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¿A quién iríamos?

Todo comenzó con mucha gente alrededor de Jesús. Unos cinco mil hombres. Todos comieron del pan partido y compartido por él. Todos, y aún sobró pan. Sobraron doce canastos. Doce. Quisieron hacerlo rey, y él se alejó. Los que lo buscaron para que les diera de comer, no lo entendieron. Él los exhortó a buscar del pan que da vida verdadera. Les pidió que comieran su carne y bebieran su sangre, que aceptaran su vida entregada hasta la muerte, que compartieran su destino. Que dieran su propia vida hasta la muerte. Sus palabras fueron duras. Y, sin embargo, sus palabras, dice él, son espíritu y vida. Partir la propia vida, darse a comer, es la única manera de alcanzar la vida plena en Dios. No le creyeron. Lo abandonaron como se abandona a un loco.

Se fueron los que se escandalizaron. Y quedaron, ¡sobraron!, otra vez, doce. ¿Qué pensó Jesús al verse solo, con los mismos de siempre? ¿Qué vio Jesús en las caras de los que le dijeron que su modo de hablar era insoportable? ¿Qué sintió Jesús viendo a los que aún estaban con él? ¿Qué pensarían los que su fueron de aquellos de aquellos Doce que ridícula y obstinadamente se quedaban con aquel "loco" de Nazaret que decía ser el "pan vivo bajado del cielo"? ¿Qué pensaban las hermanas de congregación de la Madre Teresa aquella noche en que dejó su convento para irse a dormir junto a los pobres de Calcuta? ¿Qué pensaron de Mons. Romero, cuantos lo dejaron solo hablando fuerte para defender a su pueblo salvadoreño del hambre y la injusticia, a costa de su propia vida? ¿Qué pensaron de la Madre Dorothy, que salió del primer mundo americano para defender, con su cuerpo y con su sangre, las selvas del Amazonas con los campesinos brasileños? ¿Qué pensamos del ciudadano que prefiere esperar y no dar "mordida"? ¿Qué piensan de los otros los que son "listos" porque supieron "agandallar" a los que "se dejaron"? ¿Qué pensamos de aquellos hombres y mujeres que lo dejan todo, todo, para estar con su Maestro y apasionarse con él en su proyecto del reinado de Dios? Que son locos y tontos, como aquél con quien se quedan.

Ellos, los Doce, sin duda, se sintieron solos. Solos como Jesús. Solos, como solas se sienten las madres que con sus hijos ven partir al esposo "al otro lado", y no lo verán de regreso; solos, como las madres de Sonora que solas siguen existiendo justicia para honrar la memoria de sus niños muertos; solas, como solas siguen esperando justicia y los cuerpos de sus maridos las viudas de las minas de Coahuila; solos, como tantos hombres y mujeres que encuentran siempre las puertas cerradas, porque da miedo recibir a quien alza la voz por los que son callados; a quien por hablar con la verdad porque cree en la verdad y no en la mentira, es perseguido.

A ellos dirige Jesús su palabra. Los cuestiona, y no imagino si triste o enojado; si decepcionado o provocador, o todo junto: "¿También ustedes quieren dejarme?" Y por ellos, por los Doce, y por los "locos y tontos" que han seguido a Jesús y se han quedado con él responde Pedro: Señor, a quién podríamos ir. Tús palabras nos han dado la vida verdadera. Hemos comido y bebido tu carne y tu sangre. En ti el Padre nos ama y nos llama hijos. Por ti nos hemos puesto de pie y miramos de frente. Por ti nuetro barro ha sido moldeado en vasija que se llena con agua de vida; por ti el camino de nuestra historia tiene meta y tiene sentido; por ti hemos aprendido a ganar la vida compartiéndola. ¿Adónde, Señor, si en ti y sólo en ti, encontramos fuerza y alegría para seguir luchando, para seguir riendo, para seguir viviendo? ¿Adónde, Señor, si tú nos vas llenando de vida en plenitud? ¿Adónde iríamos, ¡adónde!, que podamos dejar de vivir como has vivido; que podamos dejar de amar como tú nos has amado?

En el Señor que da vida verdadera, de los "locos" y de los "tontos", un abrazo.

Miguel Angel, mj

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