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La Pasión de Jesús: personajes y escenario

Domingo de Ramos
Lucas 22,14-23,56

Déjame reposar,
aflojar los músculos del corazón
y poner a dormitar el alma
para poder hablar,
para poder recordar estos días,
los más largos del tiempo.
(Jaime Sabines, Algo sobre la muerte del Mayor Sabines)

Así se vive la Semana Santa, los intensos días de la pasión, contemplados en la narración de san Lucas Como toda narración, tiene sus escenarios y tiene sus personajes. Hay una imagen en las redes sociales, una anciana apoyada en una valla, contempla lo que los demás, una multitud de jóvenes y adultos, no sé si un partido o en espectáculo, ven sólo por medio del celular. Con los años, dice la imagen, aprendes a vivir los momentos, no a guardarlos en el celular.  En la imagen, la anciana aparece destacada por un círculo, para distinguirla de los demás que aparecen en la foto. Lo mismo pasa con el relato de la pasión. La mirada del narrador enfoca a algunos de ellos de manera particular, para destacarlos de entre la multitud que vivió y presenció lo que sucedió en esos días, los más largos del tiempo. Y una vez que han sido destacados, aprender a mirar a través de sus ojos, sin ninguna mediación, la pasión del Señor.

Personajes de la narración:
·    Jesús mismo, siempre en el centro, siempre el Maestro; el que comparte la copa con los suyos, sabiendo que volverá a beberla con ellos muy pronto, con vino nuevo. Jesús, que parte el pan; sella una nueva alianza con su sangre, que derramará como vino en una copa. Jesús, que está en medio como el que sirve; orando en el huerto. Lo veremos traicionado, burlado, golpeado, sentenciado, crucificado, perdonando, muriendo; muriendo confiando.
·    Satanás y los ángeles. Satanás que entra en el corazón de Judas para hacer visible que el sufrimiento de Jesús no viene del Padre; y los ángeles, confortando a Jesús en el huerto, cuando suda sangre, para que veamos que Dios nunca nos deja solos.
·    Judas, cuya se anuncia la traición después de la discusión sobre quién es el más importante; traicionamos a Jesús cuando queremos ser el más importante.
·       Pedro, sacudido por Satanás, por quien Jesús ora, encargado de confirmar a los hermanos. A pesar de su fracaso como seguidor en las negaciones de su maestro; o precisamente por ello. 
·       Herodes y los soldados. Son los que ridiculizan a Jesús, le exigen milagros, espectáculos, fuerza. Contaminados sus corazones por el poder, son incapaces de reconocer al Amor hecho hombre.
·       El Consejo de los Ancianos: la gente “buena”, “correcta”, que quiere salvar el nombre de Dios.
·       Pilato: el que se desentienden; sabe que Jesús es inocente, dice no hallar motivo para condenarlo a muerte, pero prefiere dejar que la injusticia siga.
·       Simón de Cirene: la elocuente imagen del discípulo que carga la cruz de Jesús, no una cruz falsa o alegórica, y camina detrás de él.
·    Los dos malhechores: el que crucificado que reclama, exige y cierra los ojos sin haber sabido contemplar al Dios que moría con él; y el que crucificado confía, el que se deja reconciliar y cierra los ojos sabiendo que ese mismo día estará con el Señor en el paraíso.
·       El soldado romano, el centurión que, teniendo frente a sí a Jesús que muere desplegando perdón y compasión, comprende que verdaderamente ese hombre es hijo de Dios.
·       José de Arimatea: el que dejándose alcanzar por la misericordia, cambia su imagen de Dios, cree en Jesús y  baja su cuerpo de la cruz.

El escenario: Jerusalén y su templo.
San Lucas es un evangelista que siente precio por el templo de Jerusalén. Ahí inicia ahí termina el evangelio. Pero el Templo fue destruido en el año 70, unos diez años antes de que escribiera su evangelio. Entonces, ¿cuál es el templo? O quizá sea más correcto preguntar: ¿Quién es el Templo? En Vaticano 2035, Simón Cerwin, científico ganador del Premio Nobel y Presidente de la Pontificia Academia de las Ciencias, debate con animadamente con el teólogo de la Casa Pontificia, un joven jesuita peruano. Discuten sobre la compatibilidad de la verdad comunicada en los relatos sagrados, y la verdad comunicada por la ciencia en su lenguaje de números. Dice Simón:

¿Qué es una religión? Una narración, un relato… una especie de vehículo que permite, en un momento preciso de la historia de la humanidad, explicar la Verdad: una verdad revelada por Dios, según creemos. Pienso en algo que leí en san Pablo, me parece… Nos compara a vasos de arcilla, vasos indispensables para recoger un perfume precioso: el propio Dios, la Verdad. Estoy tentado de decir que la religión es eso: los ritos, los textos, la teología, los cultos, son vasos de arcilla, recipientes indispensables para transportar la Verdad. Pero sólo vasos. Y acabaremos por romper todos estos vasos a los pies de Cristo, como la ramera desgreñada que somos todos.

Jesús sale de Jericó, de la casa de Zaqueo, el publicano convertido. Junto al monte de los Olivos pide un burro para montar en él y así entrar en la ciudad santa. Cuando va de camino a Jerusalén y a su Templo, la gente lo aclama y cubre su camino con sus propios mantos. Los discípulos lo aclaman, gritan: “¡Paz en el cielo y gloria en las alturas!” Como los ángeles de Belén, que anunciaron al niño envuelto en pañales recostado en un pesebre, y ahora anticipan al hijo del hombre cuyo cuerpo crucificado será envuelto en un sudario y recostado en un sepulcro.

Los fariseos los callan. Jesús los defiende: Gritarán las piedras.
Las piedras. Comenzando por Jesús mismo, la piedra que desecharon los constructores, y que el Señor hizo la Piedra angular. 
Simón Pedro, la piedra de la comunión en la fe y en el amor.
Nosotros, los bautizados, los ungidos por el Señor y por su perfume, nosotros, las piedras vivas, los llamados, los curados, los perdonados, los reconciliados, los salvados, los amados.
Nosotros, la moneda perdida, la oveja rescatada.
Nosotros, el hijo menor que se fue y el hijo mayor que tenía envidia.
Nosotros, Zaqueo, el publicano que robaba.
Nosotros, Judas, el traidor que quiso ser el primero.
Nosotros, la mujer pública que rompió su frasco de perfume para ungir los pies de Jesús en casa de Simón, el fariseo. La que ungió. La piedra que después fue ungida, la ramera desgreñada que somos todos, la Iglesia, engalanada, la Esposa del Cordero que no tiene miedo de romperse frente su Señor para ser ungida y renovada toda ella como el nuevo Templo, la Casa del Padre, la Casa de puertas abiertas inundada por la fragancia del perfume de la misericordia.

Rezando voy es una aplicación española de oración. Ellos presentan un Pregón de Semana Santa, para un Domingo de Ramos:

Y ahora, que callen los ruidos y las palabras vacías. Que calle la cháchara sin sentido y las voces estridentes. Haced silencio y disponeos a contemplar el misterio. Que no os distraiga el ruido de los ramos y la alegría de los Hossannah. El peligro es real. El mal no descansa.

Jerusalén volverá a ser escenario de amistad y traición, de pasión y muerte, de desesperación y de nueva esperanza. Pero hemos de recorrer el camino. Tras sus huellas. Tras los pasos del que siendo el mayor se hizo el más pequeño. Doblad la rodilla, con la toalla en las manos, para reconocer la verdadera grandeza. Dejad que en vuestro corazón resuene el Nombre-Sobre-Todo Nombre.


En este domingo de Ramos, puerta a la Semana Santa, disponeos, hermanos, a contemplar al amor desnudo. Es la hora.

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