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Unidos a la vid

Juan 15,1-8

Un día, sentadas en el piso, de espaldas, mirando hacia el horizonte, platican Mafalda y Susanita. Dice Mafalda: "Más de una vez me he preguntado cómo es que siendo tan distintas, podemos ser amigas." "Bueno, hay que reconocer que a veces la pasamos bien, será por eso que somos amigas", responde Susanita. "Sí claro, pero, ¿y cuando te pones estúpida?" "¿Y vos tarada?" "¿Y vos zanahoria?" "¿Y vos papafrita?" "¿Cómo podemos ser amigas cuando no nos aguantamos?", pregunta al final Mafalda. "¡Qué sé yo!", responde Susanita, "pero antes de no aguantar a un extraño, qué querés que te diga, prefiero toda la vida no aguantarte a vos". Y así diciendo, las dos se abrazaron. 

En sus diferencias, pero también en su sinceridad, está la clave para la fiel amistad de Mafalda y Susanita. Porque dos temas me parece que están de fondo en las palabras de Jesús, dichas en la noche de la última cena: amistad y fidelidad. El tema de la amistad se hará explícito más adelante, pero en este día queda introducido por el tema de la fidelidad. Cuando habló, Jesús no sabía que los liturgistas iban a interrumpir su discurso. No se puede perder de vista el contexto narrativo: Jesús ha lavado los pies de sus discípulos, ha anunciado la traición de Judas y la negación de Pedro, ha dado el mandamiento nuevo del amor fraterno, ha anunciado su partida, su regreso y el envío del Espíritu Santo como defensor que estará siempre con nosotros. En ese momento, dice la narración, Jesús se levantó y dijo a sus amigos: "Vámonos de aquí", pero inmediatamente resulta que no se fueron, sino que Jesús sigue hablando y comienza con la imagen de la vid y el viñador. Algunos dicen que aquí hay un remiendo mal hecho en la redacción del evangelio, y que se nota inmendiatamente que al último redactor del evangelio se le fue este detalle.

Pero otros estudios ponen de manifiesto que en la época en la que se redactó el evangelio, los banquetes tenían dos partes bien definidas: el banquete en sí y el simposio. El primero era la parte formal; y el segundo, la parte informal, algo así como nuestra hora del amigo. Y de eso se trata justamente, de nuestra amistad con Jesús. En estas palabras no habla ya el Maestro, ahora habla el amigo, y así hay que escucharlo. Tampoco podemos perder de vista el gran contexto histórico de la comunidad del Discípulo Amado: el conflicto con el judaísmo, que la ha expulsado de la sinagoga; y la violenta persecución del Imperio Romano contra el cristianismo. Roma no tenía mayor dificultad en permitir dentro del Imperio que cada pueblo tuviera su propia religión, con tal de que ésta no rebasara el ámbito doméstico y aceptaran para los asuntos públicos la religión romana, con el Emperador como Dios. Esto fue lo que rechazaron Jesús y los suyos. Esto es lo peligroso del cristianismo, la desmitificación de los falsos dioses, comenzando por los hombres de poder, y la convicción de que los asuntos públicos son el escenario para la realización histórica del Reino de Dios.

Las palabras, pues, de Jesús, desde su corazón de amigo, invitan a la fidelidad en tiempos de conflicto, de incomprensión y de violencia. Fidelidad no es simplemente aguante ni es tampoco mera resistencia, aunque algo haya de eso. La diferencia está en el amor. Es fácil en los momentos difíciles, violentos, caer en la tentación de renegar de todo, de blasfemar, de culpar a Dios, de reprocharle; de alguna manera se vale, lo que no se vale, es irse, abandonarlo, tirar la toalla y aceptar sin más la derrota y alejarnos del Señor. Algunos dirán que Dios sabe lo que hace, pero el mal nunca viene de Dios; otros dicen que Dios sabe lo que permite, también difiero. Yo simplemente creo que Dios está con nosotros siempre, en las buenas y en las malas, porque es Amor, y es enteramente fiel. Yo creo en las palabras de Jesús que invitan a reconocer lo que vivimos como una oportunidad y un desafío para estar siempre unidos a Él a través de Jesús. Cuando invitaba a mantenerse fiel aún en la persecución violenta, Jesús sabía de lo que hablaba, estaba a unas horas de ser aprendido, juzgado y ejecutado en la cruz. Usa una imagen bellísima, fácil de entender y difícil de aceptar: el Padre corta las ramas que no dan fruto; y poda las que sí dan.

Pareciera que entonces que lo que vivimos viene de Dios. Creo que la imagen dice que al final el Padre tiene el control de la historia, y nos prepara para vivirla historia como una poda o como un corte para desechar lo que no da fruto. El reto es para nosotros: Dar frutos o salir huyendo derrotados; desgajarnos o permanecer fieles.  Se desgajan y se pierden los que se separan de la vid, los que pronto se dan por vencidos, los que no quieren luchar, los que fracasan antes de intentar siquiera. Pero la vid no es sólo la imagen de nuestra unión con el Padre y con Jesús. Es también el símbolo del pueblo, se desgajan de Dios los que se desentienden de la vida de su pueblo, los que no comparten el dolor del pueblo, los que en la familia o en la sociedad se desentienden o asisten a la historia com testigos mudos e insensibles frente al dolor y frente al mal. En estos difíciles días de nuestro país, con Jalisco incendiado y paralizado por el crimen organizado, la voz del Amigo invita a permanecer fieles en el amor. "Como el Padre me ama, así los amo yo", dirá Jesús inmediatamente, "permanezcan en mi amor." Y en esas nos vemos muchas veces en la vida, resistiendo a la tentación de responder a la violencia con violencia, manteniendo firme nuestra empecinada convicción de ser compasivos y misericordiosos entre nosotros, especialmente con los que sufren; y en ellos con Jesús y su Padre. 

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