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El "mal administrador" de Dios

Lucas 16,1-13

¿Por qué cuenta Jesús una parábola tan extraña como ésta? ¿Qué tiene de parecido con el reino de Dios un administrador acusado ante su amo por no cumplir adecuadamente con su misión? Pareciera no tener lógica; el amo está a punto de liquidar al administrador, y éste, pensando en ganarse el favor de la gente para cuando caiga en desgracia, es al final de cuentas mantenido en su cargo.

Es importante recuperar las escenas anteriores en el evangelio; es importante recordar que Jesús ha sido invitado a comer en casa de un fariseo connotado, y que ahí Jesús criticó a los que buscaban los primeros lugares, comprendiendo que el comportamiento de cada uno de los invitados era el reflejo de sus propias vidas. Jesús exhortó a más bien invitar a los pobres y a los enfermos, a los que no pueden corresponder a la comida con otra; de esa manera, dice Jesús, habremos ganado un tesoro en el cielo.

Después Jesús aceptó junto a sí a publicanos y pecadores, a traidores a la propia patria, y Jesús les habló del amor de Dios, que es como el pastor que busca a la oveja que se le ha perdido; como la mujer que barre cuidadosamente la casa para hallar la moneda que se le ha perdido; como el padre que sale a esperar al hijo que se ha perdido, y cuando vuelve, corre a su encuentro para cubrirlo de besos.

El final de la escena de hoy está en la línea de las anteriores en lo que se refiere a Dios y al dinero: no se puede servir a Dios y al dinero. Esto es claro, y esto, sin embargo, no me es suficiente para explicar la parábola del administrador astuto y acusado. Comprendo la escena a partir de Jesús. En efecto, es de él de quien se dice que es criticado, y lo es por escribas y fariseos, es decir, por quienes se dicen ser los expertos en interpretar la Ley y, por lo tanto, la voluntad de Dios.

Si esta clave es cierta, entonces el hombre rico dueño de los bienes es el Padre; los acusadores son los escribas y fariseos, y el administrador acusado es Jesús. De Jesús nos consta que es el amor encarnado de Dios; y es este amor el único bien que tiene que administrar. Y Jesús lo ha administrado compartiéndolo con quien tiene mayor necesidad de ser amado: los pobres, los enfermos, los excluidos... ¡de todos cuantos socialmente eran tachados y a los que religiosamente se consideraba castigados por Dios!

No sorprende que escribas y fariseos en alguna o en muchas de sus oraciones ¡acusaran a Jesús ante su Padre de andar derrochando su amor entre quienes no lo merecían! De hecho, el relato no dice que fueran ciertas las acusaciones en contra del administrador, ni que éste efectivamente malgastara el bien de su amo. Y, paradójicamente, con su manera de comportarse, de vivir, Jesús redujo las "cargas" de los "deudores" del Padre: perdonó la culpa de los pecadores, sanó los dolores de los enfermos, acabó con la exclusión de los marginados, validó la igualdad entre hombres y mujeres.

Y cuando el Padre vio el comportamiento astuto y efectivo de su administrador, se puso contento y lo alabó y lo ratificó en su cargo. Y esto también lo vivió Jesús; sus acusadores lo condenaron a muerte y lo llevaron a la cruz. Pero el Padre lo levantó de entre los muertos, y le restituyó la vida en plenitud, lo exaltó y lo sentó a su derecha. Con ello validó su "administración". Y también a uno le queda claro que la lógica del evangelio no es la de la acumulación de dinero y bienes materiales, sino la del generoso derroche de la vida en favor de los más necesitados de ella.

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