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Mostrando entradas de enero, 2018

"A mí también"

Marcos 1,21-28 Por supuesto que no es el único, pero el “me too”; es decir, “yo también” o “a mí también” más emotivo que he escuchado, es el de Oprah Winfrey, periodista, actriz y conductora de televisión, el pasado 7 de enero, en que recibió el Globo de oro como reconocimiento a su trayectoria. Semanas atrás, el 15 de octubre de 2017, la actriz neoyorkina Alyssa Milano lanzó un twitter cuya finalidad era la de ayudar a concientizar sobre la magnitud del acoso y el abuso sexuales que sufren día a día las mujeres. Ella lo hacía público e invitaba a mujeres víctimas de ello a responder con dos palabras, “me too”, “yo también”. En menos de dos semanas, un millón setecientas mil mujeres de ochenta y cinco países habían respondido “yo también”. La campaña en cuanto tal inició en 1996, con la activista afroamericana, también neoyorkina, Tarana Burke. Esa noche del 7 de enero, en un bellísimo y conmovedor discurso de nueve minutos, Oprah Winfrey habló contra el racismo y el acoso se

Lentes nuevos

Jonás 3,1-5; Marcos 1,14-20 Dudé entre que fueran rojos o azules, mis lentes nuevos. Así que me probé unos y me probé otros, mientras me lamentaba haber ido a la óptica aprovechando las circunstancias en lugar de planear una visita invitando a alguna de mis amigas sinceras, para que, literalmente, me dieran su punto de vista. Pero ya estaba ahí, y los dos armazones me gustaban mucho. A ti qué te parece, pregunté al joven que me amable y pacientemente me atendía. Entrenado para su labor, me sugirió comprar los dos. Descartada esa posibilidad, me dijo que el color rojo, color vino en realidad y quizá por eso se me hacían más tentadores, transmitía autoridad, fuerza, lo cual me vendría bien si trabajaba yo en una oficina y particularmente si era el jefe, como para dejar en claro desde la primera impresión quién mandada. En cambio, los azules, dijo, son más combinables, con un traje son serios, sin traje son casuales; y el color es muy amigable. Probándome unos y o

El conjuro de amor eterno

Juan 1,35-42 El pequeño Max vivía en Los Ángeles y buscaba al gran Zabattini, famoso mago de la infancia de su padre, para que realizara su conjuro de “amor eterno”. Supo de él cuando su padre finalmente se fue de la casa, un día en que, al volver de la escuela vio en su casa mexicanos por todas partes. Max, impotente, frustrado, enfurecido, salió de casa, bajó corriendo los escalones de la entrada y se tropezó con una de las cajas de mudanza, cuyo contenido se esparció en el jardín. Fue entonces que vio sobre el pasto un disco de acetato en cuya portada leyó: El gran Zabattini. Sus mejores trucos . Le llamó la atención la lista de los trucos que venía al reverso de la cubierta de cartón, y al final de la misma, tras “Los milagros del faquir” y “La magia de los sapos”, “El conjuro de amor eterno”. Una leve esperanza brilló en la desolada noche de su corazón. Si conocía el conjuro, si podía repetirlo, pronunciarlo en voz alta, palabra por palabra, entonces sus padres volverían a am