Mc 12,38-44
Muy sugestiva la escena final. Jesús sentado frente a las arcas del tesoro en el Templo de Jerusalén, lugar que significaba para el pueblo judío el espacio de encuentro entre Dios y los hombres. Después de hacernos testigos de la última disputa de Jesús con los escribas, a quienes reprocha su presunción, su vanidad, su rapacidad para robar a las viudas con pretexto de largas oraciones, ahora el evangelista nos hacer ver con la mirada de Jesús.
Ante las arcas del tesoro, la mirada de Jesús ve más allá de las acciones; sumirada desnuda la verdad del corazón humano. Mucha gente, muchos ricos, lujosamente ataviados (¿cómo sabríamos que son ricos?), que se detienen largos momentos para echar su mucho dinero, aparatosa y escandalosamente (¿o cómo sabríamos que es mucho lo que echan?). Y tras ellos, aparece una viuda, una mujer sola sin marido, sin hijos, sin cuñado, sin varón alguno que vea por ella. Decir que es pobre sería un pleonasmo, de no ser porque "pobre" no es la condición natural de una viuda, sino la consecuencia del sistema social patriarcal, machista, que la margina. Ella da dos moneditas insignificantes, apenas una fracción de segundo transcurre entre su mano que se abre y las moneditas que caen emitiendo un débil y fugaz sonido metálico que quizá ni ella escuchó.
¿Qué pueden valer las dos moneditas de esa viuda pobre frente al mucho dinero de los muchos ricos? ¿Qué puede valer la comida pobre y sencilla que mamá prepara en casa, frente al banquete que se dieron los gobernadores priístas que fueron esta semana al Congreso a pedir aumento de presupuesto? ¿Qué pueden valer los 20, 50, 100 pesos que papá saca de su cartera y de su sudor cada lunes para que su chavo se vaya a la escuela en la semana, frente a los extraordinarios vehículos que los comerciales nos presentan como signo de éxito? ¿Qué vale el hilo que remienda la ropita de los niños frente a los diseños exclusivos de los escaparates? Valen tanto como lo que se ha puesto en ellos: la vida entera, la vida que se entrega por amor.
Dos moneditas que bajo la mirada de Jesús no son poca cosa. El evangelio sólo invita a contemplar. Jesús llamó a sus discípulos y no les pidió ayuda para la viuda; tampoco él hizo nada; quizá la viuda tampoco esperaba nada a cambio; no esperaba comprar el favor de Dios, no esperaba tampoco el halago de la gente. Mamá tampoco espera nada para sí de su comida, ni papá espera con su dinero comprar el cariño de sus hijos (lo cual, sin embargo, no excusa para no decirles "gracias" de vez en cuando).Contemplar con la mirada de Jesús significa reconocer lo superficial de lo profundo, comprender dónde y en qué ponemos nuestro corazón; dónde y en qué ponemos y nos jugamos la vida, sin esperar nada a cambio, entregándola para que otros vivan. Y cuando así es, ahí donde ponemos la vida, en lo sencillo de lo cotidiano, por amor, ahí nos encuentra la grata mirada de Jesús, que también sabe lo que es dar la vida por amor.
Contemplemos lo pequeño, y que el Señor contemple nuestra pequeñez. Es mi deseo y mi abrazo para esta semana.
Miguel Angel, mj
Muy sugestiva la escena final. Jesús sentado frente a las arcas del tesoro en el Templo de Jerusalén, lugar que significaba para el pueblo judío el espacio de encuentro entre Dios y los hombres. Después de hacernos testigos de la última disputa de Jesús con los escribas, a quienes reprocha su presunción, su vanidad, su rapacidad para robar a las viudas con pretexto de largas oraciones, ahora el evangelista nos hacer ver con la mirada de Jesús.
Ante las arcas del tesoro, la mirada de Jesús ve más allá de las acciones; sumirada desnuda la verdad del corazón humano. Mucha gente, muchos ricos, lujosamente ataviados (¿cómo sabríamos que son ricos?), que se detienen largos momentos para echar su mucho dinero, aparatosa y escandalosamente (¿o cómo sabríamos que es mucho lo que echan?). Y tras ellos, aparece una viuda, una mujer sola sin marido, sin hijos, sin cuñado, sin varón alguno que vea por ella. Decir que es pobre sería un pleonasmo, de no ser porque "pobre" no es la condición natural de una viuda, sino la consecuencia del sistema social patriarcal, machista, que la margina. Ella da dos moneditas insignificantes, apenas una fracción de segundo transcurre entre su mano que se abre y las moneditas que caen emitiendo un débil y fugaz sonido metálico que quizá ni ella escuchó.
¿Qué pueden valer las dos moneditas de esa viuda pobre frente al mucho dinero de los muchos ricos? ¿Qué puede valer la comida pobre y sencilla que mamá prepara en casa, frente al banquete que se dieron los gobernadores priístas que fueron esta semana al Congreso a pedir aumento de presupuesto? ¿Qué pueden valer los 20, 50, 100 pesos que papá saca de su cartera y de su sudor cada lunes para que su chavo se vaya a la escuela en la semana, frente a los extraordinarios vehículos que los comerciales nos presentan como signo de éxito? ¿Qué vale el hilo que remienda la ropita de los niños frente a los diseños exclusivos de los escaparates? Valen tanto como lo que se ha puesto en ellos: la vida entera, la vida que se entrega por amor.
Dos moneditas que bajo la mirada de Jesús no son poca cosa. El evangelio sólo invita a contemplar. Jesús llamó a sus discípulos y no les pidió ayuda para la viuda; tampoco él hizo nada; quizá la viuda tampoco esperaba nada a cambio; no esperaba comprar el favor de Dios, no esperaba tampoco el halago de la gente. Mamá tampoco espera nada para sí de su comida, ni papá espera con su dinero comprar el cariño de sus hijos (lo cual, sin embargo, no excusa para no decirles "gracias" de vez en cuando).Contemplar con la mirada de Jesús significa reconocer lo superficial de lo profundo, comprender dónde y en qué ponemos nuestro corazón; dónde y en qué ponemos y nos jugamos la vida, sin esperar nada a cambio, entregándola para que otros vivan. Y cuando así es, ahí donde ponemos la vida, en lo sencillo de lo cotidiano, por amor, ahí nos encuentra la grata mirada de Jesús, que también sabe lo que es dar la vida por amor.
Contemplemos lo pequeño, y que el Señor contemple nuestra pequeñez. Es mi deseo y mi abrazo para esta semana.
Miguel Angel, mj
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