Lucas 19,1-10
Yo juzgo por el exterior, no por el interior. No hablo de las personas, sino de los sobres que llegan cada año a la parroquia, para la conmemoración de los Fieles Difuntos, que por fuera tienen los nombres y por dentro el donativo que cada quien quiere ofrecer; los que quieren, que tampoco es obligatorio. Hay quien adorna los sobres; quien acompaña cada nombre con un corazón; quien acompaña con alguna oración; hay quien se ahorra la fatiga y pone la fotocopia de la lista de los años pasados, total son los mismos muertos. Hay quien se acordó de orar por el eterno descanso de los que llegaron a los forenses, y no fueron identificados. Son detalles de compasión, que afianzan la fe en la humanidad. Me encanta percibir, imaginar, las historias de amor y de cariño, de gratitud, que se percibe en las letras. Siento más empatía porque conozco a por lo menos la mitad de las familias anotadas, es bonito para mí, como párroco.
Con todo, eso de juzgar por lo exterior o por lo interior parece deporte nacional. La escena de Zaqueo es interesante. Antes que pensar en el hombre que corre y se sube a un árbol para compensar su baja estatura y ver a Jesús, lo realmente importante es que no es la baja estatura su verdadero obstáculo, sino la gente, que le impide ver a Jesús, quizá no sólo porque es mucha, sino porque era gente prejuiciosa y seguro veían mal a Zaqueo y sentían desprecio de él porque era publicano; es decir, un traidor del pueblo que cobraba impuestos para Roma, y no le importaba estar en contacto con los impuros extranjeros. Lo juzgaron, sin la sabiduría de Dios, además, que ama a todo cuanto existe, y a todos; que si a alguno aborreciera Dios, dejaría en ese momento de existir. Pero Dios es amigo de la vida y de la humanidad, y disimula ver nuestros pecados esperando nuestra conversión. Y eso mismo hay que decir, más de la gente, que de Zaqueo. ¡Gracias a Dios, eso no pasa en mi parroquia con Espíritu de compasión y misericordia! En esta parroquia somos católicos y no aceptamos propaganda de ninguna otra religión, como la anunciada por testigos, servidores, apóstoles y legionarios de la pureza.
Hay parroquias donde quienes traen tatuajes son criticados, y no se les permite dar ningún servicio eclesial, que porque dan mal testimonio, ¡cuando el mal testimonio consiste en no permitir que alguien se acerque al Señor Jesús y comparta con júbilo la buena noticia de su amor generoso para con todos! Zaqueo fue llamado por el Señor, presentó la verdad de su vida al único que podía juzgarlo: “Doy a los pobres la mitad de mis bienes; y cuando he robado, restituyo cuatro veces lo robado”, esperando a que Jesús aquilate la sinceridad de sus acciones. La respuesta de Jesús no es un simple “inocente” o “culpable”. Su respuesta es: “¡Alégrate, que hoy llega la salvación a tu casa!”

¿Hasta cuándo entenderemos que no es pureza, sino amor, perdón, compasión, inclusión, misericordia, lo que Jesús vino a predicar y a comunicar de parte de Dios? ¿Cuándo comprenderos que es esto, y no la pureza, lo que define y edifica al Reino de Dios? ¿Cuándo será que comprendamos que la lógica de la pureza pierde y mata? ¿Con qué cara nos llamamos Iglesia santa y católica, universal, si nos consume el celo puritano y excluyente? ¿Quién va a creer a nuestro anuncio de amor y salvación con actitudes de fanatismo, como las que tenían marginado a Zaqueo? Después de todo, por eso don Pedro Casaldáliga ha insistido que no basta ser creyente, sino también creíble.
Comentarios
Publicar un comentario