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Mostrando entradas de julio, 2015

Compasión: anticipando la fiesta de la vida

Marcos 6,30-34 Como pasó en el resto de la realidad, alguien creyó que se podía tener una mejor comprensión de los evangelios si se leían por pequeños fragmentos. Pero ahora que estamos en los tiempos en que todo se comprende y se aborda de manera integral, holística, vemos lo mucho que nos ayudan las visiones de conjunto. Este pequeño fragmento de la narración de Marcos es una transición entre la secuencia anterior y las que siguen.  Recordemos. Jesús envía a los Doce a predicar la conversión, a expulsar a los demonios y a curar a los enfermos. Y mientras ellos van, el narrador nos cuenta que la fama de Jesús se extendía y que el Rey Herodes oyó hablar de él; como algunos decían que Jesús era Juan el Bautista, Herodes creía que Juan había resucitado. Y entonces se nos cuenta la muerte trágica del Bautista, en el palacio de Herodes, quien lo había apresado. Cómo fue que Juan murió decapitado en medio de una fiesta de noche, en el palacio mismo, donde los comensales eran dignatar

Frarternidad: En camino por la vida

Marcos 6,7-13 Marcos es el más antiguo de los cuatro evangelios. Más antiguos que los evangelios son las cartas de san Pablo. No es un detalle cualquiera. No tendría que sorprendernos, entonces, que los evangelios reflejen más bien el contexto de las primeras comunidades cristianas, en las que tuvieron su origen, más que propiamente el mundo de Jesús y sus primeros seguidores. Sociológicamente hablando, Jesús fue el líder de un movimiento itinerante y carismático de renovación al interior del judaísmo. Él mismo era un predicador itinerante, quizá pasara algunas temporadas de descanso o de formación a sus discípulos en Cafarnaum, quizá en la casa de Simón, al que llamó Pedro. Pero él, a diferencia de las aves, que tenían nidos, o los zorros, que tenían madrigueras, él no tenía ni dónde reclinar la cabeza.  El centro de su predicación era el reino de Dios; lo anunciaba con obras y palabras. Era lo que pedía a sus seguidores. Tras la muerte y resurrección de Jesús, surgió una inqui

Los Ángeles azules o el divino Dalí

Marcos 6,1-6 El viernes pasado fui en la noche a Bellas Artes. Se acababa de anunciar que dada la tumultuosa asistencia para admirar las exposiciones de Leonardo y Miguel Angel, se ampliaba el horario hasta las 10 de la noche. Supuse que la noticia todavía no corría como reguero de pólvora, y cuando llegué al vestíbulo y vi que apenas había gente en la taquilla mis ilusiones se inflaron. Lástima. Ya no había boletos. Con el fin de paliar mi decepción, fui con mis amigos a cenar a un lugar donde había enormes pantallas. De pronto se proyectó la imagen de una orquesta y el director comenzó la sinfonía, ya estaba yo sorprendido de la calidad de la música en un lugar de antojitos, cuando lo que siguió no fue una sinfonía clásica, ¡sino los Ángeles azules, desde Iztapalapa para todo el mundo! Y así nos sucede a veces, también con Dios. Decía san Agustín que “más gozo y admiración nos debe producir el haberse hecho hombre nuestro Señor Jesucristo que las obras divinas que,