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Mostrando entradas de 2019

El sueño de Dios

Mateo 1,18-25 ¿Qué regalamos en Navidad? Tendría que ser una pregunta divertida, desafiante, pero generalmente se vuelve una pregunta angustiosa, entre otras razones, por el cochino dinero, diría Mafalda, ¡pero cuando estabas de vacaciones no le cuestionabas la higiene!, le respondió Manolito. Lo peor de los regalos es cuando son por compromiso. Lo mejor de los regalos es que hay alguien que piensa en ti, y te conoce, y quiere dar alegría, alegría, a tu corazón, como cantaba Mercedes Sosa. Salman Rushdie, el escritor nacido en Bombay en 1947, dos meses antes de la independencia de la India frente a Gran Bretaña y cinco días después del nacimiento de mi mamá, y contra quien el Ayatola Jomeiní decretó pena de muerte por considerar blasfemo contra el islam su novela  Los versos satánicos  —en la que el Rushdie declara ya no creer en él—, regaló una novela a su segundo hijo cuando éste cumplió doce años. No una novela comprada en el mercado, sino una historia que escribió para él:

Como el peso de la mariposa

Mateo 11,2-11 “Aquel hombre no parecía nadie, hasta que abrió la boca.” Así describe  Vaticano 2035  a Simon Cervin, el científico al que el joven protagonista conocería cuando estudiaba ingeniería en el Politécnico de Milán. Debatía con uno de los miembros de la Pontificia Academia de las ciencias. Un hombre gris, de pelo gris, piel gris y ojos grises. Pero su voz quemaba y temblaba. Refutaba la pretensión de probar la existencia de Dios en la historia o en la naturaleza. Su oponente se retiró. Después preguntó a la audiencia, estudiantes del politécnico. qué pensaba. A la primera intervención, reviró la pregunta al auditorio; hizo lo mismo con la segunda. No quiso responder; se escuchó un murmullo de desaprobación. Simon recitó entonces las palabras del evangelio, de memoria: “¿Qué habéis venido a buscar al desierto? ¿Un hombre prodigioso, un hacedor de milagros? ¿Un hombre bien vestido?” Luego les espetó: “Qué buenos católicos… Empezáis a murmurar contra mí, pero basta que leva

El puño en alto

Mateo 3,1-12 Eres del lugar donde recoges la basura. Es el inicio de “El puño en alto”, escrito que Juan Villoro publicó en el periódico  Reforma  apenas unos días después del terremoto del 19 de septiembre de 2017. Es también el cierre de su libro  El vértigo horizontal. Una ciudad llamada México , un compendio de relatos, memorias y vivencias de Chilangópolis, como él la llama. Villoro cuenta que no pretendió escribir un poema, sino una descripción de lo que vivía y veía, en forma de letanía; y que puestos a elegir, el escrito pertenece más bien a una categoría sismológica: una réplica.  Eres del lugar donde recoges la basura.             Donde dos rayos caen en el mismo sitio.             Porque viste el primero, esperas el segundo.             Y aquí sigues.             Donde la tierra se abre y la gente se junta. En los relatos evangélicos, la figura de Juan el bautista aparece como un primer rayo que hace presentir el segundo; como un terremoto del que se

¡Llegó el Adviento!

Mateo 24,37-44 ¡Llega el adviento! Como cuando Mafalda dijo a Guille, su hermanito: “¡Llega la primavera, Guille!” Y él se sorprendió: “¡Cómo…! ¿No llegó el año pazado?” Llegó el adviento… como cada año. Tertulia celeste era un programa de televisión en los años 90, en Chicago, conducido por el reverendo Powell, y su ayudante Ralph que prometía a los telespectadores contactar directamente con Dios. Sólo les pedía un poco de fe y de paciencia. Pasaban los días y las semanas, y al cabo de tres meses, se terminó la paciencia, sobre todo de los empresarios de la televisión, quienes decidieron suspender la transmisión del programa habida cuenta de que, después de todo, Dios sólo necesitaba de seis días y uno de descanso para hacer su trabajo. La historia es de Andrés Neuman, en su cuento “S.O.S. Dios”. Cada año, el adviento nos recuerda que el Señor Jesús volverá. Ayer en la tarde platicaba con don Alfredo, un feligrés y amigo de la parroquia, me preguntaba qué pensaba yo de los si

Señor y Rey

Lucas 23,35-43 Se llamaba Ruy Díaz, y junto a su nombre hizo famoso el nombre de la tierra que lo vio nacer: Vivar. Sidi, lo llamaron en árabe. Señor. Sidi campeador, porque nadie como él para la batalla en campo abierto. —Ruy Díaz—, se presentó a sí mismo un soldado. En la versión de Arturo Pérez Reverte,  Sidi .  —¿De Vivar?—, le pruguntó. —De Vivar. Mil años, otro hombre hizo famoso junto al suyo el nombre de su tierra: Jesús de Nazaret. Pronto fue conocido como Señor. Señor e Hijo de Dios, porque nadie como él para transparentar a su pueblo el tierno y amoroso rostro de Dios. Ambos fueron grandes, por razones diferentes y con distinta grandeza.  El Cid fue siempre leal con su rey, a pesar del injusto destierro, que lo alejó de doña Jimena, su esposa, y de sus hijas. Jesús fue siempre leal al Padre. El Cid reservaba siempre, a pesar del destierro, la quinta parte del botín de su señor. Jesús siempre reservó algo de su corazón y de su tiempo para hablar con el Pa

¿Puede frustrarse la esperanza?

Lucas 21,5-19 ¿Puede frustrarse la esperanza?  Con esta pregunta, provocadora y siempre vigente, dictó una conferencia Ernst Bloch en los años sesenta. Nacido en 1885, filósofo alemán, marxista de origen judío, Bloch tiene como principal obra  El principio esperanza . Vivía en la Alemania socialista, en la Alemania del Este. Se encontraba en la Alemania occidental impartiendo conferencias cuando el gobierno de la Alemania del este levantó el muro de Berlín, en 1961. Bloch decidió entonces renunciar a su puesto en la universidad de Leipzig, y no vivir más en la Alemania socialista. No renegaba del socialismo en que creía; congruente con su pensamiento, se distanciaba de todo proyecto que negara la libertad al ser humano. No faltaron, entonces ni nunca, los agoreros de las calamidades. Es el contexto en que Bloch impartió su conferencia. Era más una pregunta para sí mismo que para los demás. ¿Puede frustrarse la esperanza? Sí, respondió Ernst Bloch, para honra de sí misma. Pues

Vida plena, vida más allá de la muerte

Lucas 20,27-38 “Ayer resucité. Y estuvo bien”. Es el inicio de la novela  La vida en las ventanas , de Andrés Neumann, jovensísimo escritor argentino. Es bueno escuchar de vez en cuando que usamos la palabra “resurrección”; es una pena que casi siempre sea en sentido metafórico y poco en su sentido real. Quizá, porque —al menos es lo que refleja la estadística de religión para México, del Instituto Mexicano de Doctrina Social Cristiana (IMDOSOC), del año 2015—, la mayor parte de los católicos mexicanos no creen en la resurrección. Yo creo firmemente en la vida después de la muerte, y puedo apostarlo, sabiendo que, si pierdo, no habrá quién me cobre la apuesta. Que haya vida más allá de la muerte es tema sobre lo que han escrito filósofos, teólogos y científicos creyentes y no creyentes, con las razones que la hacen creíble y esperable. Lo cierto es que, con vida o sin vida eterna, vamos a morir. Sólo por eso vale la pena preguntarnos qué sentido tiene nuestra vida; mejor aún, qué

Zaqueo: la alegría de ser amado

Lucas 19,1-10 Yo juzgo por el exterior, no por el interior. No hablo de las personas, sino de los sobres que llegan cada año a la parroquia, para la conmemoración de los Fieles Difuntos, que por fuera tienen los nombres y por dentro el donativo que cada quien quiere ofrecer; los que quieren, que tampoco es obligatorio. Hay quien adorna los sobres; quien acompaña cada nombre con un corazón; quien acompaña con alguna oración; hay quien se ahorra la fatiga y pone la fotocopia de la lista de los años pasados, total son los mismos muertos. Hay quien se acordó de orar por el eterno descanso de los que llegaron a los forenses, y no fueron identificados. Son detalles de compasión, que afianzan la fe en la humanidad. Me encanta percibir, imaginar, las historias de amor y de cariño, de gratitud, que se percibe en las letras. Siento más empatía porque conozco a por lo menos la mitad de las familias anotadas, es bonito para mí, como párroco. Con todo, eso de juzgar por lo exterior o por l

¡Me duele el orgullo!

Lucas 18,9-14 Sucedió en Buenos Aires, Argentina. Leí la noticia la semana pasada, y casi se me desencajó mi sonriente quijada, como el policía aduanal de  Coco , la película; se me subieron los colores al rostro y vinieron a mi corazón varias preguntas. Una pareja gay adoptó a una niña de pocos meses de nacida. Es una historia común, en México y en Argentina, y creo que en casi todo el mundo donde hay libertad de expresión, que grupos que defienden ciertos valores se manifiesten en contra de que las legislaciones estatales aprueben la posibilidad de que las parejas del mismo género adopten niños, por las más diversas razones: por el equilibro psicológico, por la necesidad de que los menores cuenten con figuras de referencia tanto masculina como femenina y, en el plano religioso, porque es el plan de Dios y la pareja hombre-mujer la única querida por el Creador para la comunicación de la vida. Hubo previamente —y sigue habiendo— debates, marchas y protestas para que a estas pareja

Uno de cada diez

Lucas 17,11-19 Me llamarán subversivo. Y yo les diré: lo soy. Por mi pueblo en lucha, vivo. Con mi pueblo en marcha, voy. Tengo fe de guerrillero y amor de revolución. Y entre Evangelio y canción sufro y digo lo que quiero. Si escandalizo, primero quemé el propio corazón al fuego de esta Pasión, cruz de Su mismo Madero. Son versos de Pedro Casaldáliga, misionero claretiano, catalán nacido en 1928 y obispo en las Amazonas en los años sesenta y setenta. Poeta y profeta, construyó su vida al lado de los pobres y excluidos. Partidario de la teología de la liberación, fue acusado de subversivo y comunista. Eran tiempos difíciles para quienes se dejaban incomodar por los que sufrían injusticia y marginación, para quienes no preferían mirar para otro lado, para donde había poder y dinero, por ejemplo. La vida de Pedro Casaldáliga puede leerse —o verse en la versión cinematográfica— en la biografía escrita por un periodista compatriota suyo,  Descalzo sobre la