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Mostrando entradas de enero, 2010

El hijo de José

Lc 4,22-30 Se trata de la segunda parte del relato que comenzamos a leer, meditar y orar el domingo pasado, el primero de mi vida presbiteral, dicho sea de paso. Tras la lectura profética y liberadora que hizo Jesús del texto de Isaías, y su proclamación de su cumplimiento "hoy" (en Lucas el día de la salvación siempre es "hoy"), la gente que escuchó a Jesús (¡sus paisanos, amigos y conocidos de toda la vida!) reaccionó primero con admiración y luego con desconcierto: "¿No es éste hijo de José?" La gente vio en Jesús a un "hijo de vecino"; y no vio al Espíritu que estaba sobre él, que lo había ungido, y llenándolo de su fuerza lo había conducido al desierto, del que volvió victorioso sobre el Tentador. ¿Por qué no podían creer en Jesús sus paisanos? Esperaban que el mesías anunciado por Isasías fuera alguien de poder, grandioso, espectacular. Jesús replicó a su gente con el ejemplo de dos extranjeros, personajes del Antiguo Testamento: la viuda d

El Espíritu de Dios está sobre mí

Este fin de semana es especial para mí. El sábado recibiré el ministerio presbiteral (ordenación sacerdotal), y el domingo presidiré por primera vez la Eucaristía. Muchas emociones que han venido conforme se acercan los días, y las que vendrán, cuando vuelva a encontrarme personalmente con muchos de ustedes. El evangelio de la eucaristía de ordenación está tomado de san Juan, 6,1-15. Es un texto que yo escogí. Es la multiplicación de los panes según este evangelista, y en él se hacen notar dos detalles que no presentan los relatos paralelos de los otros evangelios: la generosidad de un muchacho que pone en las manos de Jesús lo poco que tiene, cinco panes y dos peces, que son nada ante tanta gente. El otro detalle es que se trata de panes de cebada: el pan de los pobres. Compartir generosamente desde la propia pobreza. Eso quiero. Es lo que tengo, lo que soy y lo que pongo en las manos de Jesús,y que Él lo bendiga y lo comparta con quien lo necesite. El evangelio del domingo está tomad

Vino nuevo

Juan 2,1-12 Se trata del episodio de las bodas de Caná. Un pasaje conocido porque Jesús convirtió agua en vino, cuando la fiesta de una boda peligraba porque el vino había se había acabado. Litros y litros de agua convirtió Jesús en vino. ¿Para qué, si los invitados estaban ya borrachos? La boda es una alianza de amor. Y en la Biblia, las bodas son símbolo de la relación de Dios con su pueblo, relación que debe ser de amor; aunque a veces sentimos hacia Dios todo menos amor: miedo, ira, juicio, ... Así pasa cuando vamos a misa "porque es mandamiento", para "cumplir", y no para compartir y celebrar al amigo/amado/amante. Cuando no hay amor, no hay boda, ni hay fiesta. Símbolo de este amor: el vino. Boda rara la que describe Juan, donde los novios no son presentados, los invitados saben más que el encargado de la fiesta, y sólo los servidores saben de dónde procede el vino. Rara la boda. Poniendo un poco de atención, los signos y el lenguaje de Juan revelan el sentido

El bautismo de Jesús

Lucas 3,15-16.21-22 Este domingo la Iglesia celebra el bautismo del Señor, y con esta solemnidad termina el tiempo de navidad. El pasaje del evangelio nuevamente nos pone en contacto con la persona de Juan, el Bautista. En griego, "bautizar" significa "purificar". Juan llamaba a un bautizo o purificación de los pecados por medio de agua, pero anunció también a Aquél que habría de purificar por medio del Espíritu Santo. Ver que Jesús se forma entre los que van a bautizarse o purificarse, y que de hecho es bautizado por Juan, suscita sorpresa e inquietud: ¿De qué pecados podría purificarse Jesús? ¿Qué sentido tiene su bautizo? El relato del evangelio nos da algunas respuestas: En primer lugar, el bautismo es para Jesús una experiencia de encuentro íntimo con el Padre, que en el bautismo llama y reconoce a Jesús como hijo suyo muy amado. En segundo lugar, el bautismo es para Jesús también una experiencia de encuentro profundo con el ser humano; un gesto de fuerte solid

La Epifanía del Señor y los Reyes Magos

Este domingo 3 de enero la Iglesia celebra la fiesta de la Epifanía o manifestación del Señor Jesús, una fiesta que antiguamente se celebraba el 6 de enero, y que ahora se celebra el domingo siguiente al año nuevo para favorecer la participación de la gente en la celebración eucarística. La fiesta de este día toma su nombre de la lectura del evangelio: san Mateo 2,1-11, que nos narra la adoración que de Jesús hacen los llamados "reyes magos" o "santos reyes"; que no eran reyes ni eran magos en el sentido de que hicieran magia o aparecieran juguetes en la noche del 5 de enero para los niños que se portan bien (lo que puede ser muy formativo para los papás, pero no es muy evangélico que digamos, pues Dios no discrimina y hace salir el sol sobre buenos y malos). Se trata más bien de astrólogos, gente que ponía toda su inteligencia y todo su empeño en encontrar el sentido de la vida en el estudio de los astros. Pues bien, estos "magos" evidentemente no pertene

María, madre de Dios, y el año nuevo

Núm 6,22-27 Primero de enero, año nuevo, y solemnidad de santa María, madre de Dios. La primera lectura de este día es una antigua fórmula de bendición, que el texto mismo remonta a los días de Moisés: "El Señor te bendiga y te proteja; el Señor haga brillar su rostro sobre ti y te conceda su favor; el Señor te muestre su rostro y te dé la paz." Una lectura muy adecuada para los dos motivos de fiesta de este primer día del 2010. Como siempre que iniciamos algo, invocamos la bendición de Dios y su protección. Reconocemos que todo cuanto inicia procede de aquél que es Dios de Vida y de la Historia. Esto inicia porque Él está con nosotros, Él es quien nos ha llamado al camino y quien nos impulsa a caminar; Él mismo es nuestro camino. Él nos bendice porque de Él sólo proceden palabras buenas; y de Él sólo se pueden decir buenas palabras. Iniciar el año nuevo supone haber concluido, superado el año anterior. Supone que, en medio de cuantas dificultades hemos vivido, el amor de Dio