Juan 3,16-18
Se trata de un fragmento de un maravilloso diálogo que tiene Jesús con Nicodemo, que ilustra perfectamente el sentido de la fiesta de este domingo, día de la Santísima Trinidad, día en que celebramos el misterio de Dios. Porque el nuestro es un Dios comunión, Dios que es comunidad, una familia. Y Dios es comunidad porque el amor necesita del amado.
Dios es Amor. Dios ama siempre. Y ama tanto, que por amor creó cuanto existe; con su amor lo conserva y lo sostiene todo. Y tanto amó Dios al mundo, que le dio a su Hijo para que el mundo se salve. Hay mucho que decir sobre lo que es el mundo y lo que es la salvación, particularmente en el evangelio de Juan. Pero la nota dominante es el amor. De lo que no podemos dudar es que Dios es amor y siempre está amando. Quien cree esto, quien acepta esto, permanece en el amor. El amor es la primera verdad del ser de Dios.
A Dios no se le puede tener miedo, porque el amor excluye el miedo. A Dios no se le puede ver como alguien lejano, porque el amor siempre es cercano. A Dios no se le puede estar orando para pedir, porque el amor siempre da y siempre se da. De Dios no se puede huir, porque el amor no persigue, siempre respeta, siempre espera y siempre acoge. De Dios no se puede esperar condena, porque el Amor todo lo comprende y todo lo perdona.
Dios es Amor, y el Amor necesita del amado. Es absurdo pensar que Dios creara al mundo para luego destruirlo. Es absurdo pensar que Dios creara al ser humano para luego condenarlo. Porque el Amor siempre quiere la vida y la felicidad del amado. Y Dios es Amor. En esto consiste el misterio de Dios. Y porque Dios ama, salva. Salva de lo que no deja al amado crecer y ser feliz. Porque Dios es Amor, quiere que los pobres coman, que los humillados se levanten, que los niguneados sean reconocidos como hijos suyos y los demás los llamen hermanos, que los lejanos se acerquen y los cercanos trabajen hombro con hombre. Y que los muertos vivan en Él para siempre.
Quien esto cree, está del otro lado, porque conoce a Dios, porque se ha dejado amar; y, dejándose amar, permanece en el amor; y, permaneciendo en el amor, ama como es amado. Por eso el Padre ama al Hijo, y al fuerte e indestructible amor en que se abrazan el Padre y el Hijo lo representamos con el intenso calor del fuego, con la fuerza del viento libre que no se detiene, y con la delicadeza de una paloma. Y lo llamamos Espíritu Santo. Quien no lo cree, vive en el miedo, en la frustración y en la soledad. Pero es problema suyo, no de Dios. Porque Dios siempre está esperando, acogiendo, creando vida, salvando la vida, curando, perdonando y levantando de la muerte. Porque Dios es Amor, y nosotros sus Amados.
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