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Amor y evangelio: el pájaro que da cuerda al mundo

Lucas 18,9-14

Ha de ser triste eso de que, luego de renunciar a tu trabajo porque ya no le encuentras sentido, y de no saber nada del gato que ha acompañado los cinco o seis años de tu matrimonio, que un día por la mañana subas a tu esposa el cierre de la espalda de su vestido, percibas en ella el toque de una fragancia nueva que le va muy bien, y la veas salir al trabajo sin saber que ya no volverá. Y no volverá, porque como explicará ella misma a su esposo en una carta días más tarde, se fue porque hacía dos meses que había conocido a otro hombre, casado, mayor que ella y además poco atractivo, con el que, sin embargo, ha tenido relaciones sexuales que la han estremecido. Pero cuando él le propuso que dejaran a sus respectivas familias y se fueran a vivir juntos, ella se dio cuenta que en realidad no lo amaba; lo que sentía por aquel hombre que se había entrometido en su vida y en la de su matrimonio se había terminado en ese momento, y comprendió que en verdad amaba a su esposo. Le pasó a Toru Okada, quien en propia voz nos cuenta su historia en Crónica del pájaro que da cuerda al mundo, novela del realismo mágico, considerada por su autor, Haruki Murakami, su obra más lograda.

Y es que parece sencillo, pero la verdad es muy complicado esto de entrar en lo profundo del corazón y saber qué es lo que de verdad hay ahí y, por lo tanto, saber en verdad quién eres. Solemos decir que las apariencias engañan, pero cuesta reconocer que hay veces en que nuestras propias apariencias nos engañan a nosotros mismos. Un día, que iban a jugar a policías y ladrones, Miguelito dijo a sus amigos, llorando,  dirigiéndose a Mafalda: "Voy a hacer de policía, sí, pero de bandido no! ¡Eso sí que no!" Y abogando por él, Felipe dijo: "Dejémoslo ser policía, pobre Miguelito, ¡si es un tierno!... ¿Cómo va a hacer de delincuente?" Conmovido, y sacando un clavo de su bolsillo, Miguelito acotó: "¡Además de que traje un alfiler para las torturas y todo!"

Jesús contó a una parábola a unos, dice el evangelio, que se tenían por buenos, presumían de ser hombres de bien y despreciaban a los demás. Y es así como contemplamos la historia de dos hombres; uno, fariseo, reputado y respetable que vive de las apariencias, construyéndolas y creyéndoselas, y está de pie y habla mucho en su interior y, en consecuencia, es incapaz de escuchar otra voz que no sea la suya; y se siente bueno, quizá lo sea, pero lo grave es que se siente tan bueno, que se presume mejor que los demás y apoyado en su supuesta y frágil superioridad moral, tiene a los demás por menos. Deslumbrado por sí mismo, es como Kumiko, la esposa de Toru, incapaz de penetrar en su corazón y descubrir en él la verdad del amor, el verdadero amor, aquel que nos define, por el que existimos, ante el cual no hay necesidad de fingir y esconder nada. Incapaz de reconocer y experimentar a Dios como amor, el fariseo pierde de vista a Dios y lo sustituye por el falso ídolo de la propia egolatría para terminar como la prostituta que se cubre de maquillaje y accesorios para vender en la calle un amor que no existe; que si existiera, no juzgaría sino comprendería a los demás.

El otro, por el contrario, un publicano, despreciado por impuro y por traidor, pues trata con extranjeros y sirve a los romanos, que de rodillas reconoce con humildad y con vergüenza ante Dios que es pecador y pide su compasión. Desnudado su corazón, el Señor lo reviste y engalana como a una doncella a la que lava el rostro y viste de lino y seda para que su esposo, que es Dios mismo, la encuentre digna de sí y de la eternidad. 

Crónica del pájaro que da cuerda al mundo, se llama la novela de Murakami. Toru y Kumiko por las ventanas de su casa escuchan de vez en cuando el canto de un pájaro que nunca han visto y, por lo tanto no saben cómo es ni cómo se llama, pero su canto suena ric-ric, como si fuera un mecanismo por el cual se le da cuerda al mundo para que éste siga girando y la vida siga fluyendo. Para nosotros, la Iglesia; para nosotros, los que creemos en Dios y nos sabemos vivos y amados por él; para nosotros, los que seguimos a Jesús; el hijo de Dios, el hijo de María y de José, y lo confesamos como Salvador, Maestro y Señor de vida plena, el pájaro que da cuerda al mundo es el Espíritu que procede del Padre y del Hijo, el Espíritu regalado en la cruz y soplado en Pentecostés; es es el amor mismo de Dios. Para nosotros, es urgente e inaplazable el impulso de dar a conocer este Amor al mundo entero, para que el mundo entero sepa cómo es que el mundo gira y la vida fluye. Algunos de los nuestros han hecho de este anuncio la razón de su vida; quieren que el mundo deje de prostituirse viviendo de aparencias y del amor hueco de los falsos ídolos, el primero de todos uno mismo; y reconozca y celebre el amor de Dios que en Jesús se nos ha dado lleno de gracia y de verdad. Hoy la Iglesia ora por ellos con especial predilección. Hasta que toda lengua proclame que Jesús es Señor, para gloria de Dios Padre. Amén.




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