, al salir un día del Templo, uno de sus discípulos expresó a Jesús su admiración por la majestuosidad del Templo. Jesús le respondió que un día no quedaría piedra sobre piedra. Los discípulos le preguntaron entonces cuándo ocurriría eso. Jesús respondió con un largo discurso en el que aseguro no conocer ni el día ni la hora, pero los exhortó a estar alertas, y los invitó a observar los signos que distinguirían la hora. Las palabras del fragmento del evangelio de este día son el final de este discurso de Jesús. Y lo último que dice Jesús es una parábola sobre el dueño de una casa que se retira, y encomienda a cada uno de sus siervos que cumpla su tarea, y al portero que vigile la casa, y les pide que estén atentos, porque no sab

La parábola del juicio final

Mateo 25,31-46 Una impresionante parábola, y hoy quiero leerla desde el conjunto que forma con las dos parábolas que la anteceden. Los primeros cristianos tuvieron desde sus inicios la certeza y la esperanza firme de que el Señor Jesús resucitado volvería, y volvería glorioso para llevar a cabo un juicio definitivo sobre la historia, basado en las acciones de cada uno, como persona y como pueblo. Pero el tiempo pasaba y el Señor no volvía. Roma perseguía y mataba cristianos y quizá a no pocos se les apagó en el corazón la luz de la fe y de la esperanza, mientras en otros se encendía el fuego encrespado de la ira y se mantenía la esperanza de la vuelta de Jesús como juez de la historia para cobrar venganza frente al perseguidor. Ante esta situación, el evangelista Mateo quiso dar una respuesta clara. El Señor volvería, ¡claro que volvería! Y vendría como juez, ¡claro que volvería a hacer justicia! Pero Mateo profundizó más en el mensaje de Jesús, y alcanzó a vislumbrar algo más.

Talentos

Mateo 25,14-30 Parábola de los talentos. Un hombre rico que al ausentarse llama a sus criados y les reparte sus talentos, a uno cinco, a otro dos y a otro sólo uno. Y que cuando volvió, el de cinco le dio diez, porque invirtió los cinco talentos y ganó otros cinco. Y el de dos le dio cuatro, porque invirtió los dos y ganó otros dos. Pero el de uno tuvo miedo porque el amo era duro y cosechaba donde no sembraba, así que enterró el talento y fue lo que le devolvió a su regreso. Veinte mil veces he escuchado y leído que Dios a todos nos dio talentos, a quien más, a quien menos... pero que todos tenemos que esforzarnos por explotar y compartir nuestros talentos, y no tener miedo de hacer este esfuerzo. Y que "talento" significa talento, es decir, dones, habilidades...  Pero esta parábola no es un discurso de superación personal. En el contexto social del evangelio el "talento" es dinero, mucho dinero; ni siquiera es moneda, sino más bien como un cheque de una c

Portadores de luz

Mateo 15,1-13 Una parábola bellísima y desafiante. Prestemos atención a la situación inicial de la parábola: 25,1. Diez jóvenes que salen con sus lámparas al encuentro de su Señor. Pero sus lámparas aún estaban apagadas. La parábola nos ubica en una situación de boda. Todo el Antiguo Testamento es el recuento de la Primera Alianza de Dios con su Pueblo, alianza significada en la relación matrimonial. En el Nuevo Testamento, la relación entre Dios y su pueblo llega a su realidad plena y definitiva en las Bodas del Cordero y su Iglesia ( cf. Jn 2,1-11; Ap 19,7-9; 21,9). De lo que se trata en esta parábola de Mateo, pues, es de la relación entre Dios y nosotros a lo largo de la historia, relación que debe ser de amor absoluto, recíproco y fiel. Tras la muerte y resurrección del Señor, los primeros cristianos vivieron con la esperanza del pronto e inminente regreso de Jesús, aunque sin poder precisar el día y la hora; de ello es testigo Pablo ( cf. 1Tes 4,13; 5,1-2). Pero el ti

Cátedra de Moisés; catedrático de Dios

Mateo 23,1-12 Una escena sin escenario preciso, pero con auditorio bien definido: la muchedumbre y los discípulos. No se puede perder de vista que estamos hacia el final del Evangelio, con Jesús en pleno conflicto con el poder religioso de Jerusalén, aliado al poder político de Roma. Al dirigirse a la gente y a los discípulos, Jesús les asegura que en la cátedra de Moisés se han sentado los escribas y fariseos. Y les pide: "Hagan todo lo que les digan, pero no imiten sus obras." Uno está tentado a creer que, en principio, el texto es denuncia contra la hipocresía, y que todo se trataría de una cuestión personal o de rivalidad entre Jesús y los fariseos. En ese caso, Jesús estaría diciendo que la enseñanza de éstos es buena, y como tal hay que seguirla; pero los fariseos entonces serían unos hipócritas, incongruentes, que dicen una cosa y hacen otra. Sólo que hay un pequeño inconveniente: A lo largo del Evangelio, Jesús ha rechazado la enseñanza de los fariseos y los es

El Corazón del P. Albino

Mateo 28,16-20 Domingo Mundial de las Misiones (DOMUND, aunque más bien debiera ser DOMUM). Eso celebramos como Iglesia este domingo 23 de octubre. Por eso la escena final de Mateo, que recuerda que el anuncio del Evangelio por cada rincón de la tierra y a cada rincón del corazón humano no es un servicio de buena voluntad, sino el mandato del Señor Resucitado. Yo pertenezco a una familia de misioneros, puesta bajo la protección de san José, misionero del Hijo, al que llevó a África, la noche de la Huida a Egipto. África nos recibió en 1982. Los josefinos llegamos al Santuario de Nuestra Señora de Muxima, en Angola, a orillas del río Kwanza. La imagen venerada en el Santuario es de la Inmaculada Concepción de María, a la cual el pueblo angoleño llama Mamá Muxima , que significa Mamá Corazón, y no me parece que haya un mejor nombre de cariño para la muchachita de Nazaret que mostró a Jesús que Dios es un Papá que ama con corazón de Mamá. Hoy el Rector del Santuario de Muxima e

Entre Dios y el César

Mateo 22,15-22 Conocidísima la escena, conocidísima. ¿Quién no ha escuchado citar al menos trece mil doscientas veintinueve veces la sentencia: "Al César lo que es del César, y a Dios lo que es de Dios"? Y claro, las mismas veces (al menos trece mil doscientas veintinueve), se usa con el sentido de separar los asuntos políticos de los asuntos religiosos. Yo he escuchado la cita tanto en políticos como en gente de la jerarquía eclesiástica, y siempre van en este sentido. Y cualquiera diría, "¡claro como el agua!" Pero la verdad es que no; a mis treinta y cuatro años, dos meses, tres semanas y cuatro horas con cinco minutos de engalanar con mi vida a este mundo, me queda claro que éste no es el sentido de las palabras de Jesús. Y no creo cambiar de opinión de aquí a mañana. En primer lugar porque he leído la escena entera y veo por qué Jesús dijo lo que dijo, es decir, que al César lo del César, y a Dios lo de Dios. En segundo lugar, porque he leído el evangeli

La boda ¿arruinada?

Mateo 22,1-14 La tercera de tres parábolas con la que Jesús desafió a los sacerdotes y ancianos del Templo de Jerusalén, y con las que se defendió de ellos. Se trata de una parábola un tanto extraña, mezcla de la predicación histórica de Jesús, como del momento que vivía la comunidad cristiana de Mateo, en la que surge el evangelio hacia el año 80 d. C. El Templo de Jerusalén había sido incendiado y destruido por los romanos en el año 70. La parábola compara al Reino de Dios con un rey que celebra la boda de su hijo. Se trata de un tema de fuertes raíces en la Escritura. A lo largo y ancho del Antiguo Testamento, la relación de Dios con su Pueblo se simbolizó mediante el matrimonio. Dios es el esposo o el novio; y la Iglesia, la esposa o la novia. Es tan fuerte este vínculo, que cualquier acto de infidelidad de parte de la novia hacia el novio se tacha de prostitución. Y siempre es una infidelidad de la novia hacia el novio, porque Dios es siempre fiel a su pueblo. La fidelidad