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Nueva familia, nueva justicia social

Mateo 20,1-16

Una parábola interasantísima, que desasfortunadamente en la Eucaristía dominical leemos fuera de su contexto. Todo el evangelio de san Mateo pretende quiere ayudarnos a vivir como discípulos de Jesús, modelando un estilo de vida marginal y a la contra. Cuando el evangelio se escribió, alrededor del año 80 d.C, quizá un poco después, la comunidad cristiana de Antioquía, donde se redacta este evangelio, vive un fuerte conflicto de separación ante el judaísmo; también vive en medio del Imperio Romano. La comunidad cristiana debe vivir de acuerdo a una escala de valores distinta a la que impulsaban judíos y romanos, escala de dominación patriarcal machista, donde el varón domina sobre la mujer, el padre sobre los hijos, el amo sobre el esclavo, donde la riqueza se busca y se acumula como una bendición de Dios. 

Frente a esta situación, los seguidores de Jesús deben aprender a vivir de acuerdo con las enseñanzas del Señor, y han contemplado a lo largo del evangelio, que entre los seguidores de Jesús todos somos hermanos, entre nosotros no hay más padre que el Padre del Cielo; que varón y mujer son iguales en dignidad, porque ambos fueron creados a imagen y semejanza de Dios; que entre nosotros nos tratamos como esclavos y servidores unos de otros, pero nunca como amos, porque todos somos libres, por ser hijos de Dios, y que los que quieran ser los primeros deben hacerse como los niños, porque de ellos es el reino de los cielos. El reino de los cielos, clave de lectura reiterada una y otra vez a lo largo de estos capítulos 19 y 20, es, pues, una manera nueva y radicalmente distinta de vivir, expresada contundentemente por la frase: los últimos serán los primeros; y los primeros, los últimos.

Hacia el final de las escenas en que Jesús subvierte con sus enseñanzas el modelo tradicional de familia machista y patriarcal, el evangelista nos presenta esta parábola del padre de familia dueño de una viña. Que el evangelio diga que se trata de un padre de familia, y no simplemente de un propietario, nos indica que Mateo quiere que su comunidad tenga bien presente todo lo que ha narrado sobre la nueva familia, la familia cristiana, que es la familia de los hijos de Dios. Es también una manera de dar a conocer el sentido de la riqueza en esta nueva familia.

Pues bien, el padre de familia contrata de mañana en la plaza trabajadores para su viña, y acuerda el pago de un denario, lo justo, pues se trata del salario estipulado para una jornada de trabajo. Regresa a la plaza a media mañana, a medio día, a media tarde y a última hora. Cada vez encuentra desempleados, y cada vez los contrata y los envía a su viña y les ofrece "lo justo". Al final de la jornada pide al encargado que pague a los trabajadores contratados, comenzando por los últimos. A éstos entrega un denario; los primeros que fueron contratados, los que trabajaron el día completo, piensan que recibirán más pues han trabajo más. Cualquiera diría que es lo justo. Pero también a ellos se les paga lo mismo. Reclaman y el dueño de la viña se defiende, no entiende dónde está la injusticia, si el acuerdo con ellos fue el pago de un denario. ¿O acaso es que no puede él hacer lo que quiera con su dinero? ¿O es que ven con malos ojos su buena obra? ¿Es que sienten envidia porque él es bueno?

El texto es claro, el padre de familia dueño de la viña no ha sido generoso, el relato siempre habla de justicia. Y dice que así es el reinado de Dios. Primero, porque Dios es bueno, y no vende ni regatea su amor ni su favor, nunca haremos suficientes méritos de tal modo que nos quiera más. Dios siempre nos quiere, su amor es fiel e incondicional. Segundo, el hambre de la gente no depende de méritos, y el hambre no se soluciona con generosidad, sino con justicia. Si el dueño de la viña era padre de familia seguro tenía hijos, sabía lo que es dar de comer a más de una boca. Y no quiso que ese día nadie se fuera, como decía aquél poema que mucho recitaba Paco Stanley y que Nelson recordaba muy bien, "a la cama sin cenar". Que nadie se quede sin comer, que el trabajo nos humanice, que el cansancio nos sepa a satisfacción, no a hambre y frustración. Es cuestión de justicia, no sólo de amor.

Un abrazo a Érik, que espero esté pasando su cumpleaños en Belén. O cerca, muy cerca de donde Jesús contaba estas bellísimas y desafiantes parábolas.

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