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Mostrando entradas de enero, 2013

Liberar la esperanza

Lucas 4,14-21 Es Jesús en la sinagoga de Nazaret. La voz del narrador dice claramente que Jesús regresó a Galilea lleno de la fuerza del Espíritu Santo. Ya en escenas anteriores vimos al Espíritu descender sobre Jesús mientras la voz del Padre afirmaba su amor por su Hijo. Luego vimos al Espíritu llevar a Jesús al desierto, donde venció las tentaciones. Ahora, de regreso en casa, en Nazaret, mostrará a su gente el cambio en su vida. Un sábado acude con los demás a la sinagoga. Quizá hubo algo en su porte, en su mirada, que hizo que se le pidiera a él la lectura de Isaías. Jesús seleccionó el texto. Su manera de leer, la fuerza de su palabra, impactaban. A mí me entristece y me preocupa lo insípidas que suelen ser las lecturas de la  Palabra de Dios en nuestras Eucaristías. Lo que leyó entonces Jesús no nos sorprende a nosotros, lectores del evangelio; a sus paisanos sí los sorprendió. Leyó un pasaje que suscitaba las expectativas del pueblo: saber que había alguien sobre quien d

El vino de Caná

Juan 2,1-12 Con escenas como la de hoy, uno no puede dejar de recordar todo aquello que se escucha en las fiestas y en los convites con las amistades, que qué le falto al difunto (pues ¡salud!), que el que no vino a beber vino, ¡¿a qué vino?! Me vienen también a la mente las muchas horas de compadrazgo y cuatitud que han tomado color y sabor del vino y de sus primos, el tequila y el mezcal. Hay al menos una botella de vino que me espera en Guadalajara. Existe, empero, el otro lado de la moneda; varias veces hemos escuchado aquello de: "si en la borrachera te ofendí, en la  cruda me sales debiendo". Y no hace mucho leí la desgracia de un viejo amigo que clamaba a través de su facebook: "¡Sal, maldita cruda!" Comento todo esto porque el gran protagonista de hoy es ¡el vino!, el vino nuevo y abundante de las bodas de Caná. Hubo una boda en Caná de Galilea y ahí estaba la madre de Jesús. Y a la boda fueron invitados Jesús y sus discípulos. Eso fue tres días despu

La maravilla del bautizo

Lucas 3,15-22 El narrador nos pone la escena en el contexto del bautismo de Juan. Conocemos el origen de Juan, por los capítulos precedentes, sabemos que su nacimiento forma parte del plan salvador de Dios. Después de haber sido testigos de su nacimiento milagroso, tras el embarazo de Isabel, anciana y estéril. Ahora vemos a Juan predicando y practicando en el desierto, en el río Jordán, un bautismo de arrepentimiento, de conversión. El escenario indica que no se trata de un arrepentimiento meramente moral, ni tampoco un escenario inocente. El desierto recuerda al pueblo la experiencia del éxodo, de la liberación de la esclavitud en Egipto. El desierto es un signo que anuncia libertad. Juan, además, bautiza en las aguas del Jordán, el río que el pueblo cruzó guiado por Josué (Moisés ya había muerto), y a partir de que lo cruzó, tomó posesión de la tierra prometida por Dios para su pueblo. El Jordán habla de cumplimiento de la promesa de Dios. No eran días fáciles los que se viví

Estrella de sabios, Luz de Dios

Mateo 2,1-12; Isaías 60,1-6 El conocido relato de los Reyes Magos o Santos Reyes, personajes de los cuales ya he dicho en años anteriores que no eran reyes, ni magos; ni eran tres, y que este número lo dedujeron los "sabios y entendidos" de los tres regalos que llevaron al Niño Jesús: oro, incienso y mirra. Que eran más bien eran sabios cuya sabiduría consistía en leer los astros. No está de más recordar que en la Sagrada Escritura el relato o narración es una manera de transmitir o comunicar un mensaje de fe, y no necesariamente una puntual crónica de los acontecimientos tal como sucedieron. De tal modo que cada relato bíblico es una inseparable fusión de historia, tal como hoy la comprendemos, y de interpretación de fe, fusión que a veces tiende más a la interpretación y a veces más a la historia. Aquí hay que tener claro además que interpretación teológica o de fe no es sinónimo de fantasía, puesto que el símbolo no pertenece al mundo de la mentira, sino al mundo de la