El de hoy es un domingo especial. La Iglesia celebra este día el Domingo Mundial de las Misiones. La lectura del evangelio de este día es Mc 16,15-20, pero es mejor leer desde un poco antes, al menos desde el v. 14. Quiero leer este texto a la luz de la intención misionera.
El Señor Jesús, ya resucitado, es el protagonista de la escena. Se aparece al grupo de los Once mientras estaban a la mesa, a quienes primero reprocha que no hayan creído en quienes les anunciaron su resurrección: a María Magdalena y otros dos discípulos. Después los invita a ir por todo el mundo a anunciar la buena noticia a toda creatura; asegura que quien se bautice se salvará y quien no se condenará; que confirmaría sus palabras con señales: expulsar demonios en su nombre, hablar lenguas nuevas, agarrar serpientes y aun beber veneno sin sufrir daño, curar enfermos.
Pienso que el mensaje es éste: vivir y compartir la experiencia del Resucitado. Quien experimenta la vida nueva de Jesucristo sabe que ningún mal, ningún dolor, ningua muerte, está por encima de Él. No puede estarlo, y porque ésta es su fe y su esperanza, se lanza con todo el ahínco a anunciar y realizar esta vida ahí donde más se necesita. No se puede experimentar el encuentro con el Señor Resucitado y no sentir al mismo tiempo el impulso de comunicarlo. No se puede experimentar la vida nueva y no querer hacerla posible donde está más amenazada.
Quien cree en la vida y en la justicia, compromete su vida en conquistar el bien frente al mal (expulsar demonios); en tender nuevos puentes de comunicación y por lo tanto de acuerdos, evitando distorsiones y malos entendidos, cree en la palabra del otro, cree en la verdad del otro (hablar nuevas lenguas), cree que Dios puede ser llamado en la lengua del otro; se esfuerza en ganarle terreno al dolor y a la muerte, sobre todo a las que nacen temprana y ofensivamente de la pobreza y la marginación (curar enfermedades); puede incluso comprometer su vida por la causa de la unidad del pueblo, frente a quien quiere dividirla con engaños y falsas esperanzas, y quien incluso no vacilará en seducir al cristiano para separarlo de su labor misionera en favor del Reino (tomar serpientes y resistir venenos).
Si ésta es la misión, misión no es saber de memoria el catecismo, misión no es que más gente recite el credo; misión será, en el nombre del Señor, compartir su vida comprometida en la causa del reino, que es justicia y paz, mesa para todos, gozo en el Espíritu Santo; misión será vida digna para los pueblos y las personas que se han visto carentes de ella; misión será reconocer en esta lucha la acción de Dios, y celebrarla juntos fraternalmente; misión no es que cada día seamos más los bautizados, sino que cada día seamos más los que nos vemos y nos tratamos como hermanos, hijos del mismo Padre que tanto nos ama en Cristo.
Este día la Iglesia ora especialmente por los hombres y las mujeres que comprometen totalmente su vida en las misiones, lejos de sus lugares de origen y de seguridad, orando y anunciando a Dios en lenguas nuevas, curando a hermanos de otra raza, celebrando la unidad en torno al Pan y la Palabra ahí donde la vida se hace fiesta para desafiar y resistir a la muerte. Ahí donde, dice un canto misionero, "donde la muerte da vueltas y la vida se pelea, donde la esperanza duerme y la justicia espera." Más allá de las fronteras, pero también dentro de la propia casa.
Un abrazo, y feliz semana.
Miguel Angel, mj
El Señor Jesús, ya resucitado, es el protagonista de la escena. Se aparece al grupo de los Once mientras estaban a la mesa, a quienes primero reprocha que no hayan creído en quienes les anunciaron su resurrección: a María Magdalena y otros dos discípulos. Después los invita a ir por todo el mundo a anunciar la buena noticia a toda creatura; asegura que quien se bautice se salvará y quien no se condenará; que confirmaría sus palabras con señales: expulsar demonios en su nombre, hablar lenguas nuevas, agarrar serpientes y aun beber veneno sin sufrir daño, curar enfermos.
Pienso que el mensaje es éste: vivir y compartir la experiencia del Resucitado. Quien experimenta la vida nueva de Jesucristo sabe que ningún mal, ningún dolor, ningua muerte, está por encima de Él. No puede estarlo, y porque ésta es su fe y su esperanza, se lanza con todo el ahínco a anunciar y realizar esta vida ahí donde más se necesita. No se puede experimentar el encuentro con el Señor Resucitado y no sentir al mismo tiempo el impulso de comunicarlo. No se puede experimentar la vida nueva y no querer hacerla posible donde está más amenazada.
Quien cree en la vida y en la justicia, compromete su vida en conquistar el bien frente al mal (expulsar demonios); en tender nuevos puentes de comunicación y por lo tanto de acuerdos, evitando distorsiones y malos entendidos, cree en la palabra del otro, cree en la verdad del otro (hablar nuevas lenguas), cree que Dios puede ser llamado en la lengua del otro; se esfuerza en ganarle terreno al dolor y a la muerte, sobre todo a las que nacen temprana y ofensivamente de la pobreza y la marginación (curar enfermedades); puede incluso comprometer su vida por la causa de la unidad del pueblo, frente a quien quiere dividirla con engaños y falsas esperanzas, y quien incluso no vacilará en seducir al cristiano para separarlo de su labor misionera en favor del Reino (tomar serpientes y resistir venenos).
Si ésta es la misión, misión no es saber de memoria el catecismo, misión no es que más gente recite el credo; misión será, en el nombre del Señor, compartir su vida comprometida en la causa del reino, que es justicia y paz, mesa para todos, gozo en el Espíritu Santo; misión será vida digna para los pueblos y las personas que se han visto carentes de ella; misión será reconocer en esta lucha la acción de Dios, y celebrarla juntos fraternalmente; misión no es que cada día seamos más los bautizados, sino que cada día seamos más los que nos vemos y nos tratamos como hermanos, hijos del mismo Padre que tanto nos ama en Cristo.
Este día la Iglesia ora especialmente por los hombres y las mujeres que comprometen totalmente su vida en las misiones, lejos de sus lugares de origen y de seguridad, orando y anunciando a Dios en lenguas nuevas, curando a hermanos de otra raza, celebrando la unidad en torno al Pan y la Palabra ahí donde la vida se hace fiesta para desafiar y resistir a la muerte. Ahí donde, dice un canto misionero, "donde la muerte da vueltas y la vida se pelea, donde la esperanza duerme y la justicia espera." Más allá de las fronteras, pero también dentro de la propia casa.
Un abrazo, y feliz semana.
Miguel Angel, mj
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