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Mostrando entradas de abril, 2018

Sin ti, nada podemos

Juan 15,1-8 Una de las secuencias que más tristeza, coraje, impotencia, frustración y todo junto me produce en la saga de Harry Potter, es la secuencia en que, traicionado, muere asesinado el Profr. Dumbledore. Aunque no fue propiamente su maestro en el salón de clases, pero sí como Director de Howarts, la escuela de magia y hechicería, Dumbledore transmitió toda su sabiduría de magia y el uso de artilugios mágicos a Harry; fue un gran maestro. Y también lo quiso y fueron grandes amigos. Por eso nos queda la doble desazón de qué hará Harry Potter en adelante, sin la sabiduría de su mentor y sin la calidez de su amistad. También Merlí, el Merlí según la usanza catalana. Es un gran maestro. Pero también llega el momento en que se vuelve un gran amigo de algunos de sus alumnos, del Pol y del Iván, incluso de Bruno, su hijo, en una memorable secuencia antes de que éste se fuera a Roma. Suele pasar. También pasa con Jesús. En su evangelio, el Discípulo Amado nos narra lo que aconte

Otra manera de ser Pastor

Juan 10,11-18 Vivimos días en los cuales decir a alguien que es parte de “la borregada” es una manera de insultarlo. Más en estos días que son de año electoral en nuestro país. Es comprensible, entonces, que no estamos en el mejor contexto para hablar de pastores. En los días de Jesús, además, hablar del rebaño era hablar del pueblo mismo; y hablar del pastor, era hablar de sus dirigentes, de sus gobernantes, de sus líderes. El largo discurso de Jesús sobre el Buen Pastor a los fariseos tuvo lugar luego de la curación del ciego de nacimiento; es un reproche de Jesús a los líderes del pueblo, que acosaban y perseguían al que había sido ciego, en vez de alegrarse por su curación. No amaban a su pueblo. Suele pasar. En contraste, Jesús se presenta a sí mismo como el pastor por excelencia. Varios pensamos que el futbol es una parábola de la vida real, que la cancha refleja nuestra manera de vivir. Hablando de futbol, hay en el mercado una muy inspiradora biografía de Pep Guardiola, em

Tocar su Carne

Lucas 24,35-48 Parece casi un ligador profesional, Merlí; un seductor incorregible; uno no sabe si censurarlo o tenerle envidia. A la joven maestra de inglés, Laia,  a quien antes ha dicho que las mujeres jóvenes como ella necesitan andar con hombres mayores, le pide, cuando ésta manifiesta sus reservas frente a un previsible acto de infidelidad, dejar lo que él llama ¡“la culpa judeocristiana”!, de la que piensa, igual que Mafalda, que se trata de alguien ajeno a uno mismo. Un día Mafalda dijo, consternada, a su mamá: “Tomá, pensaba quedarme con el vuelto de la panadería para comprarme caramelos, pero no pude.” Después, airada, prosiguió: “¡Y todo por el maldito inquilino que empezó con que  eso está muy mal , y que  eso no se hace , y qué se yo!” “¿Inquilino?, ¿qué inquilino?”, preguntó su madre. “Ese que uno tiene adentro”, respondió ella.  No me quiero imaginar lo que hubiera respondido a Merlí Bárbara Andrade, que de Dios goza (murió en el 2014), de la que un compañero vi

Quitarse los miedos

Juan 20,19-31 Parece que habla de miedos, pero también habla de dudas, este relato del Cuarto Evangelio. Los discípulos encerrados por miedo. A los judíos, subraya la narración, un miedo lógico, si pensamos que a Jesús, su Amigo y su Maestro lo han matado en una cruz, con todo lo que eso significa, hacía apenas un par de días de días atrás. Como discípulos, corren el mismo peligro que su Maestro; además, se encuentran en Jerusalén, donde ellos como Galileos son mal vistos. Basta recordar el comentario de Natanael cuando escuchó de Felipe que había encontrado al Mesías, que era Jesús, el hijo de José, de Nazaret, y la primera respuesta de Natanael fue: “¿Acaso de Nazaret puede salir algo bueno?” El miedo, entonces, está justificado, es comprensible. Pero no es aceptable; el miedo asfixia, el encierro mata. Lo único que destruye el miedo y puede sacar a los discípulos de su encierro es la presencia de Jesús resucitado en medio de ellos, no como alucinación ni como un fantasma. E

Pascua: ¡Ábreme la noche!

Pascua Contemplaba ayer a Jesús en la cruz, en el extremo del amor, y venía el canto de Juan Luis Guerra: “¡Ábreme la noche y ven a ver, cómo te puedo querer: eternamente! Murió como vivió: amando. No podía ser de otra manera. Amó siempre al extremo y contra todo: al leproso y a las prostitutas, a los pobres y a los marginados; a los pecadores y también a sus amigos. Anunció la buena nueva de un Dios que es Amor y que siempre viene a nuestro encuentro, como el pastor que sale a buscar la oveja que se le había perdido, aunque tuviera a otras noventa y nueve en el rebaño; como la mujer que barre la casa y no descansa hasta encontrar la moneda que le faltaba, aunque tuviera nueve más en la bolsa. Como el pastor y la mujer, Jesús hizo fiesta por el gozo de reencontrarse con aquellos que salió a buscar.   Por esta manera de amar fue acusado de blasfemo; por esta manera de reorganizar la sociedad, desde el amor y la libertad, desde la compasión y la inclusión, desde la solidaridad