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Domingo de Ramos

Lc 19,29-40 y Lc 22,14-23,56

Domingo de Ramos. Inicio de la Semana Santa. Hoy se tendrá una doble lectura del evangelio. La primera es el relato de la entrada de Jesús en Jerusalén; más de la mitad del evangelio de Lucas narra el viaje de Jesús a Jerusalén, que finalmente culmina. De este pasaje toma el nombre este día. Jesús entra a Jerusalén y la gente lo aclama con gritos y palmas en las manos. Aunque en realidad Lucas no menciona las palmas ni los ramos, pero ni modo de suprimirlos por eso.
Lo importante está en los otros detalles que nos da el evangelio. Primero, Jesús es recibido como rey, pero no se le menciona como tal, no se dice que sea rey; éste título sólo se le dará en la cruz; y no lleva corona, la única que le pondrán después será la de espinas. Segundo, es rey; pero a diferencia de los reyes de la tierra, Jesús no monta un brioso corcel pura sangre, sino un modesto burro que además ¡es ajeno!, este "rey" no tiene ni un burro, mucho menos tendrá un ejército. Tercero, y este detalle es muy bonito, a Jesús la gente le cubre el camino con sus mantos; la misma gente decide hacerlo, no son acarreados, ni son obligados a rendir homenaje a alguien en quien no creen. Cuarto, la gente no le echa porras a Jesús, sino a Dios; este "rey" no es alabado.
Con tal estado de cosas, con tanto barullo y escándalo y gente venida a Jerusalén de todos lados para la fiesta de Pascua, no es raro que los detractores de Jesús se hayan sentido incómodos. La gente recibía como rey a alguien que más bien era una caricatura de rey... que ridiculizaba el poder y la ostentación de los reyes de la tierra y demás dirigentes que abusan y someten al pueblo. Indignados, pidieron a Jesús que callara a sus discípulos. La respuesta de Jesús fue contundente: "Si estos callaran, gritarían las piedras." Interesante este detalle que sólo nos relata Lucas.
Pareciera que Jesús pone de revés todas nuestras ideas sobre el poder, encarnado en la figura del rey. Y es que Jesús nos enseña que la historia tiene un revés; el lado derecho, la historia oficial, la historia de triunfos, logros y conquistas, tiene un lado oculto sobre el que están visibles los hilos que tejen la historia oficial: el revés de la historia es el lado de los vencidos, de los silenciados, de los menospreciados, de los que han sufrido, de los que se han aguantado el dolor, el hambre y la humillación; el lado de todos aquellos que injustamente y de muchas maneras son víctimas de un poder que se ha construido sobre ellos; los despojados de vida y dignidad.
Nuestra historia, puesta al revés, nos muestra los rostros de los que viven al revés de la historia, bajo el vergonzoso lado oculto de la historia. De este lado se puso Jesús no para enfrentarlo al lado "correcto", sino para anunciar su existencia y denunciar lo injusto y trágico de su condición. A nadie le gusta que este lado oculto salga a la luz, porque incomoda a nuestra conciencia y nos impide sentirnos cómodos y satisfechos. Por eso siempre queremos callar las voces y denigrar los rostros que nos salen desde el revés de la historia: los acusamos de "guerrilleros", de "inútiles", de "fracasados", de "muertos de hambre", de "inconformes" y "revoltosos". Quienes mataron a Jesús en la cruz pretendían callarlo para siempre. Vanos los esfuerzos por callarlos, porque el día que todos se callen, gritarán las piedras. Comenzando por las piedras rodadas de sus sepulcros vacíos.

Un fuerte abrazo de Semana Santa

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