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Mostrando entradas de junio, 2013

Vida y evolución

Lucas 9,51-62 Una doble escena la de esta secuencia narrativa. Leo las dos desde la misma clave: el futuro de Dios. En la primera escena, Jesús va de camino a Jerusalén, debe pasar por Samaria, pero los samaritanos lo rechazan: judíos y samaritanos defendían como único lugar para adorar a Dios su propio templo; entre unos y otros, existe una enemistad religiosa. Dos de los discípulos de Jesús, los hermanos Santiago y Juan (de los que por el evangelio de Marcos sabemos que Jesús los llamaba  hijos del trueno ) se ofrecen a invocar fuego del cielo para castigarlos; pero Jesús los reprendió. En la segunda parte, hay un triple diálogo de Jesús con tres personajes distintos, anónimos y no descritos, con la clara finalidad de que cada lector se identifique con uno de ellos o con los tres. El primero se acerca a Jesús lleno de entusiasmo y le promete seguirlo toda la vida, con la misma pasión con que uno entra al seminario o da el sí ante el altar. Jesús le pone los pies en la tierra

Y, ¿quién digo que soy yo?

Lucas 9,18-24 La escena tiene como centro la pregunta por la identidad de Jesús. A diferencia de la manera en que Marcos y Mateo nos la cuentan, en cuyas narraciones Jesús lanza la pregunta mientras va de camino con sus discípulos, en Lucas Jesús lanza la pregunta mientras estaba orando a solas y sus discípulos se le acercaron. El evangelio no comenzó con esta escena. La pregunta de Jesús a sus discípulos acerca de su identidad quiere ver si ellos, y nosotros como lectores del evangelio y también seguidores suyos, hemos comprendido cuanto hemos visto a lo largo de la narración. De hecho, el primero que se preguntó por la identidad de Jesús fue el rey Herodes, y no parece que haya comprendido. La deliberada relación que hace Lucas de la oración con la pregunta por la identidad de Jesús, me lleva a pensar que la pregunta también tiene la intención de saber si se ha comprendido la identidad del Padre que Jesús nos ha revelado. Me imagino que Lucas quiere dejar claro, en primer lu

Amor, perdón y pecado

Gálatas 2,16-21; Lucas 7,36,-8,3 La escena del evangelio, y toda la liturgia dominical, habla del infinito amor de Dios, el amor todo lo perdona, ya lo decía san Pablo, aunque no faltará quien quiera corregir a san Pablo y ponerle límites a l amor de Dios, y complete la frase: "si se arrepiente", "si hay sincero propósito de enmienda". De lo que sí no hay duda alguna, es de que la escena habla de amor, no de pecados; más aún, del amor como una realidad que está por encima de todo pecado.  Jesús entra como invitado a una comida en casa de un fariseo, llamado Simón. Todo comienza cuando  una mujer, pecadora pública, entró en la casa con un frasco de perfume y se puso a los pies de Jesús, los lavó con su llanto, los secó con sus cabellos, y los ungió con perfume. Frente a esta escena, el fariseo pensó que si Jesús fuera un profeta, es decir, que si realmente viniera de Dios, sabría la clase de mujer que era la que lo estaba tocando, una pecadora. Entonces Jesús,

Las viudas de Naím

Lucas 7,11-17 Todos hemos vivido una situación así. Una multitud acompaña a una mujer viuda a enterrar a su hijo único. El narrador nos ha aclarado que iba mucha gente. Va rodeada de gente, pero la verdad es que camina sola, los demás caminan junto a ella hacia el cementerio; pero con su corazón desolado, ella camina hacia arrastrando los pies hacia la muerte, nadie la comprende; en breve, cada uno se irá a su casa, y ella irá adonde no la espera nadie, nadie preguntará por ella, nadie se hará cargo de ella; la Ley le garantiza poder comer los granos que tiren los campesinos, pero si no come, a nadie le importará. Quizá por su vestimenta, quizá por su mayor cercanía al féretro, quizá por el intenso dolor de su llanto o de su rostro; quizá porque quienes la acompañaban comentaban su desgracia, lo cierto que Jesús supo que se trataba de una viuda a la que la muerte le arrebataba a su hijo único. Y Jesús la vio y las entrañas se le estremecieron, y en su compasión, Dios manifestó su pr

La fe del centurión

Lucas 7,1-10 Una escena de curación bastante curiosa, en la que ni siquiera vemos al enfermo, lo cual ya es suficiente para entender que la curación en sí no es lo importante de la escena. Jesús acaba de terminar su Sermón sobre la llanura, en la que ha expuesto sus enseñanzas sobre el discipulado, comenzando por las bienaventuranzas. Terminando su enseñanza, entró en Cafarnaún, donde vivía un oficial romano, un centurión, que tenía un siervo a quien quería mucho, y como éste estaba muy enfermo y a punto de morir, habiendo oído hablar de Jesús, le envió a unos ancianos judíos con el fin de pedirle que sanara a su criado. Junto con Jesús, el centurión es el personaje principal de la escena. Sabemos tiene un aprecio por el pueblo, según dicen de él los mismos ancianos judíos, pues ha edificado la sinagoga del lugar. Jesús aceptó la petición, y se dirigió a su casa. Estaban cerca cuando el centurión envío una nueva delegación, ahora de amigos, para decir a Jesús que no entrara en s