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La peor de las peores

Marcos 3,20-35

La peor señora del mundoes un cuento para niños escrito por Francisco Hinojosa, en 1995, y reeditado en 2012 por el Fondo de Cultura Económica, con ilustraciones de El Fisgón. La historia trata sobre una mujer mala y fea que es la peor señora del mundo, agresiva hasta con sus hijos, a quienes da de desayunar comida para perros, les echa limón en los ojos cuando se portan mal y también cuando se portan bien, porque es la peor señora del mundo; también maltrata a sus vecinos, y aun a los animales, a las hormigas les echa caliente, hasta que todos deciden irse del pueblo. Entonces la peor señora del mundo se ensaña con la única paloma que queda, hasta que se aburre y decide enviar a la paloma con un recado pidiendo perdón para que todo el pueblo regrese. Y regresan. Pero como es la peor señora del mundo, una noche construye una muralla para que nadie pueda salir de la ciudad, y comienza nuevamente con sus agresiones. Sin duda que es la peor de las peores señoras del mundo. La peor de las peores. 

La escena del evangelio de san Marcos muestra también la peor de las peores reacciones contra Jesús, la que incluso dice Jesús mismo que no tiene perdón: confundir la acción del Espíritu Santo con la acción del demonio. En la medicina de la época, las enfermedades tenían como causas a los demonios. Frente a la conducta de Jesús, algunos piensan que se trata de un loco, alguien que ha perdido la razón. Más allá de la conclusión del diagnóstico, que Jesús estaba fuera de sí, lo que importa es la causa que se asume: que está poseído por el demonio. No es una anécdota más en la vida de Jesús, es una cuestión decisiva, puesto que quienes lo asumen como poseído por el demonio, son aquellos que buscarán darle muerte, y lo conseguirán a través de la crucifixión. 

Nosotros, los lectores del evangelio escrito por san Marcos, tenemos perfectamente claro que el Espíritu Santo descendió sobre Jesús en su bautismo, que impulsado por este Espíritu, fue conducido al desierto, donde venció al tentador. Con la fuerza de este Espíritu pasó por la historia haciendo el bien, devolviendo la salud y las ganas de vivir a la suegra de Simón y al leproso, a quienes dio nueva vida y un lugar en la comunidad, que comió con los excluidos, aun con los extranjeros, que se juntó con los impuros, mostrando que a Dios no le importa la impureza; le importan sus hijos, porque su amor está por encima de todo. Y esto fue lo que escandalizó a la gente de su tiempo, esta práctica de solicitud misericordiosa e inclusiva en su mesa de comida compartida en fraternidad lo que desestabilizó el orden social y religioso de su tiempo. 

Lo triste de todo esto es que la acción de Dios en Jesús haya sido tenida por acción del demonio. Triste y peligroso, por la muerte que supuso. Lo grave es que una historia que no termina de repetirse. El caso de Monseñor Óscar Romero, Arzobispo de San Salvador, asesinado el 24 de marzo de 1980 muestra lo peligroso que es discernir de manera equivocada la acción de Dios en la historia. Su beatificación, primero, ya hora su pronta canonización, confirman que Mons. Romero actuó movido por el Espíritu de Dios, que sus acciones tenían las mismas motivaciones e inspiraciones que los gestos compasivos de Jesús, puesto que le dolía el hambre y la opresión del pueblo pobre de El Salvador; pero en su momento, muchos tacharon a Monseñor de comunista o de izquierdista, y para ellos, eso y el diablo eran lo mismo. Por eso lo mataron. 

Un día preguntó a Mafalda su mamá. "¿Y? ¿Cómo te fue hoy?" Le respondió: "Si nos portamos bien está contenta y parece una tipa coherente. Pero si nos portamos mal, nos desorienta. Porque puede mirarnos con ojos furiosos y hacernos morir de miedo... O ponernos su cara de poco sueldo y hacernos llorar de lástima." Puede que a veces se confunda la acción de Dios en la historia, pero un mal discernimiento es peligroso.

La historia se repitió con el asesinato de Ignacio Ellacuría y sus cinco compañeros jesuitas de la Universidad Centroamericana (UCA), asesinados la madrugada del 16 de noviembre de 1989, y junto con ellos, la cocinera de la comunidad y su hija. Todo ello financiado por cientos de miles de dólares que a lo largo de varios años sirvieron para asesinar a miles de salvadoreños, en una guerra que el gobierno de Ronald Reagan había asumido como una cruzada contra el imperio del mal que representaba el comunismo. Hubo que llegar al escándalo internacional con el asesinato de los jesuitas de la UCA, para que algunos congresistas católicos de Estados Unidos se preguntaran si sus impuestos no estaban siendo utilizados para atentar contra la iglesia de la que ellos formaban parte. Así fue como se destapó el contubernio entre el Gobierno estadounidense y el ejército salvadoreño, que empleaba los dólares recibidos para armarse a sí mismo, para financiar la vida lujosa de sus altos mandos, y para financiar escuadrones de la muerte encargados de desaparecer las críticas, los cuestionamientos y las oposiciones a dicho régimen. De todo ello da cuenta la periodista norteamericana Teresa Whitefield en su libro Pagando el precio. Poco importó el hambre de los pobres y el respeto a su dignidad humana. Nuevamente, confundida con el demonio la acción de Dios en la historia. 

Comentando este pasaje del evangelio esta misma mañana en la Plaza de san Pedro, el Papa Francisco habló de dos familias: la familia de Dios, formada por aquellos que aceptan la Palabra de Dios y cumplen su voluntad; la familia que expresa el gran ideal de la mesa compartida por Jesús con los suyos, que son todos los que lo acogieron; o los que discerniendo mal la acción de Dios, la confunden y calumnian. La calumnia, en cambio, dice Francisco, nos hace familia del diablo. La disyuntiva del Papa plantea el reto a discernir en la historia para abrirle paso a la salvación: ser familia de Dios, una familia que restaura, dignifica y plenifica la vida; o ser familia del diablo, una familia que siempre termina en muerte.

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