Juan 10,1-10
Se trata de la sección del Buen Pastor, y la pensamos como una unidad narrativa independiente, pero la verdad es que se trata del desenlace de la secuencia narrativa del ciego de nacimiento, y habría que leer hasta el versículo 21. Los fariseos que están en controversia con Jesús por haber curado en sábado al ciego de nacimiento, le preguntan si acaso es que ellos están ciegos; Jesús les responde que si estuvieran ciegos no tendrían pecado, pero como dicen que ven, su pecado permanece. Esto es lo que da pie para el largo discurso de Jesús.
Se presenta a sí mismo como el Pastor por excelencia, el que conoce a cada una de sus ovejas, al que éstas conocen y siguen, el que da la vida por ellas; el que es la puerta del redil, porque no es ladrón ni bandido, porque no mata ni destruye. A diferencia de los fariseos, bajo cuyo liderazgo el pueblo se mantenía en la ceguera esperando la muerte, Jesús vino a dar vida y vida plena, vida verdadera.
Las imágenes que usa Jesús en este discurso son por demás elocuentes. La puerta da protección y seguridad; marca también un sentido de pertenencia. Pero que Jesús sea el Pastor y sea también la Puerta significa que sólo se puede ser de los suyos cuando se vive como Él, no de otra manera. La imagen del Pastor que va delante, señalando el camino, confirma esta misma idea. Si Él marca el camino, no hay más camino que el del amor como el de Jesús, amor que cura, amor que perdona, amor que incluye, amor que comparte; amor que se entrega a sí mismo para dar vida. Amor hasta la cruz. Por eso dirá Jesús: "Nadie me quita la vida, la doy porque yo quiero."
Tener esto claro es sinónimo de ver. No vivir como Jesús es vivir a ciegas. Por el contrario, Jesús abre los ojos de los suyos, para que lo sigan plena y conscientemente, por amor, sin miedo y sin engaños; con confianza y generosidad. El que sigue a Jesús sabe a quién tiene delante, sabe en qué mundo vive, sabe por dónde camina, sabe hacia dónde se dirige; sabe que nada es fácil, pero que si Jesús va delante, hacia la vida verdadera, la más honda personalidad de uno mismo, está protegida y tiene rumbo. Porque la vida que se entrega nunca muere. Porque el pastor guía y defiende a las ovejas de los bandidos y de los lobos.
Por eso la oración requiere de contemplar el mundo; y la mirada al mundo invita a buscar a Dios; por eso la confianza en Jesús mueve a caminar, pero el camino no se anda sin abrir los ojos para seguir al Buen Pastor, y seguirlo hasta lograr entre todos y para todos la vida en abundancia.
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