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La analfabeta que era un genio de los números, y el hombre que era justo

Mateo 1,18-25

Nombeko se llama la protagonista de La analfabeta que era un genio de los números, novela del sueco Jonás Jonasson; una adolescente huérfana en la Sudáfrica del Apartheid, que sobrevive gracias a un trabajo como vaciadora y limpiadora de letrinas. Para hacer divertido su trabajo, Nombeko comienza a realizar cuantos cálculos se le ocurren en su trabajo: cuántos cubos se vacían por hora, por trabajador, por día; y es así como desarrolla una habilidad racional y matemática impresionante, que estimula su inteligencia y la impulsa a aprender a leer y a ser una lectora compulsiva, todo lo cual le permite sobrevivir a un sin fin de peripecias; es atropellada, mientras iba por vez primera a la biblioteca pública de Johanesburgo, por un ingeniero ebrio contratado por el gobierno sudafricano para la producción de bombas nucleares, y como ella es negra, la justicia está de parte de él, y ella termina siendo adjudicada al ingeniero que la atropelló como empleada doméstica para pagar a él los gastos desembolsados en la curación de ella, a raíz de lo cual será su empleada oficialmente durante siete años, pero en la práctica será su esclava durante más años, porque el ingeniero es un hombre ebrio que no tiene idea de armas nucleares, y tiene subcontratado a un equipo de profesionistas para ese fin. Nombeko sabe que terminando el plazo de trabajo asignado por el juez no podrá recuperar su libertad porque es portadora de información secreta que no puede andar así como así por las calles del país.

Y así, Nombeko termina aprendiendo chino; tiene que lidiar con dos agentes secretos de la inteligencia israelí; pide asilo político en Suecia, donde se enamora de un hombre que oficialmente no existe porque su padre decidió registrar sólo a su gemelo y mantener oculto al otro para aleccionarlos en contra de la monarquía. Amiga del presidente chino, para quien sirvió de traductora años atrás en Sudáfrica en la residencia del ingeniero, un buen día es secuestrada junto con el rey de Suecia y el primer ministro, amén del embarazoso hecho de ser depositaria, durante más de veinte años, de una bomba nuclear de tres megatones que oficialmente no existe y de la que no halla manera de deshacerse. Divertida la novela.

Así es la vida. Las más de las veces inesperada y muchas veces divertida. A veces lo divertido se lo vemos al paso de los días en incluso de los años. Correr por todo el aeropuerto de Barcelona cargando una mochila de libros en la espalda no me pareció tan divertido en su momento, en septiembre de 2009, tomando en cuenta que hacía cinco minutos que había cerrado el vuelo, y que había enviado yo a los  padres ancianos con los que viajaba a hacer mitin frente al andén de abordaje para que el avión que nos llevaría a Varsovia no se fuera sin nosotros. Con todo, no pudimos evitar el retraso de la maleta de uno de nuestros padres:
-Ni modo-, le dijo uno, -andarás en calzoncitos.
-¡Pues ésa fue la que se perdió!

Pero muchas veces las sorpresas no son precisamente divertidas; en ocasiones son desafiantes y en otras francamente dolorosas. Y, salvo que la sorpresa sea nuestra propia muerte, se espera una respuesta de nosotros. En nuestro lenguaje de creyentes, hemos de decir que las sorpresas de esta vida no siempre vienen de Dios, pero Dios es quien siempre espera una respuesta. Y la mejor respuesta no siempre es la racionalmente más inteligente. Hoy se habla de una inteligencia espiritual. Es lo que vemos con san José, en la narración de san Mateo.

Varón educado en el machismo patriarcal de su tiempo, se encuentra con que su desposada ya está embarazada y no se han llevado a cabo las nupcias; es decir, se llevó a cabo la ceremonia del matrimonio, los desposorios, pero a éste se sigue un tiempo de espera mientras el esposo acondiciona el lugar donde vivirán y junta la dote pactada con el papá de la esposa, que generalmente era de un año, al cabo del cual el novio iría por su esposa para llevarla a vivir finalmente consigo, ceremonia conocida como "las nupcias", sólo entonces se podían tener relaciones conyugales. El embarazo de María es un golpe y un insulto para José. Que el embarazo sea obra del Espíritu Santo es información que el narrador nos da a nosotros para que de antemano conozcamos el origen del Mesías; evitemos pensar mal de María, pero también para evaluar la reacción de José.

Educado en una cultura machista, y religiosamente identificado con el fariseísmo, el evangelio confronta a los cristianos en la figura de José. A diferencia de lo ocurrido con Nombeko, en el evangelio no cabe esperar una respuesta impecablemente racional, o irreprochablemente apegada a la Ley. Racionalmente, para José el hijo que espera María es consecuencia de una infidelidad o de una violación; legalistamente, la opción es el repudio. José, que era justo, es decir, legalista, toma una decisión congruente con su formación: separarse de María; el evangelio añade que en secreto, quizá como estrategia para deslindarse de María al momento de enfrentar las burlas, siempre presentes. 

Humanamente José no puede hacer más, no tiene más elementos para decidir. Así que como decían los Padres de la Iglesia, toca a Dios arreglar lo que Dios había originado. De ahí la intervención del ángel. La lección es clara: si no nos abrimos a la voz de Dios, si no contamos en nuestra vida con la acción de Dios a través del Espíritu Santo, Dios no podría ser Dios-con-nosotros. Las matemáticas no explican la vida y mucho menos le dan sentido. No podemos prescindir de la acción y la presencia de Dios. No es Dios el que nos mete en aprietos y complica la vida, generalmente somos nosotros, pero siempre el Espíritu del Señor resucitado, que hace nuevas todas las cosas, viene en nuestra ayuda. Por eso nuestras decisiones y nuestras acciones, aunque no prescindan de los números y de los racionamientos, no pueden desligarse de la acción del Espíritu. 

José nos  enseña a abrirnos a la acción de Dios. Lo hacemos cuando como él acogemos no sólo a María y a Jesús, sino a quienes ellos representaban a los ojos de la gente de su tiempo: pequeñez y debilidad, incluso la vergüenza de lo marginal y contracultural: una madre y un hijo que sin él habrían sido una madre soltera, una mujer deshonrada; y un hijo bastardo. Un día Susanita dijo a Felipe: "Me da lástima de Mafalda; ayer me contó que este verano no podrá ir de vacaciones con sus papás". "¿Por qué?", preguntó Felipe. "Porque tienen que quedarse a esperar la llegada de su futuro hermanito"; "Ah, claro" Continuó Susanita compungida: "No te imaginas la pena que me dio verla tan triste por ese asunto. Mírala, ¡pobre!, allá viene". Y juntos la saludaron: "Hola, Mafaldita". "Hola" les respondió cabizbaja, "¿cómo les va?". Eufórica, Susanita le respondió: "Y... ¡fantásticamente bien, porque ya viene la época en que uno empieza a pensar en su veraneo!" La salvación comienza con nuestra sensibilidad hacia los demás.

La decisión de José, acoplada a lo que el Señor le manifestó en sueños, hicieron de ellos personas y personas dignas: una esposa respetada y un primogénito de la estirpe de David. De modo que Dios es Dios con nosotros cuando acogemos a los débiles, a los pequeños, cuando no hacemos caso a la mancha y a los estigmas de los prejuicios, y nos hermanamos con los últimos. Matemáticamente no suman en la sociedad; económicamente no nos representan beneficios. Pero en el plano espiritual nos regalan la siempre inquietante, desafiante pero salvadora presencia de Dios en Jesús. 





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