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Mostrando entradas de 2020

El infinito en un junco. La Sagrada Familia

Lucas 2,41-52   Mi ejemplar me estaba esperando en la mesa de novedades de Gandhi Madero. Había ido a comprar un libro para regalar a Kisko en su cumpleaños. Pero sólo estar frente a él, su título provocó que en mi mente y en mi corazón un estallido de luces de colores como de fuegos artificiales,  El infinito en un junco .  La invención de los libros en el mundo antiguo.  Lo tomé, y ya no pude resistir la seducción. La versión electrónica estaba mucho más accesible a mi bolsillo de refugiado; pero me pareció de muy mal gusto, casi una traición, leer un libro sobre el libro antiguo en algo que no fuera un libro impreso. Con la experiencia del amor providente de Dios en mi vida, y tan convencido de que me estaba llevando una joya, avisé a una de las trabajadoras que estaba llevando el único ejemplar en exhibición, me apenaba que alguien se privara de conocerlo por un descuido. Me respondió que no había ningún problema y me dio las gracias.    Cuando estaba ya formado para pagar mi libro

Velar al Niño. Navidad con san José

A inicios de mes las redes sociales corrieron la noticia de un  spoiler  en un cuadro del Nacimiento de Jesús, pintado en el siglo XV por el holandés Roger van der Weyden. Arriba del pesebre, el pintor colocó un crucifijo. Poco después, varios conocedores aclararon que no se trataba de un  spoiler , sino de una clave de contemplación. Durante mucho tiempo, sobre todo en oriente, se pintaron escenas de la natividad en clave de Pascua; es decir, se contemplaba el misterio de la Encarnación a la luz del misterio pascual de la muerte y resurrección del Señor. En otras imágenes, se aprecia a Jesús niño más que envuelto en pañales, amortajado como un cadáver; el pesebre se muestra como un ataúd; y la gruta de Belén asemeja en sepulcro en la roca del Gólgota. La contemplación del Niño es la contemplación del Crucificado. El sueño del Niño es la muerte de Jesús en el sepulcro.    Desde que nacemos comenzamos a morir. Venimos a este mundo trayendo la muerte con nosotros. Y, sin embargo, como ha

Dos malas noticias y una buena noticia: El Evangelio

Lucas 1,26-38   No tengo remedio. Es como si una fuerza extraña se hubiera metido dentro de mí, y me hubiera obligado a hacerme inmediatamente de un ejemplar de  Los seres huecos , la nueva novela escrita por Guillermo del Toro y Chuck Hogan. La culpa la tienen los del periódico  Reforma , que publicaron un fragmento y me dejaron con la sensación de que no podía parar ahí. Es la sensación que a veces nos pasa con el pan dulce, que le das una mordidita mientras piensas “¡nada más poquito!”, y cuando te das cuenta ya te lo terminaste, sin haber siquiera calculado las calorías que acabas de ingerir, como si una fuerza extraña te poseyera y tomara el control de tu vida. Así.   Y de cosas así trata  Los seres huecos , de seres oscuros que se introducen en los cuerpos de las personas y las llevan a realizar terribles atrocidades. De gente que quiere comprender, de tumbas saqueadas, y hasta de un abogado británico y elegante de más de cuatrocientos años y que es el único que puede resolver el

Testigos de luz, el Infinito en lámparas

Juan 1,6-8;19-28   Ayer  El País  de España publicó un artículo interesante, llamado: “¿A qué huele el pasado?” Un equipo de científicos de varios países ha recurrido a la inteligencia artificial para buscar, catalogar e, incluso, recrear los aromas del pasado. En la Europa del siglo la peste olía a romero, hierba que se creía la repelía; tres siglos más tarde, el poder olía a piña, que no se daba en Europa, así que había que tener mucho poder y dinero para lograr traer una piña de América en poco tiempo, y que aún estuviera fresca y aromática. La guerra olía a pólvora y a sangre; la revolución apestaba a sudor; y la fe, como ahora, se perfumaba de incienso. Según esta investigación, los libros antiguos huelen a chocolate.    La filóloga Irene Vallejo cuenta la historia del libro en la antigüedad en su libro  El infinito en un junco . Su narración es casi la de una novela. En el prólogo vemos a un misterioso grupo de hombres que recorren a caballo los caminos de Grecia. Los campesinos

Adviento: Victoria de los vencidos

Marcos 1,1-8   “La vida no es una cuenta que sale bien, que yo sepa”, escribe Alessandro Baricco en  Una cierta de mundo , comentando el libro  Chesil Beach , de Ian McEwan. De esto tenemos experiencia todos. Lo mal que le puede ir a la gente buena; lo bien que lo pueden pasar, cínicamente, los mayores canallas y criminales. En el mismo libro —un compendio de comentarios a 50 libros que lo han marcado en los últimos diez años—, sobre  Die kultur niederlage (La derrota de la cultura) , de Wolgang Schivelbusch, escribe Baricco: “A veces se pierde, eso ya se sabe. El hecho que alguien se dedicara al asunto prometía cierto consuelo.” Y continúa: “La historia, por norma, nos ha enseñado que los derrotados salen de las guerras con una vitalidad y una energía creativa que ya les gustaría a los vencedores.”   El pueblo de Israel es un buen ejemplo. Durante y tras el exilio en Babilonia vivió una época de intenso análisis, de profunda reflexión, de sincera humildad, y al tiempo que asumió la re

Adviento: Despertar el corazón

Marcos 13,33-37   Quien piense que las palabras lo dicen todo, está equivocado. Lo importante es la voz. Lo saben bien los narradores de historias, y los amantes de las palabras. Decía el Maestro Poncelis, no es lo mismo decir: “¿Bailamos, madres?”, que “¿Bailamos?, ¡madres!” Un librero es un enorme cementerio en el cada libro es un ataúd que contiene vidas aguardando la hora de la resurrección; la hora del encuentro con una mirada que las acaricie y una voz que las traiga de vuelta a la existencia. Dios no sólo se revela en su Palabra, también se revela en su voz. Marin Marais fue un músico y compositor de los siglo XVII y XVIII; de niño tenía una voz maravillosa, delicada, de soprano; pero le llegó le adolescencia y perdió su voz y, a cambio recibió una voz de hombre, una voz grave, de bajo, como de sapo que croa; como pasa con todos los hombres, dice Pascal Quignard, que cuenta la historia de Marais en La lección de música . Dice que todos los varones buscamos nuestra voz de niños,

Poder mucho o poco, pero querer siempre

Mateo 25,14-30 Los chismes son como las hemorroides. Una día, en Guadalajara, un hermano sacerdote de mi comunidad, que se rio de la ingenuidad con que le ofrecí mi báscula, que aguantaba hasta 150 kilos, me pidió ir a la farmacia. Me dijo: “Dicen que la mitad de los gordos tiene hemorroides; la otra mitad miente”. Y me dio dinero para traerle un remedio para ese problema. Yo soy de la mitad de la humanidad a la que le gusta el chisme, la otra mitad miente. El domingo 15 de noviembre el periódico Reforma publicó un fragmento de Una tierra prometida, las memorias como Presidente de Estados Unidos, Barack Obama. Por supuesto, a niveles presidenciales, el chisme se llama “memoria”. En ellas Obama cuenta que una noche, durante la cena, su hija Malia le preguntó qué haría por los tigres, en peligro por el cambio climático y la cacería. Los tigres, cuenta Obama, eran los animales favoritos de su hija desde pequeña. La llevaban al zoológico en Hawaii para visitarlos y desde entonces lleva y

El absolutismo de la libertad vs el Señorío de Jesús

Mateo 25,31-46   Esta semana la Dra. Martha me hizo llegar un libro en PDF,  Enfermedades que cambiaron la historia , de Pedro Gargantilla. Vienen historias como la de la peste negra, de la Edad Media, o la pancreatitis que terminó con la vida y el imperio de Alejandro Magno, aunque algunos opinan que más bien fue asesinado.  Pero no viene la indiferencia, la insensibilidad, una enfermedad terrible que se expande y nos contagia a todos.   En su vida, en su mostrar a Dios, a Jesús se le estremecían las entrañas, reaccionaba con compasión; por compasión curaba, perdonaba, incluía, compartía. Jesús no era insensible, el hambre, el dolor, la marginación de quienes se cruzaban en su camino no le eran indiferentes. En nuestro tiempo es distinto, vivimos bajo una  lógica de mercado cuya principal finalidad es la ganancia, y ello implica rivalidad, arrebatar, destruir, jerarquizar.   Hemos defendido esta lógica con la bandera de la libertad y del mérito. Con ello, lo hemos contaminado todo de

Algo así como las matemáticas

Solemnidad de todos los santos Mateo 5,1-12 “Las matemáticas son el lenguaje con el que Dios creó el universo”, escribió Isaac Newton. Eduardo Sáenz de Cabezón es un matemático español que tiene una envidiable capacidad para contar historias y para explicar con sencillez lo que aparentemente era complicado. Tiene un libro llamado  Inteligencia matemática. Descubre al matemático que llevas dentro . Lo que primero que dice en la introducción es que no lo leamos, que no sigamos, porque puede que descubramos lo sencillo, lo lógico, lo bello, hasta lo poético de las matemáticas. Su miedo es que descubramos que las matemáticas sí son para inteligentes, y que todos los somos, tanto que llevamos un matemático dentro.    Con Dios nos pasa lo mismo. Todos lo llevamos dentro, algo de su Espíritu, que es Amor. Las matemáticas pueden ser lenguaje, pero como en todo lo que Él ha creado, en cada letra y en cada número, en cada signo, Dios nos comunica su amor. El Universo entero canta la gloria de Di

Como el fuego y como el mar

Pentecostés 2020  “Dicen los viejos que en otro tiempo no había fuego en el mundo, y todos los seres se reunieron para ver cómo podían conseguirlo.” Es el inicio de “El sapo y el fuego”, cuento de Felipe Garrido, de su antología  Conjuros.  Es como un bella y alternativa versión del mito de Prometeo, el titán que se compadeció de los seres humanos y robó a Zeus el fuego del Olimpo y lo entregó a los humanos. Pero el robo desató la ira de Zeus, y castigó a Prometeo encadenándolo en una montaña, para que un buitre comiera a picotazos su hígado durante la noche; el hígado se regeneraba en el día, y la tortura se repetía infinitamente, inmisericordiosamente, hasta que Hércules suplicó a Zeus, y éste levantó el castigo, pero convirtió en anillo el grillete que sujetaba a la roca a Prometeo, para que nunca olvidara la esclavitud a que lo había condenado la terrible ofensa de su robo.  El cuento de Garrido es mucho menos cruel. Y mucho más bonito. La paloma, el cuervo y el perro se o