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Trinidad: Amante, Amado, Amor

Juan 3,16-18

Un día que caminaba por la calle, se encontró Mafalda a Miguelito sentado en la banqueta mirándose angustiado una uña. "¿Qué te ocurre, Miguelito, le preguntó", "nada, ya se me pasará", le contestó. "Pero, ¿qué es?", insistió Mafalda. "Bueno, que siento un poco de angustia en esta uña, eso es todo." Y dejándolo solo, siguiendo su camino con cara de cruel sorpresa, piensa Mafalda para sí: "Que me vengan después con que no hay nada nuevo bajo el sol."
 
Y novedad bajo el sol fue la que trajo el cristianismo con la comprensión de Dios como Trinidad. Mayor novedad me parece la radicalidad con la que afirma sin más que Dios, el único Dios, el verdadero Dios, es Amor. Dios es Amor, amor absoluto, fiel y apasionado. Dios es amor, y cuanto hace y dice expresa su manera de amar, como dejó en claro Jesús a Nicodemo, como lo comprendió perfectamente el Discípulo Amado y lo transmitió puntualmente su comunidad. Como lo confesamos en el Credo, en el que al confesar a Dios como Padre, Hijo en Jesús y Espíritu Santo, confesamos la manera en que Dios ama.
 
Novedad para mí ha sido un hermoso libro de Xabier Pikaza, Teodicea, itinerarios del hombre a Dios, y reflexionar sobre el amor como prueba de Dios. Xabier lo explica comentando unos versos de san Juan de la Cruz:
 
¿Adónde te escondiste,
Amado, y me dejaste con gemido?
Como el ciervo huiste,
habiéndome herido;
salí tras ti clamando, y eras ido.
 
La antigua idea platónica de las ideas perfectas y celestes, de las que guardamos cierta memoria porque venimos de ellas cuando estábamos completos y ahora buscamos nuestra otra mitad; la idea del pecado original como ruptura y expulsión del paraíso, son en realidad intentos por explicar el origen de nuestra existencia: En el principio contemplamos al Amor, el amor del Padre, el primero de los que hoy festejamos, contemplamos como por un segundo al Amor que crea y da la vida, al amor que toma polvo, lo moldea, le sopla, lo despierta, lo pone de pie... y lo deja herido de Amor, gimiendo, por su Espíritu, dirá después san Pablo, anhelando su presencia.
 
Cuando tú me mirabas,
su gracia en mí tus ojos imprimían;
por eso me adamabas,
y en eso merecían
los míos adorar lo que veían.

No quieras despreciarme,
que si color moreno en mí hallaste,
ya bien puedes mirarme,
después que me miraste,
que gracia y hermosura en mí dejaste.
 
Y así, vivir es buscar al Amante, que ofrece su presencia a modo de ocultamiento, y se deja perseguir como el ciervo, para ser el Amado, por el que preguntamos a la creación, que más que prueba es testigo de su paso:
 
Oh bosques y espesuras,
plantadas por la mano del Amado,
oh prado de verduras, de flores esmaltado,
decid si por vosotros ha pasado.
 
La de Dios, dice Pikaza, es una ausencia provocadora, no lo esperamos pasivamente, la marca que nos dejó al darnos la vida, nos lanza tras de Él. Buscamos al Amado como amantes, y podemos amarlo porque estamos imbuidos de y sumergidos en su Amor.

Buscando mis amores,
iré por esos montes y riberas,
ni cogeré las flores,
ni temeré las fieras,
y pasaré los fuertes y fronteras.

Lo buscamos con respeto por la creación, que ha salido del mismo corazón del Padre; con decisión y valentía, fielmente, sin caer bajo las seducciones de los hombres del poder y del dinero.

Sigue san Juan de la Cruz:
 
Descubre tu presencia
y máteme tu vista y hermosura;
mira que la dolencia
de amor, que no se cura
sino con la presencia y la figura.
 
No buscamos cualquier amor, buscamos el Amor que nos ha herido. Dios ama y quiere dejarse amar como Amigo y como Amado. Y no le pedimos ni estabilidad cósmica ni bien concreto, sino sólo que lo hallemos y podamos amarlo. Y cuando lo descubrimos en el amor, morimos porque el amor sólo es amor cuando entrega la vida; no es morir de vejez o de cansancio, sino encontrar sosiego en la plenitud de la vida. Dice Pikaza: "En ese borde de la vida, matar es curar, morir es sanar, pues de esa forma se nace a una Vida que vence a la muerte."
 
Yo creo en este amor porque éste es el Dios en el que creo. Creo que Dios es Padre Amante, porque en su amor nos arrancó del hueco de la nada, y al hacerlo nos dejó heridos de amor; que por esta herida gemimos de nostalgia por la plenitud que nos miró a los ojos; presencia oculta que, discreta, atisbamos cada vez que nos amamos en verdad.

Creo en Jesús, el Hijo Amado, el Amigo, el ciervo, la caza que se dejó alcanzar y, como nosotros, también se dejó herir de amor su costado, y de su herida brotó la vida.

Creo en el Espíritu, el Amor que nos hace gemir de vida cuando nacemos y cuando morimos, el Amor con que llamamos Padre al que nos hirió, y Amigo y Amado al que se dejó herir como nosotros; Amor la fuerza con que nos pone en camino detrás de la plenitud para la que fuimos creados y en la que habitaremos para vivir y amar en plenitud, cuando llegue el momento de paz en que el Amor nos cure la herida, la noche sosegada; la hora en la que nos envuelva el canto de la Fiesta de la Vida, que esperamos aunque no sepamos describirla, su música callada; la hora en que sólo se escuche la voz del Padre que nos llama, la soledad sonora, el momento en que nuestra mirada contemple juntos al Amante, al Amado y al Amor, al Amante que fecundó la tierra, al Amado que partió para nosotros el Pan y desbordó de su Vino nuestra copa, al Amor que nos hace uno en ésta que es la Cena que recrea y enamora. Amén.
 

 

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