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Mostrando entradas de junio, 2015

Sin asco y sin miedo

Marcos 5,21-43 Un día se encuentra Susanita en el parque, discutiendo con un niño por ver quién gana el columpio. Dice Susanita, aferrándose a una cadena del columpio: ¡"Tú llegaste primero, pero yo soy mujer!" Le responde el otro: "¡Mujer! ¿Y con eso, qué?" "¡Cómo que qué, degenerado!", le responde Susanita, "que estás descolumpiando a tus madres, esposas, novias, hermanas..." Alguna vez había que darle a Susanita la razón a Susanita. Y es que, ¿quién querría ser mujer en una sociedad que discrimina y mata a las mujeres?, ¿quién querría ser indígena en una sociedad que discrimina a los indígenas y se burla de ellos?, ¿quién puede vivir con honestidad su homosexualidad en una sociedad y en una Iglesia que los rechaza? La narración de Marcos es elocuente y dramática. Una mujer que lleva doce años enferma de flujo de sangre. Todos los fluidos que salen de los orificios humanos provocan impureza. Una mujer en los días en que está de malas es

Hijo del Padre, Hijo de José, confianza en la tormenta

Marcos 4, 35-41 En La sombra del viento , de Carlos Ruiz Zafón, un librero lleva a su hijo a conocer un lugar misterioso y secreto en el medio de los libreros: El Cementerio de los Libros Olvidados. Ahí, el papá dice a su hijo, animándolo para escoger un libro de los que ahí se encuentran: "Este lugar es un misterio, un santuario. Cada libro, cada tomo que ves, tiene un alma. El alma de quien lo escribió, y el alma de quienes lo leyeron y vivieron y soñaron con él. Cada vez que un libro cambia de manos, cada vez que alguien desliza la mirada por sus páginas, su espíritu crece y se hace fuerte." Los evangelios son libros que tienen su propia alma, su propio espíritu, el espíritu de Jesús. Y cada vez que deslizamos nuestras miradas por sus páginas, nuestros espíritus crecen y se hacen más fuertes. Eso pasa con páginas como ésta, en la que al final nos preguntamos quién es éste, a quien hasta el viento y el mar obedecen. Mi respuesta en este día del padre, es que Jesús es el

Semillas en manos de Dios

Marcos 4,26-34 Cuenta el evangelio que estaba Jesús enseñando a la orilla del lago, pero acudió tanta gente, que tuvo que subirse a una barca y sentarse en ella, mientras la gente permanecía en tierra. A mí me cuesta trabajo imaginar cómo es que se haría escuchar Jesús, quizá tendría pulmones de bebé, porque uno de adulto no tiene la fuerza tronante de un niño que llora. Lo cierto es sentado desde la barca enseñaba. Yo me lo imagino de pie, junto a la amurada, moviendo las manos, formando con ellas en algún momento una bocina sobre su rostro, pero el evangelista dice que enseñaba sentado, quizá sólo para subrayar la verdad y la dignidad de su enseñanza, pues los maestros enseñaban sentados. Siendo como eran, gente del campo, los oyentes de Jesús no tendrían mucha dificultad en comprender su enseñanza. Y se irían a dormir contentos y dignificados, sabiendo que Dios, el Creador de todo cuanto existe, era como uno de ellos, como un campesino, que arroja sus semillas a la tierra. Y

"Ni con agua bendita..."

Marcos 3,20-35 Un día estando cómodamente sentado en un sillón reposet, me dijo un amigo que me acompañaba, luego de buscar afanosamente por ambos lados de su sillón la palanca para reclinarlo: "¿Cómo echa uno aquí las patas para arriba?" Le contesté que sólo tenía que inclinarse hacia atrás con un poco de fuerza, y listo. Y así lo hizo. "¡Dios mío!", comentó, "¡estas cosas son del diablo!" Algo así nos narra la escena de Marcos. Atribuir al diablo, como si fuera un mal, lo que es de Dios. Casi al inicio del evangelio hemos visto al Espíritu Santo descender sobre Jesús en su bautismo; fue impulsado por él al desierto; con su poder venció las tentaciones; llamó a sus primeros seguidores; enseñaba en la sinagoga; curó a la suegra de Simón y al leproso que le salió furtivamente al camino; perdonó a los pecadores, al paralítico un sábado en la sinagoga; comió con los pecadores en la casa de Leví, el pecador público que cobraba los impuesta para Roma; qu