Lc 20,27-38
Lucas nos presenta una escena interesante en la vida de Jesús. No es cualquier momento.Estamos en la última semana de la vida de Jesús, y esta escena en la que sale a cuento el tema de la resurrección nos prepara para lo que será la resurrección de Jesús.
La escena tiene lugar como una discusión de Jesús en contra de los saduceos, que negaban la resurrección; el diálogo se da cuando éstos tratan de poner a prueba a Jesús. Utilizan el argumento de una mujer viuda en múltiples ocasiones, casada con hermanos sucesivos. Los saduceos niegan la resurrección y argumentan la Ley del levirato (si un hermano moría, la viuda debía casarse con él, y hijos eran acreditados al hermano muerto, para perpetuar su linaje). Así, al resucitar, ¿de cuál de los hermanos será mujer la viuda?
Yo me pregunto por qué los saduceos se negaban a creer en la resurrección. Pienso que los saduceos son incapaces de imaginarse la vida después la muerte por una razón: siguen pensando que la vida eterna es una prolongación de esta vida. Su ejemplo además es terrible: una mujer viuda que no puede ser dueña de sí misma, y se ve obligada a desposarse con un varón; un hermano menor que se ve obligado a tomar como esposa a la viuda de su hermano mayor para darle hijos a éste. El ejemplo de los saduceos apunta a un sistema social machista, conformado por unas redes de relaciones interpersonales de dominación y subordinación.
Parece, pues, que la viuda no tuviera derecho a una vida propia, ni tampoco el hermano menor, sino que viviría sin derecho a buscar esposa y a tener sus propios hijos. La respuesta de Jesús, en cambio, no quiere simplemente afirmar la vida como vida después de la muerte. Cuando responde que tras la muerte no habrá necesidad de casarse porque todos seremos como ángeles, no me parece que esté declarando la nulidad del sexo, sino el derecho de cada ser humano a vivir su propia vida en libertad, con la dignidad de hijo(a) de Dios.
Pienso que más bien el Señor Jesús está presentando la vida después de la muerte no como una superación de la vida biológica, sino como una superación del orden social machista, dominador y subordinador. En la respuesta de Jesús leo no la invitación simplemente a creer que es posible superar la muerte, sino a entender la resurrección como la superación de las relaciones sociales parciales y asimétricas. Los saduceos son incapaces de imaginarse la resurrección porque son incapaces de imaginarse la vida eterna como una superación del orden social injusto, violento y subordinacionista, en el que las mujeres no tienen que depender de los varones, ni los hermanos menores de los mayores.
Vistas así las cosas, la vida después de la muerte no es, ¡y qué bueno que no es!, una simple prolongación de esta vida, sino la superación de todo lo injusto de ella, la anulación de todo lo que minimiza o destruye la libertad y la dignidad de cada hijo de Dios. La resurrección aparece así como una vida verdaderamente nueva, que hay que luchar para conseguir no después de la muerte, sino antes de ella, puesto que no somos hijos de Dios a partir de que morimos. Al contrario, porque morimos, la resurrección culmina lo que no hemos logrado terminar en la historia: la perfección de nuestro ser hijos muy amados del Padre.
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