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Buen Pastor

Juan 10,11-18

Hablando de los niños recién nacidos rescatados de morir ahogado, como Moisés, opina la voz narradora de Milan Kundera en La insoportable levedad del ser: Las metáforas son peligrosas. Con las metáforas no se juega. El amor puede surgir de una sola metáfora. 

Jesús emplea en su momento una metáfora para confrontar a los líderes políticos y religiosos de su tiempo. Emplea la metáfora del buen pastor. El pueblo, su pueblo, está simbolizado en la imagen del rebaño. Varias veces la habrá utilizado Jesús, como cuando, previamente a la multitud de los panes,  observa a su gente y tiene compasión de ella, porque está extenuada y abatida, como ovejas sin pastor.  La habrá empleado para sí mismo. Después de la curación del ciego de nacimiento, del hombre que no conocía la luz, los fariseos lo increpan, persiguen al hombre curado y lo acosan para que delate a Jesús, pues la curación había sido hecha en sábado. Cuando finalmente el otrora ciego, lejos de acusar a Jesús lo confiesa como Señor y proclama su fe en Él, Jesús declara que ha venido para que los que estaban ciegos vean; y los que ven, queden ciegos. Entonces preguntan los fariseos, los líderes judíos de los tiempos en que fue escrito el cuarto evangelio, a Jesús: ¿Acaso también nosotros estamos ciegos? Es entonces que Jesús emplea la metáfora del buen pastor.

El que no entra por la puerta es ladrón, dice Jesús, y continúa su debate con los fariseos afirmando: "Yo soy el Buen Pastor". Y esta metáfora se revela altamente peligrosa y no fue poco lo que abonó para que Jesús fuera temido por los líderes políticos y religiosos de su tiempo, su movimiento fuera infiltrado y él fuera sumariamente juzgado y ejecutado. Con todo, el que habla para nosotros en el Evangelio, es el Señor Resucitado. Porque en la resurrección de Jesús cobraron vida eterna sus gestos y sus palabras. Lo primero peligroso que revela la parábola, lo deducimos de este contexto, es que los falsos pastores, los malos líderes del pueblo, no quieren que el pueblo de Dios vea. Cualquier parecido de esta situación con el caso de Carmen Aristegui y la libertad de expresión en México no es mera coincidencia. No se puede perder de vista que detrás del sábado lo que está en juego no es el descanso de Dios, sino la libertad del ser humano, libertad que no se alcanza si no se vive en la luz.

Lo segundo es lo que Jesús dice de sí mismo, las notas con las que avala y afirma que Él sí es buen pastor. La primera, que da la vida por sus ovejas, los demás son asalariados, ni son pastores ni son dueños, no le importan las ovejas, sólo ven por sí mismos y por eso cuando viene el lobo huyen; su único interés, su única preocupación, son ellos mismos. La segunda nota, conozco a mis ovejas y mis ovejas me siguen. Un día comía yo en una playa. A un lado de mi mesa, afuera, sentados en la arena, buscando un poco de sombra, un par de ancianos artesanos, iban con su mercancía en la mano; vestidos con ropa vieja, extenuados y sedientos, se refrescaban un poco antes de seguir caminando ofreciendo su mercancía. Al otro lado, de pronto apareció una legión de burócratas que platicaba de sus maneras de obtener recursos públicos para su causa; dos realidades de un México distinto, una tiene dinero y poder; la otra, aunque tiene la fuerza de sus manos, sigue teniendo hambre. ¿Conocerán los de poder a los que tienen hambre más allá de las estadísticas? La tercera nota, derivada de esta segunda, el pastor que conoce a sus ovejas, da la vida por ellas, en Jesús fue de una manera extrema, de amor extremado. Un día preguntó Raquel a Mafalda, Felipe y Manolito: "¿A qué juegan?" "Al gobierno", contestaron al unísono. "Bueno, a no hacer lío, ¿eh?", dijo la mamá. "Descuida", contestó Mafalda, "no vamos a hacer absolutamente nada." Todo pastor es tal si desgasta su vida por sus ovejas, las que sean; en la sociedad, en la Iglesia o en el hogar. Y la cuarta, pensar en las ovejas de afuera, las que aún no forman parte del rebaño o fueron excluidas de él.

Cinco notas en total para revelar la peligrosidad de esta parábola, pero también en total, cinco razones que pueden hacer brotar el amor. Por eso en este domingo que llamamos del Buen Pastor, la Iglesia celebra la Jornada Mundial de Oración por las Vocaciones. Ella nos recuerda que toda vocación nace de la contemplación del mundo con la luz del Evangelio, de la vida compartida con el Pueblo de los hijos de Dios. Del experimentar en el corazón que la vida es un regalo, no una mercancía; que no hay verdadera vocación si no se conoce y no se ama de verdad al pueblo, al cónyuge, a la Iglesia. Que si nos duele dar la vida, en el servicio público, en la misión, en el ministerio, en el hogar, frente a la familia, no hay vocación; que si no hay respeto a las libertades, si fomentamos exclusiones, si apagamos las voces discordantes, no se está respondiendo a la propia vocación. Que si sentimos que nos están arrebatando la vida y no somos nosotros los que la estamos generosamente entregando, entonces somos ladrones y mercenarios que no comparten el corazón bueno de Jesús, el Pastor por excelencia.

Así que orar por las vocaciones no significa entonces, en primer lugar, sólo que tengamos vocaciones, vocaciones las tenemos; sino que tengamos todos la luz del Señor para que, palpando la vida del pueblo, discernamos cuál es nuestro lugar en medio de Él y, por supuesto, el amor y la valentía de Jesús Bu
en Pastor, para llevar a cabo este servicio si es preciso entregando la vida y amando hasta el extremo, de modo que todos podamos decir: "Nadie me quita la vida, la doy porque yo quiero."





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