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Lo que es de Dios...

Mateo 22,15-21

El primer anuncio que me llamó la atención en París fue uno de fondo rojo, en el que se ve a un adulto joven, de perfil, traje negro, las manos a la espalda,  cabeza inclinada. Es de la película francesa: El joven Karl Marx, que cuenta los primeros años de vida adulta de Karl Marx, incluyendo su encuentro con Federico Engels y, frente al ambiente de explotación capitalista tras la revolución industrial, la publicación del Manifiesto del Partido Comunista en 1848, como reacción frente a tal capitalismo. La Iglesia Católica reaccionó hasta 1981, con la publicación de la Encíclica Rerum Novarum, del Papa León XIII. Dicen algunos que la Iglesia llegó tarde a la crítica social frente al capitalismo voraz, pero llegó. 

Otros dicen que con esta Rerum Novarum nació la enseñanza social de la Iglesia. En realidad nació del Evangelio, aunque parece que se nos olvidó. Charles de Foucould, ermitaño francés y antiguo militar en Marruecos, nacido en 1850 y asesinado en 1916, escribió:

Creo que no hay palabras que me hayan causado una impresión más profunda y haya transformado más mi vida que éstas: “Lo que hicieron con el más pequeño de mis hermanos, lo hicieron conmigo”. Cuando pienso que estas palabras salieron de la boca de Jesús, la Palabra eterna de Dios, de la boca que ha dicho: “esto es mi Cuerpo (…) ésta es mi Sangre”, con qué fuerza uno se siente impulsado a buscar y amar a Jesús en estos pequeños, estos pecadores, estos pobres.

Este pensamiento está citado por el Papa Francisco, en la presentación del Docat, la síntesis de la enseñanza social de la Iglesia, preparada para los jóvenes de la Iglesia y publicada apenas este año, en un contexto en el que, afirma categóricamente el Papa, la “economía mata”. Escribe Francisco:

Cuando los invito a todos a conocer la verdad de la Doctrina Social de la Iglesia, no sueño con un grupo de jóvenes sentados bajo los árboles, discutiendo sobre ella. ¡Bien está eso! ¡Háganlo! Pero mi sueño es más ambicioso: deseo un millón de jóvenes cristianos; o mejor, toda una generación que sea para sus compañeros la Doctrina Social de la Iglesia.

Francisco lo ha entendido. Los primeros cristianos lo entendieron. Roma lo entendió. Por eso crucificó a Jesús. A Dios lo que es de Dios, y al César lo que es del César. Generalmente se ha pensado a lo largo de la historia de la Iglesia que se trata de la definición y la separación político y religioso, como si lo político no importara a la Iglesia. Cuando es lo contario. Jesús pidió devolver al César lo que era del César, y devolver a Dios lo que es de Dios. La moneda del impuesto que dieron a Jesús para ponerle una trampa tenía en el anverso una leyenda: JUDEA CAPTA, Judea cautiva, una humillación para que los judíos no olvidaran su condición de sometidos. Jesús pidió devolver al César la moneda con que, además de humillar, quería comprar el sometimiento.

Pero no sólo. Roma se creía y se confesaba como señora y dueña del orbe. La respuesta de Jesús, en el templo de Jerusalén no dejaba lugar a dudas: el pueblo era de Dios,  no de Roma. Y  no sólo, en la tradición judía todo había salido de las manos de Yahvé, ¿qué podía haber que no fuera suyo? Cuando estas palabras llegaron a oídos de las autoridades romanas, no vacilaron: había que matar a Jesús. Sucedió a los pocos días, esa misma semana.

Hoy la Iglesia mexicana ha iniciado el Año de la Juventud. Lo mismo que el joven Marx, que se nutrió de la experiencia espiritual de su pueblo, la experiencia del Dios del Éxodo, el Dios de la libertad, el Dios que bendijo a su pueblo con la posesión de la tierra; lo mismo que en su día el joven José se dejó interpelar por su historia y así enseñó, seguramente, al hijo que Dios le confió, espero que los jóvenes de hoy en día se dejen interpelar por su historia y se dejen conducir por el Espíritu de Dios. De juzgar al socialismo se encargará la historia; el Reino de Dios sigue vigente.

Ojalá que como Jesús en su tiempo, todos pero especialmente los jóvenes, salgamos a anunciar buenas noticias a los pobres, por todas partes, hay que recordarlo hoy que es el Domingo Mundial de las Misiones. Hay que recordar que el mismo Jesús que dijo: “Esto es mi Cuerpo, esta es mi Sangre, hagan esto en memoria mía”, el Jesús de la Eucaristía, es mismo que dijo: “Lo que hiciste con el más pequeño, conmigo lo hiciste”, el mismo que dijo: “Devuelvan a Dios lo que es de Dios”, es el mismo que dijo: “¡Vayan por todo el mundo y prediquen el Evangelio!”

Estas palabras de Jesús nos tienen que estremecer y transformar. ¡Todo esto es ser cristiano! Es bueno orar y celebrar, pero no es suficiente; también hay que anunciar el Evangelio. Es bueno orar y anunciar el Evangelio, pero no tampoco es suficiente. La caridad también es misión, y es el centro del Reino de Dios, piedra angular para toda sociedad que se diga cristiana.

Por es importante y muy esperanzador que los jóvenes de nuestro país, hoy puestos especialmente bajo la protección de san José Sánchez del Río, los millenials, como fueron llamados algún tiempo, se hayan desconectado de sus celulares y se hayan conectado con la solidaridad y con el dolor de nuestro pueblo. Ojalá mantengan su conexión con el Espíritu de Jesús, que los impulsó a la acción y a la caridad. Ojalá se conecten con la valentía y con la justicia; con la paz y la fraternidad; con la política y la economía; con la Iglesia y con la misión.

Ojalá no dejen los jóvenes de sentir con su pueblo el día de hoy. Porque es hoy cuando se siente el hambre de los pobres y la urgencia de la misión; es hoy que están derribadas casas y escuelas; es hoy que se palpa la necesidad de Dios en varios rincones de la patria; como también es hoy que los jóvenes tiene los sueños y las esperanzas, y las fuerzas para hacerlos realidad. ¿Y para mañana? Si se mantienen conectados al Espíritu de Jesús, seguro para mañana nos amanecerá el Reino de Dios y su justicia.

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