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Mostrando entradas de febrero, 2012

El miedo a la libertad

Marcos 1,12-15 La narración que escuchamos dice que el Espíritu empujó o impulsó a Jesús al desierto, donde fue tentado cuarenta días por Satanás, y que estaba entre fieras, y que los ángeles le servían. Y que después se fue a Galilea y anunciaba la buena noticia de la llegada del Reino de Dios, e invitando a la conversión.  Pero la narración del evangelio dice antes que Juan apareció en el desierto predicando un bautismo de conversión para el perdón de los pecados, y que venía gente de todas partes. Y que un día vino Jesús, al desierto, se entiende, y fue bautizado por Juan, en el desierto, se entiende. Y que entonces el Espíritu descendió sobre él, y escuchó del cielo la voz del Padre que decía: “¡Tú eres mi hijo amado!” ¿Cómo pudo, entonces, el Espíritu empujar a Jesús al desierto, ¡si ya estaba en el desierto!? Evidentemente no se trata de un error del narrador, que no era ningún tonto. Más bien hay que entender que aquí el desierto como escenario no se refiere a un l

Perdón y fuerza

Marcos 2,1-12 Una escena, lo menos, sorprendente. Jesús ha regresado a Cafarnaum, la Capernaum de mi cuate Érik, y se encuentra en casa, quizá la casa de Simón, donde curó a la suegra de éste; otra vez veremos una curación, y en eso no está la sorpresa. Nuevamente se ha reunido un gran gentío en la casa y ante la puerta, tampoco en esto hay sorpresa. La primera de las sorpresas está en el grupo de cuatro amigos que van cargando a un paralítico en su camilla y que, al no lograr llegar ante Jesús, no tiran a su amigo al suelo y se sientan a llorar junto a él la desgracia de su suerte, a darse por vencidos ante lo inútil de su esfuerzo, y a lamentar que siempre los problemas son más grandes que uno, que es por demás y las hilachas.  Por el contrario, este pelotón de amigos (dignos representantes de la que Germán Dehesa consideraba la única institución que realmente funciona en México: la cuatitud) hizo del obstáculo un desafío; se dieron a la tarea de echar mano de la imaginación y

El leproso curado

Marcos 1,40-45 Todo comienza cuando un leproso se acerca a Jesús y comienza a suplicarle. A diferencia de escenas anteriores, no tenemos un escenario; no está en ninguna casa, no está en la sinagoga, no se dice ni siquiera en qué poblado está. Sólo sabemos que andaba predicando por toda Galilea. Sin embargo, la escena tuvo lugar seguramente mientras Jesús iba de camino entre pueblo y pueblo. Quien se acerca a él es un leproso, y los leprosos no podían vivir en las comunidades, la ley de pureza lo excluía de la vida comunitaria; en el improbable caso de que llegara a curarse, no podía regresar sin más, tenía que presentarse primero ante el sacerdote y ofrecer el respectivo sacrificio. Sólo entonces podía reintegrarse a la vida social y familiar. Las acciones se suceden de forma muy rápida: el leproso se acerca, se arrodilla y suplica: "Si quieres, le dice a Jesús, puedes limpiarme." El narrador nos dice que a Jesús se le estremecieron las entrañas. La escena está constr

En la casa de Simón

Marcos 1,29-39 La escena comienza con la curación de la suegra de Simón, una escena brevísima que tiene lugar tras la expulsión de un espíritu impuro que estaba poseyendo a un hombre un sábado en la sinagoga. El sábado no ha acabado, y Jesús seguirá transgrediendo la prohibición de trabajar en ese día. Pero es que el sábado glorifica a Dios porque sábado era el día de la Pascua, el día de la libertad, el día en que el ser humano es liberado de todo aquello que no lo deja vivir con su plena dignidad de hijo de Dios. Jesús sale en la sinagoga y entra en la casa. Dios no será más sólo un momento y un espacio breve en nuestra vida, sino una presencia familiar y cotidiana. Le hablaron a Jesús de la suegra de Simón. Y él se acercó, y con él se acercó a ella la alegría de vivir. Él la tomó de la mano, y la levantó. Varias veces veremos estos gestos en Jesús, y al final del Evangelio veremos el mismo verbo en boca de un hombre vestido de blanco que, sentado ante la tumba vacía, nos dirá