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Mostrando entradas de julio, 2016

Dinero y riqueza

Lucas 12,13-21 Oxfam, una organización internacional que agrupa a diferentes organismos no gubernamentales, y cuyo nombre viene de Asociación de Oxford contra el hambre, estimaba a principios de este año, cruzando datos de diferentes instituciones y publicaciones como Forbes, que 62 personas tienen tanta riqueza como la mitad de la población mundial; es decir, los 62 más ricos tienen tanto como tres mil setecientos cincuenta millones de personas. Según Oxfam, estamos hablando de 53 hombres y 9 mujeres que, en conjunto, poseen aproximadamente 1.76 billones de dólares, equivalentes, con base en estadísticas de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico, a 154 mil veces el valor de lo producido en México durante en el 2015. No hacen falta muchas matemáticas para darse cuenta que hay personas que en unos días ganan más que un país en un año. La situación, según la misma Oxfam, lejos de suavizarse, se va agudizando con el paso de los años, de tal manera que hoy en día

"Sólo le pido a Dios..."

Lucas 11, 1-13 Todo fue cosa de que externara yo, a los cinco o seis años mi precoz anhelo de ser sacerdote, para que mi abuelita paterna me diera el doble de domingo que daba a mi hermano mayor. En una ocasión, franco augurio del economista que algún día habría de ser gracias a la UNAM, presupuesté en voz alta el gasto de mi domingo y, como ya la tarde de ese domingo terminaba y no veía yo mi moneda, estiré la mano y se la pedí a mi abuelita. La mano estirada recibió la moneda pedida; y unos minutos después, en el carro de regreso a casa, todo yo recibí tremenda regañada: si quería algo tenía que trabajar y ganármelo, porque sólo pedir y estirar la mano era de flojos y una vergüenza. Nunca olvidé la lección. Quizá por eso me cuesta trabajo aceptar que Jesús sea promotor de la llamada oración de petición. Quizá por eso, y porque más de una vez en la vida de niño y de joven pedí a Dios cosas que nunca llegaron; que mi madre, por ejemplo, no muriera después de la complicación qu

A los pies del Señor

Lucas 10,38-42 Hajime y Shimamoto se conocieron de niños. Protagonistas de la novela Al sur de la frontera, al oeste del sol, asistieron a la escuela; ambos son hijos únicos, y eso los unió con una empatía tal que Hajime compartió sus gustos por la música y la lectura, y aprendió incluso a caminar al ritmo de su amiga, coja. Pero terminan la primaria y ambos se separan, al inicio de la adolescencia. Es Hajime quien nos cuenta la historia. Sus evocaciones de Shimamoto a lo largo de los años que siguieron nos llevan a comprender que no se trató de una simple amistad de niños, sino la germinación de un amor más intenso y profundo.  Más de quince años más tarde, Hajime encuentra en la calle a una mujer coja que camina como lo hacía Shimamoto; de la cintura para arriba parecía no estar coja, sino que iba un poco más lentamente que los demás; hacia abajo, sabe llevar la curvatura de su pierna con elegancia. Vestida con abrigo y lentes de sol que le cubren medio rostro, maquillado, Haj

Escritores de misericordia

Lucas 10,25-37 21 de octubre de 1859, una de la mañana. El chocolate que le sirven no le quita ni lo amargo ni lo frío del miedo que sentía. El P. Vilaseca, cuando ni se imaginaba que sería fundador de los josefinos, junto con otros vicentinos, fue enviado a dar misiones en Monterrey y sus alrededores. Había partido hacia allá en carreta el 29 de septiembre. Hasta Matehuala el viaje había sido cansado, pero con momentos agradables, y sólo un contratiempo mayor: el eje roto de una rueda de la carreta a la altura de Santa María del Río. Pero pasando Matehuala el viaje adquirió un matiz sombrío: bandas de indios salvajes se dejaban caer de cuando en cuando por el camino, asaltando y matando a los viajeros. Para el viaje que iban a emprender los misioneros en esa madrugada, apenas tomaran su chocolate, el pueblo de El Cedral, donde habían descansado unas horas, puso a disposición de ellos una escolta para su seguridad, formada por un anciano "de casi un siglo de vicisitudes",

Gran Maestro: ¡lo recuerdo perfectamente!

Lucas 10,1-24 "¡Oh sí, lo recuerdo perfectamente!" Generalmente así doblan al español las voces de documentales gringos que recogen testimonios. Yo recuerdo a Raulito, en realidad el Dr. Raúl Herrera, que en el ciclo escolar 2001-2002 dio el curso de Crítica del conocimiento en la Pontificia y yo fui su alumno.  Joven, tendría entonces la edad que tengo yo ahora, menudo, de mezclilla y mangas arremangadas, vaso de unicel con café en la mano derecha, mochila al hombro entrando al salón, cara redonda, cabello negro, crespo, ceja poblada, barba que hoy se dice de tres días, lentes de armazón negro de pasta, y una inquietante mueca irónica por sonrisa, que con sus amigos cambiaba por una más amplia, escandalosa y sincera. Lo recuerdo perfectamente. Era un maestro extraordinario al que  reverenciábamos a sus espaldas. De modales hoscos al repartir exámenes calificados con las notas más bajas: 0.7, 1.4, 3.8. Quizá la nota numéricamente más baja de mi formación es el 9.1 de su ex