Juan 1,1-18
Es el inicio del Evangelio del Discípulo Amado. Es un poema bellísimo que canta el origen de Jesús en Dios, su existencia desde toda la eternidad, su existencia como Palabra creadora de vida. Nos dice que Jesús es la Palabra de Dios. El Niño que nació en Belén es Palabra que nos habla de Dios. Decimos "Dios" cuando decimos "Jesús", pero también, y desde Jesús, decimos "Dios" cuando decimos "vida", "fiesta", "perdón", "amor", "hombre".
En Jesús, Dios nos ha hablado, y lo ha hecho con lenguaje de hombre, para que lo entendamos. En Jesús, Dios nos ha hablado desde la indigencia y la humildad de Belén, y desde el fracaso y la soledad de la cruz. Nos habla desde la fragilidad del Niño en los brazos de María y de José, nos habla en la pequeñez de cada niño. Nos habla desde los sueños y las ilusiones de María y de José. Porque María y José pasaron noches enteras soñando el futuro de felicidad para su Hijo. Nos habla en los sueños de mamá y de papá para sus hijos, que también son Hijos de Dios. Porque la Palabra es la luz y la vida de los hombres, y vino a nosotros y a quienes la han recibido les ha dado el ser hijos de Dios. Decimos "Dios" cuando nos decimos a nosotros mismos. Somos palabras de un infinito coloquio de amor con el Padre.
Jesús murió en la cruz, es cierto, fue una muerte cruel y vergonzosa. Pero Jesús nació. Aprendió a leer el amor de Dios en los labios y en la mirada de María y de José. Trabajó, sudó y se cansó. Pero en su trabajo aprendió a hablarnos del amor de Dios a través de bellísimas parábolas. Jesús nació, y en Jesús Dios sabe a qué sabe el pan y el vino. Por Jesús, nosotros sabemos a qué saben la fuerza y la alegría de Dios. Porque la Palabra de Dios nació. Se hizo carne humana y plantó su tienda entre nosotros. Porque nosotros, los hijos de Dios, somos un pueblo de caminantes, que salimos del corazón del Padre y ahí volveremos, después de hacer viable el camino del amor y la justicia. Somos caminantes, viajeros de la historia, testigos del amor y de la vida; y en Jesús Dios camina entre nosotros. Somos también notas y voces de la gran sinfonía de la vida.
Por eso nuestras vidas dicen "Dios" cuando viven en justicia y libertad; decimos "Dios" cuando trabajamos por la paz; decimos "Dios" cuando comemos todos y unidos, cuando nos vemos y nos sentimos familia. Decimos "Dios" cuando resistimos la adversidad y nos aferramos a la esperanza; decimos "Dios" cuando celebramos la vida. Decimos "Dios" cuando enterramos a nuestros muertos con la certeza de que no es la tierra sino las manos del Padre quien verdaderamente los recibe.
Es Navidad. Jesús nació y en Él nos habló Dios. Celebremos y digamos "Dios" en la alegría de haberlo recibido como amor y verdad. Como Amor de verdad. Amor que nació, y muriendo en la cruz destruyó la muerte para siempre.
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