Lucas 12, 13-21; Salmo 90 (89)
Una escena bastante interesante y espinosa, que trata sobre el tema del dinero y de las herencias; un hombre que quiere que Jesús sea el mediador entre él y su hermano en la repartición de una herencia; la respuesta de Jesús es triple. Primero, una advertencia contra la avaricia, pues, "aunque se nade en la abundancia, la vida no depende de las riquezas"; segundo, una parábola, la historia de un hombre rico que al cabo del tiempo comenzó en pensar en ampliar sus graneros para almacenar sus cosechas y sus bienes, y por fin dedicarse al descanso, a la comida, a la bebida y a la diversión, con lo que no cuenta es con la voluntad de Dios, que lo llama "torpe", "insensato", y asegura que esa misma noche morirá. La tercera parte de la respuesta de Jesús no aparece ya en lo que escuchamos, ni lo escucharemos en el próximo domingo, y es una invitación de Jesús a sus discípulos a no preocuparse de lo material, no lo que se va a comer o a vestir, que Dios viste y alimenta, es una invitación a la confianza en Dios, y lástima que no se lea, porque si no tenemos a Dios como nuestra seguridad y confianza, ¿qué podrá, entonces, hacernos dar al dinero su verdadera dimensión y su definitivo lugar?
A todos se nos hace muy fácil decir que así es la gente, como si "gente" no fuéramos también nosotros, que "entre más tienen, más quieren tener", que fulano "hizo del dinero su Dios", y muchas frases así, que solemos decir mientras no tenemos dinero, que cuando el dinero nos llega siempre tenemos excusas para quedarnos con él y no sentir remordimiento de conciencia, que si lo hemos ganado con nuestro trabajo, que es fruto de una actividad honesta, que hay que prever el futuro..., y ¡claro que todo esto es cierto! En el otro extremo, hay quien se gana el dinero deshonestamente, y también se justifica, que si el gobierno propicia la corrupción, que si el salario mínimo es muy mínimo, que en los trabajos honrados los sueldos son de muerte; nos ufanamos de haberle pedido a Dios que no nos dé, pero nos ponga donde hay. Y muchos dichos más por el estilo. El problema es cuando absolutizamos el dinero, y todo lo vemos y medimos en términos de dinero. Un día Mafalda y Manolito estaban viendo una película de vaqueros, y en medio de una larga secuencia de balazos, Manolito se paró y gritó indignado: "¿¡Por qué mi papá no vio que el negocio no es el almacén, sino los servicios fúnebres!?"
Yo a veces pienso que los que hablan en contra del dinero, o se dicen libres de él, es más por envidia y frustración que por sincera convicción. Necesitamos del dinero porque es prácticamente el único medio de cambio con que contamos, y porque el mundo está organizado en torno a él. En la época de Jesús el dinero era menos usado pero no menos valioso. Eso hace que en nuestros días sus mensajes de advertencia frente a la avaricia y la acumulación egoísta revista mayor importancia. En estos días estoy leyendo una novela en la cual un personaje, un respetable anciano doctor en física cuántica contrata los servicios de un matón profesional para desaparecer a una familia. Cuando el catedrático solicita los servicios de la "compañía de seguridad", ofrece tranquilamente dos millones de euros por el servicio, e incluso más si fuera necesario. Como no he acabado la novela, desconozco las causas de semejante propósito, hasta ahora todo hace pensar que a quien se quiere eliminar es el villano de la novela, y también papá de una de las protagonistas. Lo que me llama la atención es la postura del anciano: "Si es más, puedo pagarlo con mucho gusto, a mi edad, jamás podré gastarme ya todo el dinero que tengo; al menos puedo darle un buen uso ahora."
Acumular más de lo que se podría llegar a gastar en toda una vida. Recuerdo a la señora que me cortaba el cabello cuando era yo niño, Chuy le decíamos. Decía: "La gente me dice que ahorre para cuando esté viejita, pero viejita ya estoy. Mejor me gasto lo que tengo y lo disfruto ahora que todavía puedo."Y en verdad, el salmo de la liturgia de este domingo compara la vida del ser humano con la hierba que brota y florece por la mañana, y en la tarde está marchita y seca. Todos necesitamos dinero, si, pero ¿para qué?; ¿por qué el egoísmo y la avaricia de acumular más de lo que podríamos gastar en toda una vida? Es como cuando vamos a la feria, cambiábamos dinero por fichas, y el tiempo para divertirnos se acaba y volvemos a casa con un montón de fichas que ya no podremos usar, y que es dinero desperdiciado y mal gastado. Pensamos que el día de diversión no se acabaría nunca.
La vida es breve, tan breve en comparación con la eternidad, que apenas puede uno creer que sea la avaricia y no la solidaridad el criterio que nos mueve en la utilización del dinero; sabiendo como sabemos que volveremos al polvo, pero sobre todo al corazón del Padre, del cual salimos, y en cuya providencia no acabamos de confiar. Y si es verdad, como todos decimos, que somos lo que hacemos y no lo que tenemos, ¿por qué no somos más congruentes, y le damos más tiempo a la caridad, comenzando por uno mismo, y menos al dinero?
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