Juan 1,1-18
A mí siempre me ha gustado la poesía de Jaime Sabines; su poema "Me encanta Dios" me encanta, "viejo sabio o niño explorador, mueve una mano y hace el mar, mueve la otra y hace el bosque. Y cuando pasa por encima de nosotros, quedan las nubes, pedazos de su aliento. Y tiene otro poema, con uno de cuyos versos no puedo hoy estar de acuerdo: "Las mejores palabras de amor son las que no se han dicho." Y no puedo estar de acuerdo porque Dios es Amor y en Jesús, nacido de María, la virgen esposa de José, Dios ha dicho la mejor palabra de amor que se ha podido decir en la historia.
Basta echarle un vistazo a los evangelios para saber quién es Jesús, que en cada gesto y en cada palabra dice el amor y hace presente a Dios. Mano que cura, palabra que perdona, mirada que abraza, pies que buscan, manos que comparten. La mejor palabra de amor que se puede decir es Jesús; y la ha pronunciado el Padre. Y por lo mismo, la mejor palabra de amor que ha dicho Dios es "hombre". Porque en Jesús el amor se ha dicho en lenguaje humano. Lo más estremecedor es que esta Palabra que al mismo tiempo es Luz, ha venido a nosotros, y a quienes la hemos recibido, a quienes hemos recibido a Jesús como Palabra y como Luz, Dios nos ha hecho hijos suyos. Dios dice Amor; y diciendo Amor nace el hombre, y el hombre nace Dios.
Recibir al Dios que viene como humano significa que cada uno de nosotros somos el más bello de los nacimientos. En cada uno de nosotros hay un buey y una mula (en algunos más que en otros), pero también está el Amor que nace cobijado por la ternura de María y la protección de José; en cada uno de nosotros está el pastor que nace para buscar a la oveja y llevarla en sus hombres; en el corazón de cada uno habita la meditación de María y el silencio contemplativo de José. La esperanza de Dios es que la fuerza del misterio de la navidad irrumpa del corazón y se desborde en las calles. Porque también el Amor se dice cuando se construyen la paz y la justicia.
A cada uno, por el misterio de Amor que hace nacer a Dios entre los hombres, y a los hombres en Dios, un fuerte abrazo.
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