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El sueño de Dios

Mateo 1,18-25

¿Qué regalamos en Navidad? Tendría que ser una pregunta divertida, desafiante, pero generalmente se vuelve una pregunta angustiosa, entre otras razones, por el cochino dinero, diría Mafalda, ¡pero cuando estabas de vacaciones no le cuestionabas la higiene!, le respondió Manolito. Lo peor de los regalos es cuando son por compromiso. Lo mejor de los regalos es que hay alguien que piensa en ti, y te conoce, y quiere dar alegría, alegría, a tu corazón, como cantaba Mercedes Sosa.

Salman Rushdie, el escritor nacido en Bombay en 1947, dos meses antes de la independencia de la India frente a Gran Bretaña y cinco días después del nacimiento de mi mamá, y contra quien el Ayatola Jomeiní decretó pena de muerte por considerar blasfemo contra el islam su novela Los versos satánicos —en la que el Rushdie declara ya no creer en él—, regaló una novela a su segundo hijo cuando éste cumplió doce años. No una novela comprada en el mercado, sino una historia que escribió para él: Luka y el Fuego de la Vida. Sin duda, un gran regalo. 

Luka y el Fuego de la vida es la historia de un joven de doce años que tendrá que embarcarse en una aventura a contracorriente para rescatar a Rashid, su padre, del sueño en que ha caído y del que no logra despertar. Rashid es un contador de historias, y a Luka le sorprende que el mundo de fantasía creado por su padre en sus cuentos también exista en la realidad. Se lo dice Nopapadie, el No-ser de su padre, el fantasma de su muerte, que acompaña a Luka en su viaje. “El hombre es un Animal Fabulador y en las Fábulas reside su identidad, su sentido y su esencia vital”. Somos lo que contamos de nosotros mismos. 

Al mundo occidental al que pertenecemos nosotros se ha inclinado por la razón y por los conceptos y por la precisión matemática; en cambio, Oriente ha mantenido su aprecio por el mundo del relato, de los mitos y de los símbolos, de los que tanto desconfiamos nosotros, y a los que con tanta facilidad menospreciamos si su verdad no se corresponde con la verdad historiográfica. Creo que Rushdie es un hombre de ambos mundos. Su narrativa se vale de la fantasía para comunicar las verdades que los fríos conceptos de la razón no alcanzan ni siquiera a rozar. 

Cuando la fe cristiana llegó a Occidente, hubo que traducirla a dogmas de fe, compiladas en las oraciones del Credo. Pero mientras se mantuvo en oriente, nuestra fe se comunicaba por medio del relato. La Biblia es un gran relato formado de muchos relatos. La historia de la humanidad se contaba como si fuese una historia de libertad y de fracasos, pero cuando llegó la plenitud de los tiempos, cuando la humanidad llegó a la madurez que necesitaba, Dios quiso regalarnos una Palabra que nos hiciera capaz de contar nuestra historia de una manera distinta, no como una historia de libertad fracasada a la que había que domesticar por medio de leyes,  sino como una historia de libertad en crecimiento, madurada a fuego lento por el amor. 

En Jesús, Dios nos ha regalado su Palabra y la posibilidad de reescribir nuestra historia, de cambiar los acentos y dar nuevo color a los escenarios y a los personajes de nuestra vida comenzando por nosotros mismos, colores que sólo se aprecian cuando los vemos a la Luz de Dios, como sólo podemos apreciar los colores de lo que nos rodea en casa cuando abrimos las cortinas y las ventanas y descubrimos que el paisaje no es tan gris, como suponíamos. 

San Mateo nos lo comunicó con un relato, ¡de qué otra manera!, que es el evangelio, cuya primera escena es el origen de Jesús, el Mesías esperado, el anunciado por los profetas, hecho carne por obra del Espíritu Santo en el seno de una virgen desposada con un varón llamado José, de la estirpe de David, el paradigma de rey en el Pueblo de Dios. 

Es más, este nuevo relato nos ha sido regalado como un sueño, ¡el sueño de Dios acogido por José en su propio sueño!, es el hombre que hace suyo el sueño de Dios. Es un soñador. El Papa Francisco ha dicho esta semana que san José es un hombre de sueños, pero no un soñador. Supongo que quiere decir que san José sueña, pero no se la pasa dormido. No obstante, esta vez no me gustó la expresión del Papa, a mí me encanta que san José sea un soñador. La gente que se dedica a los análisis fríos y racionales tiende a frenar nuestra esperanza, a poner límites a nuestros alcances; hacen bien su trabajo, es lo que les toca. Pero los soñadores son los que han hecho avanzar la historia. Isaac Newton se nos ha presentado como el primer científico de la modernidad. Para John Maynard Keynes, el economista inglés que compró en una subasta los manuscritos de Newton y los estudió durante varios años, Newton era el último de los magos y de los alquimistas, el hombre que había abierto la puerta de la ciencia buscando la piedra filosofal. Martin Luther King no ofreció al mundo una fórmula para lograr la igualdad, sino un sueño, el sueño de un mundo donde sus hijos no eran tratados por el color de su piel; el sueño de un mundo en que niñas y niños negros unían sus manos con las manos de niñas y niños blancos, como si fueran hermanos. 

¡San José no recibió un dogma, recibió de Dios un sueño, un sueño que se hizo historia, el sueño de una Palabra nueva que hizo posible contar la historia de otra manera, desde los últimos, desde las víctimas! El sueño de un mundo donde los que tienen hambre comen, los enfermos quedan curados, los marginados son incluidos, donde la vida no es una esclavitud sino una fiesta. ¡Un bellísimo sueño!

En Luka y el Fuego de la Vida, Rashid es el padre que duerme, y Noppadie —una combinación de Nadie y papá— es quien acompaña a Luka. Me recuerdan a Jesús y a san José. Mientras que parece que el Padre eterno duerme y está ausente de un mundo que cada vez lo necesita más, san José hace crecer a Jesús, lo hace crecer desafiándolo y le cuenta historias para que el Hijo pueda también un día contar sus propias historias. Luka debe enfrentar en el Río del Tiempo al Anciano de los Acertijos. Nadie lo ha vencido nunca. Pero si quiere llegar al Fuego de la Vida para despertar a su padre, tiene que asumir el reto. Después de todo, ha pasado días y años con su padre jugando a los acertijos. Comienzan con los fáciles, Después vendrán los difíciles. Luka le plantea el enigma de la esfinge: cuál es el animal que en la mañana camina con cuatro patas, a medio día con dos y en la tarde con tres. El Anciano ríe, es el enigma más fácil, todo mundo lo sabe. Pero Luka sabe algo más. Su padre, cuando contaba este enigma, decía que había olvidado la respuesta. Luka comprendió. Poniendo cara de ensoñación, dijo al Anciano: “Tampoco mi padre recordaba la respuesta. Y éste es el mundo de la Magia de mi padre. Y usted es su Hombre de los Acertijos. O sea, es imposible que usted sepa lo que él no recordaba”.

Jesús también lo sabía: ¡éste es el mundo creado por su Padre, y es imposible que actuemos de manera distinta a como Él lo ha creado, lo ha soñado!  Y si hemos sido creados por amor, es imposible que nos olvidemos de él para siempre! Cuando emprende su viaje, Luka observa que ya se mueve pero él no ha dado un paso. ¡El mundo se está moviendo! Luka lo dedujo no de la observación, sino del recuerdo de una lección de un profesor suyo, de pipa y lupa siempre abrigado, el Profesor Sherlok. “Elimina lo imposible, y lo que quede, por inverosímil que sea, es la verdad”. Pero luego pensó Luka: “¿Qué hago cuando es lo imposible lo que queda, cuando lo imposible es la única explicación? […] entonces lo imposible debe ser la verdad.”

En el sueño de José, que es el sueño de Dios; en el origen del embarazo de María, queda lo imposible, la acción del Espíritu de Dios. Para los razonadores, parece imposible el Reino de Dios en la historia, parecen imposibles la justicia y el pan para los pobres, parece imposible celebrar la vida en un mundo constantemente amenazado de muerte, parece imposible que seamos libres de verdad, parece imposible que las mujeres puedan salir a la calle sin miedo, parece imposible que todos los niños jueguen y los ancianos mueran felices y satisfechos en sus camas, rodeados de sus familias. Pero se acerca la navidad y Dios viene a regalarnos su sueño y su Palabra, la posibilidad de ser verdaderamente libres, de ser sus hijos y contar nuestra historia de otra manera, desde la compasión y la misericordia. Así que en estos días, los últimos del adviento, las preguntas más importantes no tendrían que ser qué regalaremos, o qué nos regalarán, sino si seremos capaces, como san José, de recibir y el vivir el sueño de Dios, hasta lo imposible. 




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