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Sobre el Espíritu Santo

Han sido tantas mi ocupaciones y preocupaciones en este día, que pensé que no tendría ocasión ni ideas para compartir con ustedes, amigos y hermanos. Sin embargo, el muy reciente triunfo y campeonato de los pumas han cambiado mi parecer. Y es que, ¿quién no ha sentido alguna vez la sensación haber conquistado el triunfo? ¿Qué se siente? ¿Qué se siente ser mamá o papá o tía o tío, y tener por primera vez al bebé en brazos? ¿Qué se siente abrazar y ser abrazado al amigo o a la pareja que tanto se quiere? ¿Qué se siente escuchar aquella voz especial por teléfono, o toparte por sorpresa en la calle a aquella persona en la que has pensado últimamente? ¿Qué se siente saber que por fin han quedado evidenciadas las mentiras de quien te calumnió con toda la intención? ¿Qué sienten los que tienen hambre y saben que al día siguiente también comerán? ¿Qué sienten los que, probada su inocencia, recuperan su libertad? Eso que todos hemos sentido en esos momentos especiales, es el Espíritu Santo.

Pero nuestra historia también tiene un reverso. Hoy ganamos los pumas, ganó el equipo de una universidad que tiene su razón de ser en el progreso de su gente, de nuestro pueblo. Pero hubo un perdedor. Perdió el Pachuca. En el deporte se puede perder y se puede también aprender a perder. Sin embargo no todo en la vida es deporte. ¿Qué sienten los enfermos cuando los médicos los deshaucian? ¿Qué siente una mamá o un papá cuando su hijo es secuestrado, cuando muere por algún vicio o por un accidente temprano e injusto? ¿Qué sienten los que se duermen sin saber si comerán al día siguiente? ¿Qué sienten los que velan esperando el día en que despierte la justicia? ¿Qué sienten los que caminan por las calles sin rumbo y sin casa? ¿Qué sienten los que no consiguen un lugar en la universidad, no porque sean burros, sino porque los espacios no son suficientes y los ingresos no alcanzan para pagar las colegiaturas de los colegios privados? ¿Qué sienten los que ven a una minoría imponerse a la mayoría que tiene la razón? ¿Qué sienten los que no existen más que en las estadísticas: los que viven con menos de un dólar a la semana, los que perdieron a un amigo o a un familiar en la soledad de un hospital, los que no tienen empleo, los que no nunca pisarán un aula universitaria, los que nunca leerán un libro porque es un lujo, los que prefieren ya no votar porque nada cambia, los que han decidido no volver a pisar un templo ni rezar un padrenuestro porque creen que Dios los ha olvidado?

¿Qué siente una mamá cuando su hijo se va al "norte" porque acá en el sur no hay trabajo? ¿Qué siente cuándo escucha en las noticias, todos los días, que son tantos los deportados después de ser hallados extenuados en el desirto, que en el río Bravo aparecieron tantos cadáveres? ¿Qué sienten, diría Eduardo Galeano, los que no hablan idiomas, sino dialectos; los que no producen arte, sino artesanías, los que valen menos que las balas que los matan?

Eso que sienten, las ganas de seguir viviendo, las ganas de luchar, la rebeldía y la resistencia de saber que al final verán una luz y volverán a reír, eso también es el Espíritu Santo, y es el don del Señor Resucitado.

Los pumas ganaron, y quiero creer que es un signo de siempre es posible creer, soñar, y esperar que un día, el triunfo pleno será nuestro. Que el Espíritu del Señor Resucitado se manifieste con intensidad esta semana, especialmente conmigo, razones no me faltan: el examen de teología, la defensa de la tesina (¡hay que leerla!), el sacramento del diaconado, que es un don del Espíritu para ponerme al servicio de quienes necesitan mantenerse en la resistente rebeldía de la esperanza. Un abrazo para todos y feliz semana.

Miguel Angel, mj

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