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El libro de Marcos

Marcos 1,1-8

Los libros, como las personas, tienen su nombre. No non inocentes ni casuales los títulos de los libros. Hay títulos que seducen, son como el amor a primera vista. Pienso en libros que leí, e inclusive hasta incluso (diría el Güiri Güiri) compré sólo por el título: Mañana en la batalla piensa en mí, de Javier Marías, ¿cuál batalla, en quién hay qué pensar?; Una historia del mundo en diez capítulos y medio, de Jualian Barnes (que en todas las librerías está junto a Alessandro Baricco, uno de mis autores preferidos), ¿por qué diez y medio y no diez u once?; El daño no es de ayer, que aún no leo, y ya quiero saber cuál daño, y desde cuándo viene; Mañana no será lo que Dios quiera (¡ándale!), de Luis García Montero, la novela que siempre quiso cantar Joaquín Sabina, cuando Sabina todavía me caía bien y yo le creía. Qué tal El cuerpo en que nací, título tan cercano al de la más reciente película de Almodóvar, La piel que habito. O la serie narrativa Canción de hielo y fuego, ¿cómo se pueden cantar el hielo y el fuego en un mismo canto? Hasta las gracejadas de Catón están compendiadas en el clarísimo libro titulado Los mil mejores chistes que conozco (y otros cien más buenos aún). Lees en la portada Como agua para chocolate, y se te antoja una novela deliciosa; Seda, y presientes una narración suave, fina y delicada. ¿Cómo imaginarse La sombra del viento?

A veces el texto de los libros viene introducido por una cita de otro libro, o comienzan de una manera tan contundente, elocuente y emocionante, que te hacen firmar con él inmediatamente un pacto de lectura. Pienso en Corazón tan blanco: "No he querido saber, pero he sabido que una de las niñas, cuando ya no era niña y no hacía mucho que había regresado de su viaje de bodas, entró en el cuarto de baño, se puso frente al espejo, se abrió la blusa, se quitó el sostén y se buscó el corazón con la punta de la pistola de su propio padre, que estaba en el comedor con parte de la familia y tres invitados..."  O Tan pordiosero el cuerpo, título tomado de unos versos de Sergio Fernández  "¿Es el amor tan importante?, ¿tan elevada el alma, tan pordiosero el cuerpo?" Qué tal Cien años de soledad: "Muchos años despúes, frente al pelotón de fusilamiento, el coronel Aureliano Buendía había de recordar aquella tarde en que su padre lo llevó a conocer el hielo..." Me viene a la mente A la sombra del ángel, que ofrece como pórtico la escena en que Antonieta Rivas Mercardo se suicida en la Catedral de Notre Dame, en París, y un joven sacerdote, que acababa de pasar junto a ella,  se acerca al cadáver y se pregunta quién será, y tú como lector te haces la misma pregunta y te pones a leer la novela entera para saber quién era Antonieta y por qué se suicidó. 

Los libros de la Biblia (porque la Biblia no es un libro, sino una biblioteca) también tienen sus propios títulos y sus primeras frases o sus primeras citas. Hoy la liturgia nos pone en contacto con el título y el inicio del libro que conocemos como "Evangelio según san Marcos". El autor quiso darle un título a su narración, y es un título largo: Origen de la buena noticia de Jesús, el Mesías, Hijo de Dios. Y con semejante título la mente comienza a trabajar. Y uno evoca el Libro de los Orígenes, el Génesis, e intuye que lo que aquí se va a narrar tiene que ver con una nueva creación. El lector sabe de inmediato que el héroe de esta narración se llama Jesús, y que este Jesús es el Mesías, con lo que el autor lanza un guiño a sus lectores judíos, que estaban a la espera del Mesías prometido por Dios. Pero también es un coqueteo con los lectores paganos, tan creyentes en los hijos de las divinidades.

El uso de la palabra "Evangelio", "Buena Noticia" invita a abrir el corazón al gozo y la esperanza que vienen de ese Jesús. Pero el primer lector de este libro seguro sintió también un ligero temblor: "Evangelio" era una palabra usada por el Imperio Romano para anunciar la la asunción de un nuevo emperador al poder. Así que uno entiende que entre Jesús y el César, Jesús es el auténtico emperador. Lo siguiente es una avalancha de preguntas: ¿Quién es Jesús, cómo es; cómo podemos estar seguros que es el Mesías y, más aún, qué es Hijo de Dios? ¿Qué hace y qué dice un Hijo de Dios? ¿Cómo es que puede desafiar al poder de Roma?

Y el narrador comienza a dar respuestas. Según está escrito en Isaías, el profeta: "Envío mi mensajero delante de ti... Voz del que grita en el desierto: ¡preparen el camino del Señor! ¿Por qué esta cita de Isaías?, ¿por qué no una cita del Génesis? Por ejemplo, aquella en la que Dios promete a Abraham una gran descendencia; o aquella del segundo libro de Samuel, en que Dios promete al rey David que un descendiente suyo ocupará su trono para siempre. Este Mesías es un mesías inserto en la tradición de los profetas, no de los reyes. Y no sólo eso. La cita proviene del inicio de una gran sección de Isaías, la que fue escrita en medio de la dureza del exilio del pueblo en Babilonia, y que comienza con bellas palabras: "Consuelen, consuelen a mi pueblo, dice el Señor..." 

Este Mesías viene de Dios y toma como escenario para su presentación la historia de su pueblo. Viene de Dios y viene para dar consuelo al pueblo que sufre y camina por el duro sendero de la historia. Y a mí con todo esto, el gran narrador al que llamamos Marcos me ha ganado. Porque me hace volver la mirada a Dios y puedo reconocerlo como aquel que es Padre, origen de toda vida (¿será posible que el Padre de Jesús pudiera ser también mi Padre?); porque me invita a ver la historia con la mirada de Dios, mirada de compasión, y me invita a acercarme a ella como lo hace Dios en Jesús, según la tradición de los profetas, para dar consuelo al pueblo que sufre en estos días de la Patria herida y desangrada; porque me ofrece la esperanza de una promesa que está por encima de las promesas huecas de quienes se han adueñado del poder político. Porque apenas me ha dado el título de su relato, y ya quiero yo saber quién es Jesús y cómo dará consuelo al pueblo del que forma parte.

El narrador me presenta a un segundo personaje: Juan, el hombre que predica y practica un bautizo de conversión para el perdón de los pecados, en uno río llamado Jordán, en medio del desierto (¡qué consuelo un río en medio del desierto!);  me describe su aspecto exterior, que evoca al profeta Elías. Pero me ha dejado muy claro que Juan no es Jesús. De modo que de Jesús no me describirá su aspecto exterior, porque ¿cómo podría describirse el rostro del Hijo de Dios? Habrá que esperar al final de la película para verlo. Por ahora, parece más importante dar a conocer primero su interior, revelar el corazón con que ama Dios. Y si Juan no es Jesús, el bautizo de Jesús, el bautizo con Espíritu Santo, no puede ser sin más otro bautizo de conversión para el perdón de los pecados, tiene que ser algo totalmente superior y totalmente distinto. ¿Cómo es el bautizo de Jesús, qué da?

Muchas preguntas, seguro también vendrán las respuestas. Habrá que seguir leyendo...

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