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Pan para los "impuros"

Mc 7,1-23

Escribas y fariseos venidos de Jerusalén a Galilea se escandalizan porque ven a algunos discípulos de Jesús comer con las manos "impuras". Parece lógico el asunto. Quien tiene las manos sucias, se las lava antes de comer. Es higiene de sentido común y nadie lo pone en duda. El problema no es ése. Lo voy a ilustrar con una anécdota que me sucedió en el taller de lectura y redacción que di este verano. En un ejercicio de comprensión, puse una palabra en el pizarrón, una de esas palabras que comúnmente todo mundo escribe mal. Pregunté a los alumnos si la palabra estaba bien escrita, y uno al instante contestó que sí. "¿Por qué?", pregunté. "¡Porque así estoy acostumbrado a escribirla!"

Costumbre fue que escribas y fariseos creyeran que Dios se relaciona con los hombres y las mujeres en términos de pureza. Te mantienes lejos de la impureza, te mantienes cercano a Dios; entras en contacto con impureza (hombres enfermos, extranjeros... ), entonces necesitas de una purificación para volver a entrar en contacto con Dios. Triste el caso del hombre o la mujer que ve sus manos, ve su cuerpo, ve su vida y su historia, y siente vergüenza porque la costumbre le ha hecho creer que Dios se ha alejado, que Dios le ha retirado su mirada y su cariño. Triste el caso del cuerpo, de la persona, que siente que "mancha" lo que toca y a quienes toca, a quienes quiere.

Triste e indignante el caso del cuerpo social que se avergüenza de algunos grupos suyos, de los grupos minoritarios, los que son y los que piensan diferentes porque "manchan" y denigran el tejido social: los "flojos" que "no quieren encontrar trabajo", los "vagos" que no quieren estudiar; los "depravados" que se buscaron sida; los "revoltosos" que siempre llaman "injusticia" a su "mala suerte"; los que se casaron con "ése" o "ésa"; peor, los "divorciados" y mucho peor si se volvieron a casar. Por "algo" Dios los castiga, por "algo" no los quiere. Triste, y muy indignante el caso de quienes así piensan, y se obsesionan imponiendo normas para ganar y conquistar el favor de Dios, como aquellos a quienes Jesús en el evangelio llama hipócritas.

Dice el evangelio que "algunos discípulos de Jesús comían los panes con manos impuras". Comían los panes. Esto, y no sé por qué, no lo dice casi ninguna traducción a pesar de estar en el texto griego original. Y a quienes comen Jesús los defiende. El evangelio de Marcos, sólo llama "impuros" a los demonios que provocan violencia, dolor, hambre y exclusión social. Y por quienes los sufrieron, y por los extranjeros, y por la mujer cuyo flujo de sangre no cesaba, Jesús se dejó tocar. Él, el Dios hecho hombre, a todos ellos los tocó y se dejó tocar por ellos, y a todos les devolvió la vida digna. Él, Jesús, es el pan que se deja tocar y comer por manos impuras. A él no le importa "mancharse" con nuestra "impureza", como al ciruajano no le importa "mancharse" con la sangre de su paciente; como a los habitantes del DF no les importó ensuciarse con tal de rescatar vidas debajo de los escombros en aquel doloroso 85.

De esto se trata. En Jesús la relación con Dios no se define por la pureza, por los rituales cumplidos obsesivamente, sino por la fraternidad construida, por el corazón solidario que comparte el pan, aunque no tenga las manos "manchadas" por el trabajo del día. Después de todo, en aquel campo abierto, donde comieron 5000 mil hombres, nadie fue excluido ynadie se quedó con hambre, y si nadie se lavó las manos, ni Jesús, ¡seguro que fue porque cerca no había agua! Y seguro también que esa noche Dios durmió feliz y soñó, como sigue soñando, que sus hijos formamos una sola familia y hacemos fiesta para celebrar nuestra fraternidad.

En el Dios que a todos nos ama, un abrazo y feliz semana.

Miguel Angel, mj

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