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¡Shalom!: la paz de Dios

Juan 14,23-29

Dentro de la trama del evangelio en su conjunto, los versículos que escuchamos son palabras pronunciadas por Jesús la noche de la Última Cena, luego del gesto de amor y de servicio consistente en lavar los pies. Este primer gran discurso de despedida de Jesús está conformado por:

· el anuncio de la traición de Judas,

· el ‘mandamiento’ nuevo del amor;

· el anuncio de las negaciones de Pedro;

· las palabras de consuelo a los suyos ante la inminencia de su partida (“no se inquieten, en la casa de mi Padre hay lugar para todos… Yo soy el camino, la verdad y la vida…”);

· un primer anuncio de la venida del Espíritu Santo como Defensor (paráclito),

· el anuncio del regreso de Jesús;

· el segundo anuncio del Espíritu Santo;

· el don de la paz (shalom);

· el gozo por la misión cumplida.

Las palabras de nuestro texto están comprendidas dentro de los últimos cuatro puntos.

1. El anuncio del regreso de Jesús. Jesús anuncia que volverá, pero se manifestará sólo a quien lo ame de verdad, es decir, a quien cumple su ‘mandato’ de amor. Quien ama de verdad a Jesús permanece fiel a sus palabras, el Padre lo amará, y Jesús y el Padre lo amarán, vendrán a él y vivirán en él. Estas palabras recuerdan el sentido de la Encarnación, ya esbozado al inicio del Evangelio: “Y la Palabra se hizo carne, y puso su tienda entre nosotros”. La habitación del Padre y de Jesús en el creyente no es estática, viven entre nosotros como compañeros de camino (por eso plantan tiendas en vez de construir casas). Ahora se subraya no la movilidad, sino la fidelidad de la compañía del Padre y del Hijo en quien es fiel a las palabras de Jesús, que es Palabra de Dios (Jn 1,1). ¿Qué ha puesto o puede poner en riesgo la fidelidad de nuestro amor a Jesús, amor transparentado en el amor a nuestros hermanos, a la humanidad doliente, a la humanidad que vive de la esperanza?

2. La garantía de la presencia de Jesús y del Padre es el Espíritu Santo, quien vendrá como memoria viva de Jesús, para que se recuerde y se comprenda lo que Jesús ha enseñado. No hay enseñanzas nuevas, pero las enseñanzas de Jesús, en su vida y en sus palabras, nunca están totalmente comprendidas, vamos creciendo en comprensión, y esto es obra del Espíritu Santo. Renunciar a esta tarea, por dogmatismo o por miedo a las equivocaciones o por la razón que sea, es cerrarnos a la acción del Espíritu. Nadie puede pretender saberlo todo sobre Jesús, ni siquiera el Papa, pues así lo confiesa Benedicto XVI en su libro sobre Jesús de Nazaret.

3. El don de la paz. El Imperio Romano justificaba su expansión imperialista en la “paz” que imponía por la fuerza y el sometimiento. La verdadera paz nace desde el amor y la libertad; lo demás es opresión represiva; la sola ausencia de violencia no es paz, pues tras ella se esconden y justifican odios, rencores, deseos de venganza. La paz siempre es una opción del corazón a partir del cual se construye una sociedad nueva; nunca puede ser dádiva o ilusión, ni mucho menos imposición de ningún régimen político. Por eso no existe verdadera paz sin libertad y justicia. Para muestra, basta pensar en nuestro México bicentenario, o la "paz" que quiere defender la gobernadora de Arizona (de veras que hay quien se empeña en desafiar el perdón de Dios).

4. El gozo del creyente. Jesús pide a sus discípulos que no estén tristes por su partida; amar a Jesús debe llevarlos a la alegría, pues Jesús ha vuelto al Padre. Son palabras escritas para una comunidad en contexto de crisis, que se pregunta dónde está Jesús: Jesús ha vuelto al Padre porque ha cumplido su misión y ha vencido al mundo, ¡ha triunfado sobre Roma y demás poderes porque el amor de Dios es mayor que cualquier poder de la tierra! No está vencido, en medio del fracaso y del dolor, el cristiano descubre la glorificación del Hijo Crucificado y sabe que la resurrección del Señor es la garantía de su triunfo. ¿La resurrección de Jesús es capaz de devolvernos el gozo auténtico a pesar de la adversidad? ¿Podrán matarnos la esperanza?

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