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Algo así como las matemáticas

Solemnidad de todos los santos

Mateo 5,1-12


“Las matemáticas son el lenguaje con el que Dios creó el universo”, escribió Isaac Newton. Eduardo Sáenz de Cabezón es un matemático español que tiene una envidiable capacidad para contar historias y para explicar con sencillez lo que aparentemente era complicado. Tiene un libro llamado Inteligencia matemática. Descubre al matemático que llevas dentro. Lo que primero que dice en la introducción es que no lo leamos, que no sigamos, porque puede que descubramos lo sencillo, lo lógico, lo bello, hasta lo poético de las matemáticas. Su miedo es que descubramos que las matemáticas sí son para inteligentes, y que todos los somos, tanto que llevamos un matemático dentro. 

 

Con Dios nos pasa lo mismo. Todos lo llevamos dentro, algo de su Espíritu, que es Amor. Las matemáticas pueden ser lenguaje, pero como en todo lo que Él ha creado, en cada letra y en cada número, en cada signo, Dios nos comunica su amor. El Universo entero canta la gloria de Dios y en todo late su amor. Quizá al Evangelio la falta una introducción como la que escribió Sáenz de Cabezón en su libro; una advertencia que nos diga que no sigamos porque si seguimos nos encontraremos con lo sencillo del amor, con lo lógico del amor, con lo bello del amor, con la verdad del amor; con el amor llevado al extremo en la cruz. Y eso nos da miedo. 

 

Pero en la Cruz encontramos al Dios que llevamos dentro. El Señor Jesús declara la felicidad, la dignidad, la belleza de quienes se mantienen fieles al Amor, los que siguen amando, a pesar del dolor y de la pobreza; los que por amor se mantienen fieles a la justicia y no se arredran ni con la persecución; los que tienen el corazón tan limpio que logran sentir compasión y amor frente a quienes otros sienten asco y miedo. Bienaventurados los llaman algunas traducciones del evangelio; felices los llaman otras, beatos y santos, los llama el Derecho Canónica y la liturgia. Son personas felices, las que gozan de mayor honor y dignidad a los ojos del Padre; son los hijos muy amados en los que ha puesto sus complacencias. Escribe la Dra. Kubler-Ross:

 

       Las personas más bellas con las que me he encontrado son aquellas que han conocido la derrota, conocido el sufrimiento, conocido la lucha, conocido la pérdida y han encontrado su forma des salir de las profundidades. Estas personas tienen una apreciación, una sensibilidad y una comprensión de la vida que los llena de compasión, humildad y una profunda inquietud amorosa. La gente bella no surge de la nada.

 

Gente bella, gente buena, gente amorosa, gente feliz.

 

Es triste que en la vida diaria hayamos relacionado más la santidad con la pureza, con la ausencia de pecados, que con el arrojo del amor que se avienta a curar, a perdonar, a incluir y a compartir y no tiene tiempo de pararse a reparar ni en el asco ni en el miedo. Es triste porque parece que seguimos sin conocer a nuestro Padre. 

 

En un diálogo patrocinado por Aprendamos juntos, de BBVA de España, varios adolescentes expresan no sus dudas matemáticas, sino sus preguntas existenciales al matemático Sáenz de Cabezón. El primero le pregunta si él quiere lo mejor para sus hijos, lo mejor según él como papá, o lo mejor según la perspectiva del hijo. Le contesta que lo mejor no es una pirámide sino un bosque con copas muy bonitas, y que hay árboles a los que uno nunca se ha subido. Así que lo mejor es que el padre se pregunte con su hijo qué es lo mejor. Otro le pregunta si está dispuesto a tomar de la mano a su hijo adolescente y acompañarlo incluso por caminos que no conocen. Eduardo le dice que la respuesta corta es “sí”; y la respuesta larga es “¡qué miedo!”; ir por ejemplo —sigue el joven— ir de un pueblo al “orgullo de Madrid”, algo que nunca han visto, y le insiste, “¿estás dispuesto?”. La realidad es que sí, pero no con palabras, sino con los actos, con algo más que las buenas intenciones declaradas en las palabras. 

 

Dios quiere lo mejor para nosotros, se la juega con nosotros, y frente al futuro que no conocemos, frente a los árboles a los que no nos hemos trepado, frente a los caminos que no hemos recorrido, Dios nos toma de la mano y camina con nosotros. Algunos dicen que ya Dios nos ha dado la Ley para que sepamos qué es lo mejor. Pero Dios nos ha dado su Espíritu para que podamos preguntarnos con Él qué es lo mejor. Y —es verdad—, las más de las veces da miedo.

 

De hecho, siempre hay miedo. Miedo de equivocarse, miedo de pecar. Pero el miedo paraliza y frustra. En matemáticas podemos equivocarnos, pero el amor no se equivoca nunca. Ni siquiera en la cruz, ¡mucho menos en la cruz! Amar cansa, amar duele, amar crucifica. Pero sólo el amor —que convierte en milagro el barro—, sólo el amor crea a las personas más bellas, a las más dignas, a las más felices; personas santas, les llaman a veces. Aquellas por quienes Dios canta entre lágrimas y risas su amor por nosotros, su Amor por siempre.

 

 

Comentarios

  1. Gracias por sus palabras, nuestro Padre Dios lo siga bendiciendo para q con palabras sencillas nos de a conocer los milagros de su amor. Sr San José lo asista en sus necesodades.

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