Juan 14,1-12
Las palabras de Jesús están situadas en el contexto de la Última Cena. La Cena ya se ha celebrado, Jesús ya lavó los pies de sus amigos, Judas fraguó ya la traición a su Maestro, y las negaciones de Pedro han sido anunciadas. La muerte de Jesús es inminente. Imposible sentirse tranquilo en estas condiciones. Las palabras de Jesús quieren transmitirnos paz, invitan a la confianza.
Jesús habla primero del lugar adonde va. Después habla de venir para llevar consigo a los suyos. Y les dice que ellos ya conocen el camino. Felipe quiere saber adónde va para poder conocer el camino. Jesús le responde con mucha claridad: "¡Yo soy el camino, la verdad y la vida! Nadie va al Padre si no es por mí." Jesús se irá, pero volverá para llevarse a los suyos, adonde Él está, que es el lugar de donde Él salió y es también la meta última de toda vida: el corazón del Padre.
Esto es lo que hay que creer o, mejor dicho, en lo que hay que confiar. Lo que en la escena aparece como una promesa hacia el futuro de los discípulos, es más bien el presente del lector del evangelio. Hay que confiar en que Jesús ha vuelto al corazón del Padre y ha abierto el camino por el que nos dirige hacia Él, hay que creer que está viniendo a nosotros hoy. Hay que creer que Jesús viene en medio del dolor de este México empobrecido y desangrado, en las esperanzas frustradas de los jóvenes que gritaron pidiendo empleo en España, en el indígena que de tanto esperar justicia ya ni siquiera es noticia.
Hay que creer que es dando vida, y la propia vida entre ellos, como nos abrimos camino para llegar al misterio de Dios. Hay que creer que no hay más verdad que ésta para llegar al corazón del Padre. Porque la acción de Dios en Jesús siempre arranca con un gesto de compasión, con una mirada que lleva al estremecimiento del corazón, y que desde ahí Jesús abre paso a la vida de los hijos de Dios, hasta que los cojos anden, los ciegos vean, los pobres coman y los humillados reciban justicia. Hay que creer que el misterio indescriptible del gozo y el llanto compartidos en amor y esperanza es el gran misterio del ser de Dios. Más aún, hay que creer que éste es sólo el inicio del camino, y que la meta es llegar al plenitud del amor en Dios. Éste fue el camino de Jesús. Y es el camino sobre el que queremos andar sus seguidores. Porque esta es la verdad de la vida plena.
Comentarios
Publicar un comentario