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Poder mucho o poco, pero querer siempre

Mateo 25,14-30 Los chismes son como las hemorroides. Una día, en Guadalajara, un hermano sacerdote de mi comunidad, que se rio de la ingenuidad con que le ofrecí mi báscula, que aguantaba hasta 150 kilos, me pidió ir a la farmacia. Me dijo: “Dicen que la mitad de los gordos tiene hemorroides; la otra mitad miente”. Y me dio dinero para traerle un remedio para ese problema. Yo soy de la mitad de la humanidad a la que le gusta el chisme, la otra mitad miente. El domingo 15 de noviembre el periódico Reforma publicó un fragmento de Una tierra prometida, las memorias como Presidente de Estados Unidos, Barack Obama. Por supuesto, a niveles presidenciales, el chisme se llama “memoria”. En ellas Obama cuenta que una noche, durante la cena, su hija Malia le preguntó qué haría por los tigres, en peligro por el cambio climático y la cacería. Los tigres, cuenta Obama, eran los animales favoritos de su hija desde pequeña. La llevaban al zoológico en Hawaii para visitarlos y desde entonces lleva y trae consigo un tigre de peluche, ahora muy desgastado. Barack volteó a ver Michelle, su esposa. “Eres el presidente”, le dijo ella. La llamada parábola de los talentos apunta en esta dirección. Aquí talento no significa “habilidad” o “carisma”, como tantas veces nos han dicho hasta el cansancio. Talento es dinero; un talento en la época de Jesús era una cantidad de plata equivalente al trabajo de 16 años. Diez talentos es el dinero ganado en 160 años. En una época donde la edad promedio era de 40 o 50 años, diez talentos equivale al ingreso por el trabajo de tres o cuatro vidas. Hay gente que tiene dinero, como Carlos Slim, y hay gente que tiene poder, como el Presidente de los Estados Unidos, como lo fue Barack Obama. Malia tenía amor por los tigres; Obama tenía poder para hacer algo por ellos. Jesús no nos está diciendo que si quien tiene talento para cantar no canta, empobrecerá al mundo con la ausencia de su bella voz; o que quien tenga talento para preparar tamales empobrecerá al mundo si priva a nuestros paladares de las suculencias de sus tamales. Jesús está diciendo que poco o mucho, todos podemos hacer algo y que eso es la riqueza más grande que tenemos; no nuestras habilidades, sino nuestra capacidad para reaccionar, para hacer algo cuando se puede hacer algo, por los tigres, por el planeta, por los pobres, por el vecino, por el país, por la Iglesia, por las víctimas, por los desaparecidos, por los que han muerto, por los que luchan contra la pandemia, en la cama de hospital o frente a ella. Todos podemos; no lo mismo, pero todos. Falta que todos queramos.
Los que pueden, poco o mucho, y quieren, entran en la dimensión del Reino. Los que pudiendo no quieren, como las mujeres necias de la parábola anterior, siguen viviendo en la oscura y fría dimensión de la indiferencia. Gente que no sirve, más que para estorbar. La parábola invita a reconocer con honestidad a qué parte de la humanidad pertenecemos, a la que hace lo que puede, o a la que miente.

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