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"La poesía no es de quien la escribe". La parábola del sembrador

Mateo 13,1-23

“¡La poesía no es de quien la escribe, sino de quien la necesita!” Con esta lapidaria sentencia, respondió Mario Ruoppolo a Pablo Neruda, el célebre poeta chileno ganador del Premio Nobel de Literatura, exiliado en la isla Salina, en Italia. La versión es de la bellísima película El cartero de Neruda, de 1994. Bella en su historia, bella en su música, bella en su fotografía, bella en sus actuaciones.

Una mujer mayor va a reclamar al poeta porque con sus metáforas, Mario, antiguo pescador enfermizo, tiene profundamente enamorada, “más caliente que una estufa”, a su sobrina, Beatrice Russo. El colmo viene cuando la tía encuentra a la sobrina, en delicada prenda íntima, un poema en el que se la describe desnuda. Y asegura que el cartero la ha visto y la tocado desnuda, porque efectivamente, el poema no miente, ¡así es la sobrina, tal como dice el poema! Cuando la indignada tía se retira, Neruda reclama a Mario el uso de sus versos, ¡y encima el de un poema dedicado a Matilde, su esposa! Mario pide al poeta, su “querido amigo y compañero” que lo ayude en esa situación en la que él mismo lo metió: “Usted me regaló sus libros, me enseñó a usar la lengua para algo más que pegar estampillas, es culpa suya si me he enamorado”. El poeta le responde que una cosa fue regalarle sus libros, y otra cosa autorizarlo a plagiarlos. Entonces vino la respuesta: “¡La poesía no es de quien la escribe, sino de quien la necesita!” “Consideraré de manera adecuada esa declaración sumamente democrática”, respondió Neruda.

Hace ya tiempo que circulan los llamados Mandamientos paradójicos como atribuidos a la Madre Teresa de Calcuta, aunque en realidad fueron escritos por el estadounidense Kent M. Keith, al calor del movimiento estudiantil de 1968. Parece que la Madre Teresa los tenía en una pared de su cuarto, y también se pintaron en la pared de una sus casas para niños en Calcuta. Pero como la poesía no es de quien la escribe, sino de quien la necesita, y estos versos los necesitó la Madre Teresa para el ejercicio diario de la caridad entre los últimos y más pobres de entre los pobres, nada impediría decir que los versos eran suyos. Dicen así:

Las personas son irrazonables, inconsecuentes y egoístas;
perdónalas de todos modos...

Si eres bondadoso, te acusarán de tener oscuros motivos egoístas;
sé bondadoso de todos modos...

Si tienes éxito, te ganarás amigos falsos y enemigos verdaderos;
ten éxito de todos modos...

Si eres franco y sincero, la gente puede engañarte;
sé franco y sincero de todos modos...

Lo que te cuesta años construir, alguien podría destruirlo en una noche;
construye de todos modos...

Si encuentras sosiego y felicidad, podrían envidiarte;
sé feliz de todos modos...

El bien que hagas hoy, muchos lo habrán olvidado mañana;
haz el bien de todos modos...

Da al mundo lo mejor que tienes, y quizá nunca sea suficiente;
da al mundo lo mejor que tienes de todos modos...

Ya ves, a fin de cuentas, todo queda entre Dios y tú;
nunca fue entre el mundo y tú de todos modos...

Susanita no conoció los mandamientos paradójicos. Un día dio a Mafalda la mitad de un turrón. Ella devoró el suyo, mientras Mafalda lo disfrutó lentamente. Viendo que ella ya no tenía, y Mafalda seguía degustando, tronó: “¡Maldita sea mi bondad!” Nadie le dijo: “¡sé bondadosa de todos modos!”

En el lenguaje de la parábola del sembrador, habría que decirlo así: La tierra no siempre es óptima para recibir la semilla, echa la semilla de todos modos. Dejamos de dar porque no nos dieron las gracias, dejamos de perdonar porque no nos pidieron perdón, dejamos de abrazar porque no valoraron nuestro cariño, dejamos de ayudar porque no apreciaron nuestra ayuda, dejamos de esforzarnos porque no llegó la recompensa, dejamos de rezar porque no vino el milagro. Dejamos. Porque usamos la tierra como pretexto cuando el punto era lanzar la semilla por todos lados. Porque no caemos en la cuenta de que lo importante no es la tierra, sino la semilla.

No así con Jesús. El Padre lo lanzó a la historia, como semilla sobre la tierra. Algunos lo acusaron de curar enfermos con el poder de Belcebú, curó de todos modos; le dijeron que el sábado no era para curar, curó en sábado de todos modos; sabía que enviar a sus discípulos a curar y comer con pecadores era peligroso, porque irían como ovejas entre lobos, los envió de todos modos; lo llamaron eunuco, castrado, por ser célibe, fue célibe de todos modos; sabía que tocar al leproso lo haría impuro, lo tocó de todos modos; sabía al llamar a  Mateo que era publicano, que robaba y cobraba impuestos para Roma, lo llamó de todos modos; sabía que cinco panes y dos peces eran insuficientes para alimentar a cinco mil hombres, los bendijo, los partió y los entregó de todos modos; sabía que Judas lo había vendido, y ya vendido lo llamó “amigo” de todos modos. A todos predicó el reino, a los discípulos, a las mujeres, a los escribas y fariseos, a los enfermos, a Pedro y a su suegra; y a Judas. A todos lanz la﷽﷽﷽﷽﷽﷽﷽as mujeres, a los escribas y fariseos, a los enfermos, a Pedro y a Judas. A todos lanzo s lados, sabiendo que lo imporó la misma semilla, porque a todos vio con la misma compasión y para todos tuvo la misma misericordia. Pero no todos respondieron igual. Unos dieron el ciento por uno, otros sesenta y otros treinta. Otros nada. Amó de todos modos.


Algunos quizá se toman muy a pecho calibrar la tierra antes de arrojar la semilla, porque no la consideran digna, porque no ha hecho méritos, porque no ha crecido, porque no es consciente, porque no valora, porque está en pecado. Hay que decirles: Quizá veas piedras, quizá espinas y abrojos; quizá la tierra sea floja, quizá no esté abonada; quizá no sea la mejor. O quizá sí. Pero no importa, ¡arrójala de todos modos! Que la semilla, el amor de Dios, no es de quien lo arroja, sino de quien lo necesita.

Comentarios

  1. Qué texto tan educativo y reflexivo. Me gusta mucho, me hace pensar y repensar algunas situaciones diarias y me parece estupendo para trabajarlo con los niños en la catequesis. Muchas gracias.

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