Lucas 15
Todos la conocen, en todos lados vive; tiene distintos rostros, distintas edades, y muchas largas y oscuras historias que confluyen en el mismo sobrenombre que oculta los muchos nombres de sus muchas vidas. La llamamos 'la perdida', y a veces es la mujer que se dedica a la prostitución, y a veces la muchacha que salió embarazada y para sus papás, de sujeto de amor, se ha convertido en objeto de vergüenza. En cada familia, en cada comunidad, siempre hay una 'perdida'. También los hay varones; los 'perdidos' en toda clase de vicios y adicciones.
Hay 'perdidos' que se pierden, los que conscientemente equivocan el rumbo y ponen como norte en el mapa de sus vidas el dinero o el placer, y trazan como camino para llegar a ellos el delito y la violencia. Son como el hijo que decide "llevarse lo suyo" y salen de la vida de familia y de comunidad, y se van lejos, lejos; tan lejos, que se deshumanizan y terminan vacíos de humanidad y de sentido, ni siquiera pueden, como los cerdos, alimentarse de sobras y desperdicios de humanidad; hasta que un día entran dentro de sí mismos y, encontrándose, descubren también la luz que les permite visualizar el camino de regreso a casa: el recuerdo de Papá, que es Dios de vida y vida plena para todos. Dios de amor, ternura y comprensión.
Hay, por otro lado, 'perdidos' que nacen, los que llegan a este mundo que para ellos es un plano sin coordenadas ni puntos de referencia: sin dinero, sin tierra, sin apellido, sin letras, sin mano amiga. A nadie le importan, en ningún lugar los esperan, a ningún espacio le llaman hogar. Existen como números en las estadísticas de lo que antes se llamaba miseria o pobreza extrema, y hoy se conoce como "familias de recursos limitados".
Para unos y otros 'perdidos', el evangelio se presenta como buena noticia. Para unos y para otros Dios se presenta como el pastor que se preocupa de buscar a la oveja que se le había perdido, y la carga con afecto para llevarla consigo de regreso a la comunidad, porque el rebaño no es su rebaño si le falta una. Para ellos, Dios es la mujer que los busca como a lo que son: seres muy valiosos, lo que constituye su fortuna, lo que esta buena y afanosa mujer, que es Dios, no puede perder porque se empobrece. Para unos y otros, para todos, para los 'todos' que se han acercado a escuchar a Jesús, Dios es el Padre que sale a buscarnos o sale a nuestro encuentro para alegrarse de vernos, de tenernos, de recuperarnos y cubrirnos de besos. Por algo Dios es amor, y amor es curar, perdonar, incluir y compartir.
Y para los que están preocupados por 'perderse' en la 'geografía del más allá', el evangelio es claro y no deja lugar a dudas: nada que sea de Dios se perderá. ¡Y somos suyos!
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