Lc 14,25-33
Texto interesante, y creo que todo el evangelio lo es. Pero ante esta escena del evangelio, se me vienen a la mente muchas imágenes de gente bien intencionada, tan bien intencionada que no tiene más que sus buenas intenciones. Hay personas que vienen a confesar con dolor y frustración que no son capaces de realizar todo el bien que desean; y también hay mucha gente que, sin confesarse, aquieta su conciencia diciendo a todos los demás que lo importante es la intención, lo demás es lo de menos.
Ser seguidor de Jesús es tan radical, que no hay lugar para la ambigüedad. Si uno decide optar por Jesús y por el Evangelio, uno debe poner la totalidad de su confianza y de su fuerza en Jesús y el Evangelio. El verdadero cristiano no pacta ni se vende, y eso a veces implica ser objeto de burla y aun de desprecio. Ése y no otro, creo, es el sentido de tomar la cruz, aquí no tiene que ver con el buscar sufrimientos, aguantar maridos mujeriegos, borrachos y golpeadores, ni tantas "linduras" de ésas que se nos han colado en la cultura mexicana, en cuyo espíritu late aún el alma de "colonizado", diría Germán Dehesa, (¿por qué tenemos que decir "mande" y "a sus órdenes" cada vez que alguien dice nuestro nombre, como si no fuera suficiente ni educado un simple "dime", o "¿puedo ayudarte?"); dicho esto a propósito de nuestro bicentenario.
Dice Jesús que hay que odiar a la familia. En las palabras de Jesús no hay nada que indique que el preferir a la familia sea sólo para quien va a entrar en el seminario o en la vida religiosa, puesto que en tiempos de Jesús ni había seminarios ni conventos; el odio a la familia del que habla Jesús sorprende, más en tiempos como el nuestro en que la familia es presentada como un valor del evangelio. Creo que lo que Jesús quiere decir es que ni la familia está por encima del Evangelio, y que la familia también es espacio de evangelización. De lo contrario, tendríamos que respetar tantos vicios de familia disfrazados de tradiciones, desde el inocente hecho de imponer al hijo la carrera o la profesión hasta la violencia intrafamiliar, física y psicológica.
El renunciar a los bienes tampoco es un voto de pobreza. La pobreza es un mal y como tal hay que combatirla. Dios es Papá-Mamá y sufre cuando sus hijos son pobres. El problema es cuando el dinero es más querido y más valioso que una persona, peor aún cuando una vida humana se mide en dinero y vale menos que él. Y un sistema económico centrado en el dinero y no en la persona no es evangélico, y hay que ser consciente de ello, aunque no podamos cambiarlo.
Y el par de ilustraciones que pone Jesús al final de esta escena son elocuentes. Para construir, para vencer, no bastan las buenas intenciones, hay que echar mano de algo más. No se puede ser cristiano a medias, hay que entrarle con todo, haciendo cálculos precisos y cristianos: por sí mismos, nunca el dinero y el poder serán suficientes, por eso en nuestros cálculos de seguimiento a Jesús hay que echar mano de astucia, inteligencia, nobleza, bondad, fraternidad, solidaridad y tantos etcétera que nos atraen, en el mejor de los casos, la mirada que nos ve con cara de ingenuos cuando no de idiotas, por creer que no es el dinero ni el poder lo que construye y da la victoria final. Por eso no siempre el dinero y el poder son necesarios para lograr nuestras buenas intenciones; y por eso las buenas intenciones nunca son suficientes.
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