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Mostrando entradas de diciembre, 2009

El canto de María

Más que un comentario, lo que les comparto es una noticia. Esta mañana fui a con nuestro nuevo Provincial, el P. Tomás Bravo Zamora. El asunto: recibir la respuesta a mi solicitud de ordenación presbiteral o sacerdotal. La respuesta ha sido positiva, y pronto les compartiré más información. De ahí me fui al centro, y entré a la eucaristía. Y di gracias al Señor con el canto de María, que fue la lectura del evangelio de este día (Lc 1,46 y sig.): Proclama mi alma la grandeza del Señor, se alegra mi espíritu en Dios mi Salvador, porque ha mirado la humilidad de su sierva...

El Dios que salta de contento

Lc 1,39-45 Seguimos en el tiempo de adviento, pensando ya directamente en el misterio del nacimiento de Jesús, el hijo de María y José, el Hijo único de Dios. Esta escena nos muestra a la jovencita María, recién visitada por el ángel Gabriel, poniéndose en camino para estar con su prima Isabel, anciana y finalmente embarazada: por fin se quitaba de ella el escarnio que había velado su larga vida. Isabel era esposa de Zacarías, sacerdote, quien quedó mudo tras dudar frente al anuncio del ángel de que su esposa le daría un hijo en su vejez,y vivían en Judá, en el centro de la nación. María, por su parte, venía desde los márgenes, desde Nazaret de Galilea. Ambas mujeres representan a su pueblo: el centro, viejo e infecundo; los márgenes, preñados de vida nueva. En ellas, Dios rechaza el obropio y reivindica a los que hasta entonces habían sido mirados con desprecio, al tiempo que ofrece la posibilidad de formar un pueblo nuevo por el hijo de Dios, que se hace hombre en el seno de María.

Troncos secos o semillas del reino

Lc 3, 7-20 Para este tercer domingo de Adviento, la liturgia nos propone leer los versículos 10 a 18 del capítulo tres de san Lucas. La semana pasada nos quedamos en el versículo 6; les pido que leamos la continuación completa de esta escena, y no una parte, para comprender mejor su sentido, según el hilo de la narración. Tras el anuncio de la salvación, el relato nos muestra la predicación de Juan a la gente que venía a ser bautizada por él. Y Juan les decía: "¡Raza de víboras, den frutos de conversión, ya está el hacha puesta a la raiz de los árboles, y los que no den buen fruto, serán cortados y echados al fuego!; yo los bautizo con agua, el que viene los bautizará con Espíritu Santo y fuego." Y así anunciando la buena noticia (menos mal que era buena), los que buscaban a Juan entraban en miedo y preguntaban lo que cualquiera preguntaría: ¿qué tenemos que hacer, para no ir a la chamusquina? Y Juan pedía la solidaridad con el necesitado, y conducir la propia vida con justic

Lupita, mamá de Dios

"Lupita, mamá de Dios, somos tus hijos del alma; no nos dejes de tu mano, ni en tormentas ni en la calma" (verso popular). Imposible no compartir en este día y para mañana un breve comentario sobre la Morenita del Tepeyac. Creo que ya conocemos la historia de las apariciones según la narración del Nican Mopohua. Quiero decir tres palabras a partir de la lectura de una traducción casi literal del náhuatl, hecha por un sacerdote de origen náhuatl, el P.Mariano Rojas. Una palabra sobre el contexto histórico del relato; una palabra sobre el mensaje de la guadalupana en el relato de las apariciones, y una palabra sobre la imagen misma. 1. Cuando en España se discutía si los indígenas eran o no seres humanos, el Nican Mopohua nos presenta a Lupita hablando con Juan Diego en náhuatl, y eso, en el contexto de tan infame discusión significaba que los mexicanos eran humanos, puesto que los animales no hablan; y no sólo eso: mientras el conquistador dudaba que fueran humanos, en Lupita

El Dios fiel a sus promesas

Lc 3,1-6 Jerusalén, año 587 a. C. El rey Nabucodonosor de Babilonia tiene rodeada la ciudad con sus tropas. Al interior del país, entre el hambre que comienza a diezmar a la población, las voces de los profetas han denunciado la pronta caída de la ciudad en que Dios habita porque el Pueblo le ha sido infiel y ha preferido las alianzas políticas en vez de confiar plenamente en el Señor. Jerusalén, la antigua esplendorosa capital del reino de David y Salomón, es finalmente humillada y arrasada; el Templo, completamente destruido; los judíos, derrotados y vejados, han sido deportados a Babilonia. Por las calles se respira llanto, dolor, luto y desolación. En Babilonia, el pueblo desterrado sigue siendo humillado; los opresores les piden que los diviertan y canten para ellos los cantos de Jerusalén. A las orillas de los ríos de Babilonia, los judíos llorarán su suerte. Piden al Señor: "Haznos volver a ti, y volveremos a la tierra que tú mismo nos habías dado". Babilonia, 50 años