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Transfiguración: Ley del Amor Apasionado Hasta la Cruz

Marcos 9,2-10

LENC: Ley de los Encuentros Nada Casuales, el primero de los errores de Coy, protagonista de La carta esférica, novela del escritor español Arturo Pérez Reverte. Marino temporalmente inhabilitado por un error que propiamente no era suyo: no evitar que un barco chocara con una roca que no aparecía en las cartas náuticas disponibles. “Basándose en la conocida Ley de Murphy —de la que la que había tenido serias confirmaciones en los últimos tiempos—, Coy tendía a establecer, para consumo interno, una serie de leyes pintorescas que bautizaba con absoluta serenidad técnica. LBMF: Ley de Bailar con la Más Fea, por ejemplo, o LTMSCBA: Ley de la Tostada de Mantequilla que Siempre Cae Boca Abajo; y otros principios más o menos aplicables a los funestos avatares de su vida reciente. Aquello no servía de nada, por supuesto, salvo para sonreír a veces.” Y quizá, porqué no, para hablar de actitudes recurrentes en la lectura de los textos bíblicos.

Así, por ejemplo, la LYCE: Ley del Ya conozco el Evangelio; por la que pensamos que no es necesario leer el Evangelio, o releerlo, o escucharlo atentamente. O bien, la LYSQQDE Ley de Ya Sé Qué Quiere Decir el Evangelio. O peor aún, la LYSQDP: la Ley de “Ya Sé lo Qué va a Decir el Padre.” Y en ocasiones como la de este día, la LTCAR: la Ley de la Transfiguración Como Anticipo de la Resurrección. Y es el razón por la cual escuchamos este relato cada segundo domingo de Cuaresma: para subrayar que los discípulos de Jesús necesitaban de un anticipo de gloria, de un previo “degustar la gloria” para poder enfrentar la brutal realidad de la cruz.

Pero pienso que también podemos situar el texto no sólo en perspectiva con la Cruz y la Pascua, sino que podemos leerlo también desde una visión de conjunto, tanto en el conjunto de la narración del Evangelio, como en el conjunto de nuestro camino cuaresmal. Previo a este momento, Jesús ha anunciado, la primera de tres veces, que  sufrirá mucho, que será rechazado, condenado a muerte, pero también levantado de entre los muertos al tercer día. Pedro lo reprendió entonces, quizá disuadiéndolo de ello. La fuerte respuesta de Jesús a Pedro fue: “¡Ve detrás de mí, Satanás!, porque tus pensamientos no son los de Dios, sino los de los hombres.”

Jesús aprovechó la ocasión para pedir tanto a sus discípulos como a toda la multitud que lo escuchaba: “El que quiera venir detrás de mí —como acababa de pedir a Pedro—, que renuncie a sí mismo, que cargue su cruz y que me siga.” Y advierte: “¿De qué servirá al hombre ganar el mundo entero si pierde su vida?” Parece aquí que es claro que Pedro quiere ganar el mundo, no la cruz. De haber logrado persuadir a Jesús, quizá habría conquistado el mundo, pero habría perdido su vida sin ningún sentido. LPCPCS: Ley de Pedro Cuando Piensa como Satanás, podríamos decir.

Lo que sigue después del relato de la Transfiguración va en esta misma línea, y no es menos elocuente. Cuando Jesús y los tres discípulos que lo acompañaban bajan del monte para reunirse con los otros nueve, se encuentra con que éstos discutían con algunos escribas en medio de una gran multitud. La razón, un hombre le ha llevado a su hijo para que lo cure de un espíritu mudo que lo ha poseído, y que lo hace convulsionar. Los estudiosos coinciden en que se trata de un típico caso de epilepsia, enfermedad que entonces no era conocida como tal. La discusión se dio porque los discípulos de Jesús, sin Jesús, no pudieron curarlo. Quizá porque sentían que Jesús les daba “poder”, pero no pudieron nada porque, al esperar “poder” de su relación con Jesús fueron incapaces de abrirse al amor, y menos aún al amor llevado al extremo de la Cruz, que es el que realmente cura y salva.

Jesús anunciará su destino de cruz una segunda vez, y nuevamente los discípulos serán incapaces de comprender de qué hablaba su Maestro. En cambio, discutirán entre ellos sobre quién de ellos es el más importante. Jesús les advertirá entonces que el quiera ser el primero, debe hacerse el último y el servidor de todos. Una tercera vez anunciará Jesús su destino de Cruz y de Resurrección. Acto seguido, Juan y su hermano Santiago pedirán a Jesús sentarse a su derecha y a su izquierda cuando esté en su gloria, ¡si hubieran comprendido de qué hablaban, y se les hubiera concedido, habrían sido ellos los crucificados a los lados de Jesús! Pero no entendían aún en qué consistía la gloria de Jesús. Tampoco los demás, que se indignaron frente a semejante petición, porque seguramente tenían la misma ambición. Todos ellos pasaron por la LPCPCS: pensaron como Pedro Cuando Piensa como Satanás.

Así pues, ampliando la mirada, habría que decir lo siguiente. En el último de los casos, pensar como Satanás, es pensar en poder y no en amor y en servicio, es pensar únicamente en uno mismo de manera egoísta. Pensar como Jesús es pensar como Dios, “que no escatimó a su propio Hijo, sino que lo entregó por todos nosotros”, como escribió san Pablo a los cristianos de Roma. Pensar como Satanás nos lleva a no entender a Jesús, a negar su Cruz, a no seguirlo y a caminar sin rumbo ni destino.

Elías era el profeta del amor apasionado por Dios, del celo intenso por la exclusividad de Dios sobre su pueblo, de la fidelidad exigida a la Alianza. Moisés es el caudillo que llevó al pueblo por el desierto camino a la tierra prometida, camino a la libertad. La Cruz es el camino a la verdadera libertad y sólo puede llevarse cuando el corazón está intensamente lleno de amor apasionado por Dios, cuyo corazón ama apasionadamente a su pueblo. La presencia de Elías y Moisés junto a Jesús parece indicar que, en efecto y desde siempre, el amor apasionado y la vida entregada libremente y por amor es la voluntad de Dios para sus hijos. Que por Amor el Hijo entregó su vida y derramó su sangre, y que quienes aman como Él, generosamente, desinteresadamente, apasionadamente, son aquellos que lavan y blanquean su túnica en la Sangre del Cordero, y consiguen para sí la radiante blancura del Señor, la misma vida y la misma dignidad de Jesús. Quizá por ello la insistencia del Padre en declarar en voz alta su amor por su Hijo, y también su deseo de que el Hijo sea escuchado. Pero se sigue la LCV, Ley de los Círculos Viciosos. Quien sólo piensa en sí mismo, es incapaz de escuchar a Jesús, y el no escucharlo nos hace pensar cada vez más como Satanás.

En cambio, la Palabra de Dios en Jesús dice “Amor” de muchas maneras: misericordia, servicio, compasión, generosidad. Todo se resumirá en la LG, Ley de la Gloria, o LAAHC: Todo el que quiera encontrar la vida, tendrá que seguir, como Jesús, la Ley del Amor Apasionado hasta la Cruz.



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