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Mostrando entradas de febrero, 2014

La otra mejilla

Mato 5,38-48 La frase es muy conocida. Poner la otra mejilla. Forma parte del primer gran discurso de Jesús en el evangelio de san Mateo. La hemos escuchado muchas veces, y parece provenir de las más tempranas enseñanzas de Jesús. Pero en el evangelio de san Juan encontramos a Jesús siendo abofeteado por un guardia del sumo sacerdote la noche de su detención, y a modo de respuesta, Jesús no le ofreció la otra mejilla, sino le lanzó una pregunta que habla de su valentía y dignidad: "Si se hablado mal, dime en qué; pero si he hablado bien, ¿por qué me pegas?" (Juan 18,21-22). Queda claro, pues, que no es la dejadez, o lo que algunos llaman la "mensedumbre" la actitud cristiana que da consistencia a "la otra mejilla". ¿Qué significa, entonces? Poner la otra mejilla es la primera de cuatro enseñanzas de Jesús en torno a la violencia y la venganza. Y más que un freno a la venganza, se trata de un conjunto de actitudes para resistir activamente pero sin vio

La plenitud de la Ley

Mateo 5,17-37 Nos encontramos frente larga sección del no menos largo Sermón de la Montaña. Son palabras que Jesús dirige, pues al conjunto de sus discípulos. Son palabras que siguen a las bienaventuranzas y a las parábolas de la sal y de la luz. No hay que perder de vista el trasfondo sobre el que está escrito este evangelio: la disputa con los judíos tras la destrucción del Templo de Jerusalén en el año 70 (el evangelio fue escrito alrededor del año 80 en Antioquía de Siria); los cristianos están siendo expulsados de las sinagogas, y en el centro de la disputa está la cuestión de quién es el verdadero judío: el que acepta a Jesús como el Mesías, o el que se obedece escrupulosamente la Ley. Hay cosas que siempre se nos pierden de vista. Un día Mafalda y Susanita estaban leyendo juntas en la sala. Susanita leía noticias sobre represión de manifestaciones, pobreza, guerras, hambre, y aventando el periódico al piso, exclamó: "¡Aaaaah! ¡Por suerte el mundo queda tan, tan lejos...!

Sal y luz

Mateo 5,13-16   Se la trata de la inmediata continuación del Sermón del Monte, iniciado con las bienaventuranzas. En esta ocasión, las palabras de Jesús emplean dos imágenes claras y sencillas por sí mismas: la sal y la luz. Lo interesante es la ocasión y los destinatarios de las mismas. No se puede perder de vista que Jesús ha hablado después de fijar su mirada en la humanidad doliente, que lo ha buscado para encontrar alivio a su pobreza y a sus heridas. Y que ha hablado para dar una enseñanza a sus discípulos, misma que ha comenzado con las bienaventuranzas. Es un mensaje lleno de luz y de sabor, de vida y de esperanza para ellos, en primer lugar. A ellos, y a todos sus discípulos, Jesús pide ser sal de la tierra. Y aquí la tierra, entonces, es el escenario donde diariamente se juegan la vida todos aquellos a quienes Jesús ha llamado bienaventurados: los pobres y los que se solidarizan con ellos. Para el público judío de Mateo, la imagen de la sal no viene asociada sólo a la f

La alegría del anciano Simeón

Lucas 2,22-40 La escena se corresponde con la presentación de Jesús en el Templo de Jerusalén cuarenta días después de su nacimiento, coincidente también con la purificación de María, según la Ley judía. El texto habla de un anciano que llegó al Templo no por casualidad, sino movido por el Espíritu Santo. El Señor le había prometido que no moriría sin antes haber visto al Mesías. En efecto, cuando María y José entraron con el niño, Simeón lo tomó en sus brazos y comenzó a alabar a Dios con un hermoso cántico de acción de gracias, en el que Simeón dice al Señor que su siervo puede irse en paz, pues sus ojos han visto al Salvador, al que es Luz de todos los pueblos.   Contemplando la escena con atención, surgen preguntas inquietantes: Realmente, ¿qué vio Simeón? Si realmente ya era muy anciano, es posible que tuviera cataratas además de la vista cansada, un anciano casi ciego, quizá. Sabe que el Niño que tiene en sus brazos es la gloria de Israel y la luz del mundo entero, pero el