Guadalajara, Jal. , 29 de septiembre de 2018
Primera Eucaristía P. Leopoldo Baez Ornelas, MJ
Queridos hermanos y amigos.
Querida familia Baez Ornelas.
Querida familia josefina: hermanas, misioneros, fieles amigos de san José.
Querida comunidad de san José de los Poetas (¿Quién olvida su primer amor? Tampoco yo los he olvidado)
Les voy a contar una anécdota. A inicios del 2012, Paolo Gabriel, entonces mayordomo del Papa Benedicto XVI, robó y filtró a un periodista italiano parte de la correspondencia confidencial del Papa. En esos días, yo formaba parte de esta comunidad, y comenté la noticia con el P. Carlos Meza, rector del Filosofado, quien me respondió: “Me parece vil la persona que robó esas cartas, y más vil la persona que las va a leer.” Así fue como me abstuve de comprar el polémico libro cuando fue publicado en México. Hasta la fecha, gracias al P. Carlos, sigo sin caer en semejante vileza.
Cuando el joven diácono, al que conocí hace dieciséis años, el entonces niño al que todos llamaban “Polito” me dio la feliz noticia de su ordenación presbiteral, sentí el impulso de escribirle una carta, que le entregaría quizá en alguna cena, con una copa de buen vino, para brindar por este regalo de Dios en su vida. Más de alguno estará pensando ya qué diría mi carta. Pero cuando hace unos días me invitó a predicar la homilía de este Eucaristía, no he tenido más idea que la de leerle aquí, en voz alta delante de todos. Así que no habrá vileza de parte de ustedes porque además tampoco habrá confidencialidades de parte mía; son algunos pensamientos de un hermano a otro que va por la misma senda. Por un dejo de pudor y discreción, dejaré el vino para otro momento.
R.P. Leopoldo Baez Ornelas, MJ
La gracia de Jesús María y José esté siempre con nosotros
Muy querido Polo:
El Rey Leónempieza con el grito musical de Rafiki, el mono que convoca a la variada, colorida y pluriforme fauna de la sabana. Mufasa, el Rey León, presenta con orgullo a Simba, su cachorro recién nacido, su primogénito. Espero hayas visto el musical en teatro. La música en vivo y la presencia de los actores entre las butacas, desbordando el escenario es un gozo intenso. Si no, espero al menos hayas visto la película.
Supongo que conoces la historia. Simba crece sabiendo que su destino es ser rey. No sólo lo sabe, quiere ser rey; juega a que pasa el tiempo y llega el día en que por fin lo es. Pero también el malvado Skar, el envidioso Skar, el egoísta y ambicioso Skar, hermano de Mufasa, también quiere ser el rey. Skar provoca la muerte de Mufasa y logra que Simba se sienta culpable de la misma. Se siente tan mal el cachorro, que huye. En su huida, conoce a dos simpáticos amigos, Timón y Pumba, que lo invitan a hacer a un lado sus problemas (¡Hakuna matata!) y a vivir el día sin preocupaciones. Simba crece como si no fuera león. Pero un buen día, pasados los años, la nostalgia lo invade. Anhela la presencia del padre muerto. Justo entonces, Rafiki lo encuentra y lo invita a contemplar el cielo, a contemplarse a sí mismo en el reflejo que le devuelve el agua. Logra que Simba recuerde las palabras de Mufasa cuando era cachorro: Que siempre estaría con él, en las estrellas y dentro de él mismo. Encontrándose consigo mismo y con sus ancestros, Simba decide asumir su destino y enfrentar a Skar. En este momento, en la versión de teatro, Simba sale del escenario y Rafiki detrás de él. Pero Rafiki se asoma un poco de regreso para anunciar: “¡El cachorro ha vuelto! ¡Simba ha regresado!”
Querido P. Polo:
Me parece que quienes hoy nos hemos reunido, toda esta buena gente y yo mismo, hemos venido a tu ordenación y a tu primera Eucaristía, como los personajes de la sabana, que acudieron al anuncio de Rafiki para conocer al cachorro del Rey Mufasa. Creo que hemos venido a ver al cachorro de Poetas, al primogénito concebido en el amor del matrimonio doña Guille y don Polo, al que de niño jugó con Alejandro y Sebastián, al cachorro engendrado en la fe de la Iglesia, al cachorro nacido a la vocación josefina en esta comunidad, al cachorro convertido en león, al hijo, al hermano, al amigo, convertido en sacerdote.
“Todo lo que la luz toque es nuestro reinado”, dijo una tarde el rey Mufasa al príncipe Simba. Suena a comercial de la Cheyenne. Pero también suena a las promesas de Dios. Como la que hizo a Abraham cuando lo invitó a dejar su patria y ponerse en camino a la tierra que Él mismo le mostraría. Como la promesa de una descendencia tan numerosa como las estrellas del cielo y la arena de las playas. ¡Ni tú, ni yo, ni ninguno de los que hemos recibido el don del sacerdocio conocemos el alcance de lo que Dios nos ha prometido, de la tierra que habitaremos, ni de la descendencia que engendraremos en su Iglesia y por su Espíritu! ¡Lo que nos prometió cuando nos invitó a caminar detrás de Él como siervos en la fe, en la esperanza y en el amor!
A diferencia de Simba, tú saliste de casa quizá con miedo, pero no para huir; saliste con la ilusión de los niños y la valentía de los hombres porque el corazón te decía que era el Señor quien te llamaba. Saliste para entrar dentro de ti mismo y en la historia de tu pueblo, en medio del cual empiezas a caminar como pastor. Si un día, Polo, por la razón que sea, sientes miedo o sientes que te queda grande el ministerio, te digo lo que dijo Rafiki al príncipe Simba en medio de su noche:
La luz vive en la oscuridad.
Con el temor de un niño en tu voz, ¡llámala!
Nada habrá que temer.
Oye al viento (¡al Viento, que es el Espíritu de Dios!)
y ten fe (¡ten confianza!)
¡Él vive en ti! (¡El Señor que te amó en medio de su pueblo para invitarte a seguirlo, el que nos amó primero!)
Está en el agua, en la verdad, en tu reflejo.
¡Él vive en ti!
Así que, Polo, cuando te llegue la noche, ¡busca entre las estrellas! Ahí viven los que estuvieron antes que nosotros, nuestro Padre Fundador, José María Vilaseca, y una pléyade de hijos, sus primeros misioneros, los que le fueron a fieles, y en él a Dios; los que no huyeron como los cobardes; los que con lomo de burro y hocico de puerco llegaron adonde los pusilánimes no quisieron ir y, con corazón de paloma, amaron a quienes muchos ni siquiera querían saber que existían, de tan pobres que eran y marginados que estaban. Entre las mismas estrellas verás a los que vinieron luego, al P. Chepe y al P. Ambrosio, y a tantos buenos y sabios viejos que conocimos y nos dieron la estafeta. Desde arriba brindan con nosotros, con el exquisito vino de Caná.
Entre las estrellas encontrarás también a tu tío Pepe y a tu abuelos, a don Santiago. Porque tienes dos familias, una de sangre y una de espíritu. En las dos vive Dios y en las dos te ha amado; por las dos te ha dado la vida y la vocación. Tienes la fuerza de tu sangre y la fuerza del espíritu vilasecano, ¡hónralos siempre!
Dentro de ti y encima de ti, entre las estrellas, encontrarás el amor de Dios; lo descubrirás en el amor maternal y paternal de la Virgen María y de su esposo san José. También hallarás la presencia de Dios en sus ángeles, especialmente en los tres arcángeles que hoy celebramos con la Iglesia Universal. Los tres nos enseñan a vivir el sacerdocio.
Como el ángel Gabriel, sé portador de buenas noticias. Sé, como el Señor Jesús, buena noticia para su Pueblo. Se lamentaba un día Mafalda, luego de escuchar la radio y apagarla: “Debería haber un día a la semana en que los informativos nos engañaran un poco dando buenas noticias.” En un mundo que sólo parece saber de ruidos de guerras, de palabras de odio y de muerte, de promesas vacías, ¡hazte palabra de Dios, buena palabra encarnada en la historia! Es triste, pero hay en la misma Iglesia voces que juzgan y condenan en nombre de Dios. Da al Pueblo de Dios, al dolido y lastimado pueblo de Dios, palabras de consuelo, de esperanza, de amor fiel, sostén su corazón cansado de esperar, en la confianza de que el Señor vendrá y con Él su recompensa. Y si algún día no sabes qué decir, como san José frente al embarazo de María, con toda sencillez, guarda silencio y pide al Señor te conceda su Palabra.
Como el ángel Rafael, sé medicina de Dios. El mundo está enfermo, como bien sabía Malfada, y su papá se rio de su ocurrencia, hasta que unos niños harapientos le salieron al paso en la calle y le pidieron limosna. Ten el corazón pronto a la misericordia, para que los gestos de tus manos la comuniquen siempre, a todos, sin vacilar. Como san José, con humildad, acoge lo débil y lo pequeño que Dios ponga en tus manos, aunque no te comprendan, aunque el mundo se ría. Seguimos a un crucificado, y aunque para unos la cruz sea escándalo y para otros sea locura, para nosotros es fuerza y sabiduría de Dios. ¡No tengas miedo!
Como el ángel Miguel, sé fuerza de Dios en la batalla. ¡Pero cuidado! El combate no es contra el mundo, porque Dios lo ama tanto, que le ha entregado a su Hijo no para condenarlo, sino para salvarlo; para que tenga vida y la tenga en abundancia. Recuerda a Nelson Mandela, que pasó 27 años en la cárcel, y él mismo confiesa que estuvo en prisión el tiempo necesario para comprender que su lucha no era contra los blancos, sino contra el racismo, que deshumanizaba a los blancos al extremo de llevarlos a desconocer la humanidad de los negros. Lucha, con el celo apostólico de nuestro Padre, por salvar a la humanidad de su pecado.
No olvides que la primer lucha ocurre dentro de ti mismo, contra lo que en ti vaya en contra del Reino de Dios. También san José luchó en su interior, con la presión social de los incuestionados valores machistas de su tiempo, con el peso de su linaje y de su historia, ¡tomar una decisión contra el honor de la Casa de David recibiendo a su esposa embarazada! Sé valiente y lucha. Y si sientes que tienes que luchar contra Dios, que no se deja idolatrar, como Jacob, lucha contra Dios; y como Jacob, no lo sueltes hasta que te bendiga, aunque te hiera y tengas que aprender a caminar herido. Quizá así te evites la tentación de ir por la vida creyendo que eres mejor que los demás. No vales más que nadie; pero tampoco menos que nadie. Vales lo que vale un hijo de Dios.
Querido Polo, te deseo un camino largo, de muchos hermanos y muchos amigos. Lleva contigo el Pan y el Vino del Señor, para ti y para los que van contigo. Que tus noches sean muchas, para que nunca te falten estrellas que velen tus sueños. Que no sean menos tus días, para que caminando como hijo de la Luz, todo lo que toques sea de su reinado. Y, sobre todo, que nunca te falte la misericordia. Que el Señor te bendiga y san José te proteja siempre.
Un amigo y hermano que reza por ti.
Hermanos y amigos, con la fuerza del León de la tribu de Judá, ¡el cachorro ha vuelto!
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