Mis muy queridos amigos y hermanos:
Desde este día procuraré adelantar mi comentario bíblico dominical, surgido de la lectio divina, al día viernes, en atención a quienes así me lo han solicitado, concediendo en el motivo de la solicitud: como una ayuda para vivir la eucaristía del domingo. Les agradezco sinceramente su lectura y sus comentarios. Mientras escribo, pienso en ustedes. Porque son para ustedes, estas palabras son suyas. Esta primera entrega de viernes muy especialmente dedicada a A.L.A.M. y A.E.C.A. Y son también mi felicitación al nuevo Vicario Provincial de los Josefinos de México, buen amigo y buen hermano, que mucho ha influido y me ha animado para que me haya dado yo a esta tarea que tanto bien me procura. Abrazos.
Mc 13,24-32
Se trata de un fragmento del discurso apocalíptico de Jesús. Varias cuestiones hay que tomar en cuenta para leer este texto,antes de ir a comprar nuestra sombrilla de jardín hecha de acero inoxidable por si se nos viene encima el cielo y cuanto hay en él.
La primera cuestión. La ubicación del discurso en el conjunto de la trama del evangelio. Jesús ha concluido su ministerio público; su confrontación con el poder político y religioso de Jerusalén ha llegado al extremo, tras el gesto profético de la expulsión de los vendedores del Templo (no más sacrificios, el favor de Dios no se compra), cuya destrucción, además y para rematar, acaba de profetizar.
Segunda cuestión. El escenario también es fuertemente significativo: Jesús ha salido del Templo para dirigirse al monte de los olivos, donde se sienta, como todo maestro, para dar su enseñanza. El lector del evangelio verá más adelante, en ese mismo monte la oración dolorosa y la detención de Jesús con el desvelamiento de la traición de Judas. No podrá menos que evocar -y comprender- el discurso de Jesús.
Tercera cuestión. Los destinatarios del discurso: Pedro, Santiago, Juan y Andrés. Dos parejas de hermanos, los amigos más cercanos de Jesús y, entre ellos, aquel sobre cuya fe se mantiene la comunión entre los seguidores de Jesús. Son palabras de un amigo para sus amigos; lo difícil será que éstos le crean, pero eso no merma el cariño con que Jesús se dirige a ellos.
Cuarta cuestión. La primera parte del discurso. Jesús anuncia días difíciles de sufrimiento, conflicto y persecución, ¡y vaya que vinieron! Días difíciles los hemos vivido o los estamos viviendo cualquiera de nosotros.
Ahora sí, nuestro texto es más inteligible: el oscurecimiento del cielo y de la luna, y la sacudida de las estrellas. El sol y la luna eran los dioses Helios y Selene de griegos y romanos. Son los dioses del imperio, ídolos sin brillo ante manifestación del Hijo del Hombre, del Hijo del Dios único, revestido de poder y gloria. Es el Señor Resucitado, la luz que nunca se apaga, juicio definitivo de Dios sobre la historia, jucio de reivindicación para los perseguidos y crucificados de un mundo que adora ídolos de muerte. Esta parte del discurso de Jesús es una invitación a la confianza: en Dios y su Reinado, encarnado en Jesús, Palabra última y definitiva de Dios en la historia.
Aprendan, dice Jesús, de la higuera: cuando brotan las hojas, se acerca el verano. Más claro... Lo que está a punto de venir para Jesús y sus seguidores no es un final, sino el inicio de algo nuevo... ¡viene vida nueva! Vida plena y definitiva, vida de Dios, vida del Padre para sus hijos. Ahora estamos ante una invitación a la esperanza.
Luego el final de la selección litúrgica, que no del discurso apocalíptico: No pasará esta generación antes de que todo esto suceda. El triunfo definitivo de Dios, la vuelta de Jesús como Señor de Vida plena es algo que nos será dado experimentar a todos. El cielo y la tierra pasarán, pero no las palabras del Señor, volverá. Más aún está viniendo. Quien acepta las palabras de Jesús, su invitación a la confianza y a la esperanza, resiste toda adversidad; y esta resistencia no es otra cosa sino el signo de la presencia del Hijo del Hombre, que nos fortifica.
En espíritu de confianza, esperanza y resistencia, les envío un abrazo.
Miguel Angel, mj
Desde este día procuraré adelantar mi comentario bíblico dominical, surgido de la lectio divina, al día viernes, en atención a quienes así me lo han solicitado, concediendo en el motivo de la solicitud: como una ayuda para vivir la eucaristía del domingo. Les agradezco sinceramente su lectura y sus comentarios. Mientras escribo, pienso en ustedes. Porque son para ustedes, estas palabras son suyas. Esta primera entrega de viernes muy especialmente dedicada a A.L.A.M. y A.E.C.A. Y son también mi felicitación al nuevo Vicario Provincial de los Josefinos de México, buen amigo y buen hermano, que mucho ha influido y me ha animado para que me haya dado yo a esta tarea que tanto bien me procura. Abrazos.
Mc 13,24-32
Se trata de un fragmento del discurso apocalíptico de Jesús. Varias cuestiones hay que tomar en cuenta para leer este texto,antes de ir a comprar nuestra sombrilla de jardín hecha de acero inoxidable por si se nos viene encima el cielo y cuanto hay en él.
La primera cuestión. La ubicación del discurso en el conjunto de la trama del evangelio. Jesús ha concluido su ministerio público; su confrontación con el poder político y religioso de Jerusalén ha llegado al extremo, tras el gesto profético de la expulsión de los vendedores del Templo (no más sacrificios, el favor de Dios no se compra), cuya destrucción, además y para rematar, acaba de profetizar.
Segunda cuestión. El escenario también es fuertemente significativo: Jesús ha salido del Templo para dirigirse al monte de los olivos, donde se sienta, como todo maestro, para dar su enseñanza. El lector del evangelio verá más adelante, en ese mismo monte la oración dolorosa y la detención de Jesús con el desvelamiento de la traición de Judas. No podrá menos que evocar -y comprender- el discurso de Jesús.
Tercera cuestión. Los destinatarios del discurso: Pedro, Santiago, Juan y Andrés. Dos parejas de hermanos, los amigos más cercanos de Jesús y, entre ellos, aquel sobre cuya fe se mantiene la comunión entre los seguidores de Jesús. Son palabras de un amigo para sus amigos; lo difícil será que éstos le crean, pero eso no merma el cariño con que Jesús se dirige a ellos.
Cuarta cuestión. La primera parte del discurso. Jesús anuncia días difíciles de sufrimiento, conflicto y persecución, ¡y vaya que vinieron! Días difíciles los hemos vivido o los estamos viviendo cualquiera de nosotros.
Ahora sí, nuestro texto es más inteligible: el oscurecimiento del cielo y de la luna, y la sacudida de las estrellas. El sol y la luna eran los dioses Helios y Selene de griegos y romanos. Son los dioses del imperio, ídolos sin brillo ante manifestación del Hijo del Hombre, del Hijo del Dios único, revestido de poder y gloria. Es el Señor Resucitado, la luz que nunca se apaga, juicio definitivo de Dios sobre la historia, jucio de reivindicación para los perseguidos y crucificados de un mundo que adora ídolos de muerte. Esta parte del discurso de Jesús es una invitación a la confianza: en Dios y su Reinado, encarnado en Jesús, Palabra última y definitiva de Dios en la historia.
Aprendan, dice Jesús, de la higuera: cuando brotan las hojas, se acerca el verano. Más claro... Lo que está a punto de venir para Jesús y sus seguidores no es un final, sino el inicio de algo nuevo... ¡viene vida nueva! Vida plena y definitiva, vida de Dios, vida del Padre para sus hijos. Ahora estamos ante una invitación a la esperanza.
Luego el final de la selección litúrgica, que no del discurso apocalíptico: No pasará esta generación antes de que todo esto suceda. El triunfo definitivo de Dios, la vuelta de Jesús como Señor de Vida plena es algo que nos será dado experimentar a todos. El cielo y la tierra pasarán, pero no las palabras del Señor, volverá. Más aún está viniendo. Quien acepta las palabras de Jesús, su invitación a la confianza y a la esperanza, resiste toda adversidad; y esta resistencia no es otra cosa sino el signo de la presencia del Hijo del Hombre, que nos fortifica.
En espíritu de confianza, esperanza y resistencia, les envío un abrazo.
Miguel Angel, mj
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