Con gusto los saludo nuevamente desde mi casa y centro de estudio y de trabajo en Guadalajara. Ya llegué de donde andaba, se me concedió volver. Me fue muy requetebien. Tuve una pausa en el DF para bautizar a mi sobrinita Arleem el día de ayer, así que tuve la grande fortuna de recibirla en la Iglesia, en nuestra familia de los hijos muy amados de Dios, todo ello bajo la mirada protectora de san José.
Hoy la liturgia dominical nos presenta una secuencia narrativa interesante: Marcos 10,17-30. Un hombre muy rico se le acerca corriendo a Jesús, sabe que su vida depende de este encuentro, y le pregunta qué ha de hacer para tener vida eterna, vida plena, vida definitiva, vida de verdad. ("Ésta ya no es vida", suele decir la gente, cuando las cosas no van bien). Para este rico todo parece ir bien. Y sin embargo, su corazón sufre insatisfacción. Algo le falta, algo que no le ha dado el dinero ni tampoco el cumplimiento de la Ley. Todo eso lo ha cumplido, así le dice a Jesús. Y Jesús, fijando su mirada en él, lo amó. Seguro que a Jesús le dio ternura y compasión ver que un hombre se afanaba en darle sentido a su vida por las sendas equivocadas: ser richo, ser observante. Pero no amaba. Quizá porque no había sido amado. Y el evangelio deja en claro que Jesús lo ha visto con amor, lo vio y no pudo no amarlo.
Una cosa te falta, le dijo Jesús: vete a vender todo lo que tienes y dáselo a los pobres. ¡Dale sentido a tus posesiones! ¡Comparte! El hombre se fue triste, porque era muy rico. Y dijo Jesús como comentario para sus discípulos: "¡Qué difícil que un rico entre en el reino de los cielos!". Y Pedro brincó alarmado: "Nosotros lo hemos dejado todo para seguirte, ¿qué nos darás a cambio?" Pobre Pedro, no por sus carencias materiales, sino por tener un corazón como el del rico.
Cuidado con las conclusiones ligeras: Jesús no excluyó del reino a los ricos sin más. Sino al rico egoísta que no fue capaz de compartir con los pobres lo que tenía. Pero, ¿quién que se compadece y comparte sigue siendo rico? Decía alguien que lo que los ricos tienen y no usan, lo están robando a los pobres, que lo necesitan. Ser pobre tampoco garantiza el reino, si su corazón está igual de apegado en ambición a las riquezas que no tiene, es doblemente pobre, frustradamente pobre.
Jesús no ofrece riquezas, ofrece vida; no la vende, la da; y no la da a condición de nada, ni de cumplimiento de normas, sino como consecuencia del seguimiento, de seguirlo a él, a quien el rico llamó "Maestro", pero no pudo aprender nada de él; seguirlo en el camino de la cruz, que no significa sufrimiento, sino solidaridad extrema, entrega total de la propia vida. La vida verdadera no es algo que se consiga como premio de buena conducta; es la experiencia indestructible y eterna de la vida que construye fraternidad (¡no son pobres ni son extraños, son tus hermanos!). Fraternidad de los hijos de Dios, por eso perdura más allá de la muerte. Para los hombres puede parecer imposible, pero para Dios, el Dios que nos habita y en quien vivimos, es posible.
Un abrazo para todos, y feliz semana.
Miguel Angel, mj
Hoy la liturgia dominical nos presenta una secuencia narrativa interesante: Marcos 10,17-30. Un hombre muy rico se le acerca corriendo a Jesús, sabe que su vida depende de este encuentro, y le pregunta qué ha de hacer para tener vida eterna, vida plena, vida definitiva, vida de verdad. ("Ésta ya no es vida", suele decir la gente, cuando las cosas no van bien). Para este rico todo parece ir bien. Y sin embargo, su corazón sufre insatisfacción. Algo le falta, algo que no le ha dado el dinero ni tampoco el cumplimiento de la Ley. Todo eso lo ha cumplido, así le dice a Jesús. Y Jesús, fijando su mirada en él, lo amó. Seguro que a Jesús le dio ternura y compasión ver que un hombre se afanaba en darle sentido a su vida por las sendas equivocadas: ser richo, ser observante. Pero no amaba. Quizá porque no había sido amado. Y el evangelio deja en claro que Jesús lo ha visto con amor, lo vio y no pudo no amarlo.
Una cosa te falta, le dijo Jesús: vete a vender todo lo que tienes y dáselo a los pobres. ¡Dale sentido a tus posesiones! ¡Comparte! El hombre se fue triste, porque era muy rico. Y dijo Jesús como comentario para sus discípulos: "¡Qué difícil que un rico entre en el reino de los cielos!". Y Pedro brincó alarmado: "Nosotros lo hemos dejado todo para seguirte, ¿qué nos darás a cambio?" Pobre Pedro, no por sus carencias materiales, sino por tener un corazón como el del rico.
Cuidado con las conclusiones ligeras: Jesús no excluyó del reino a los ricos sin más. Sino al rico egoísta que no fue capaz de compartir con los pobres lo que tenía. Pero, ¿quién que se compadece y comparte sigue siendo rico? Decía alguien que lo que los ricos tienen y no usan, lo están robando a los pobres, que lo necesitan. Ser pobre tampoco garantiza el reino, si su corazón está igual de apegado en ambición a las riquezas que no tiene, es doblemente pobre, frustradamente pobre.
Jesús no ofrece riquezas, ofrece vida; no la vende, la da; y no la da a condición de nada, ni de cumplimiento de normas, sino como consecuencia del seguimiento, de seguirlo a él, a quien el rico llamó "Maestro", pero no pudo aprender nada de él; seguirlo en el camino de la cruz, que no significa sufrimiento, sino solidaridad extrema, entrega total de la propia vida. La vida verdadera no es algo que se consiga como premio de buena conducta; es la experiencia indestructible y eterna de la vida que construye fraternidad (¡no son pobres ni son extraños, son tus hermanos!). Fraternidad de los hijos de Dios, por eso perdura más allá de la muerte. Para los hombres puede parecer imposible, pero para Dios, el Dios que nos habita y en quien vivimos, es posible.
Un abrazo para todos, y feliz semana.
Miguel Angel, mj
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